La Violencia - Salta
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<strong>La</strong> violencia<br />
los imperativos de la amistad o del agradecimiento le parecen<br />
postergables las más severas normas éticas; viola o desconoce<br />
las convenciones, las normas y la ley. Un rasgo generoso y<br />
solidario, un rapto de audacia, una entrega total a un sentimiento<br />
es mucho más valioso que la sujeción a rígidos principios<br />
racionales. Todo esto parece provenir del espíritu de la<br />
tierra y de la actitud vital del gaucho.<br />
<strong>La</strong> raíz de la actitud psicológica, social y cultural de los<br />
argentinos de estas latitudes proviene de su singular relación<br />
con la tierra. <strong>La</strong> tierra es una realidad brutal; es lo más seguro<br />
bajo el pie y bajo la espalda, cuando ha concluido la marcha.<br />
<strong>La</strong> tierra es la verdad definitiva, la primera y la última:<br />
es la vida y es la muerte.<br />
<strong>La</strong> tierra tiene secretos que hay que desentrañar si se<br />
quiere acordar la existencia humana con los ritmos de la armonía<br />
cósmica. Fue primero la actitud del conquistador la que<br />
creó esta relación; vino a buscar oro y sólo encontró inmensidades<br />
por eso buscó el dominio brutal y desamorado como represalia.<br />
Más tarde llegó el colonizador que también venía a<br />
buscar riqueza pero sabiendo que tenía que apropiarse de la<br />
tierra y arrancarle lo que tuviera con lucha, coraje, con brazos<br />
sin el designio de asentarse en ella. Los que permanecieron<br />
fueron los indígenas, los criollos y los mestizos que quedaron<br />
atados a un pasado de explotación, vergüenza y odio por las<br />
humillaciones recibidas y acumularon resentimiento hacia la<br />
metrópoli española.<br />
<strong>La</strong>s minorías europeizantes cubrieron y se apropiaron de<br />
la tierra y de sus hombres; las mayorías penetradas por el<br />
miedo, instituciones, normas, principios que nadie entendía<br />
ni acataba espontáneamente sino bajo la fuerza y la muerte<br />
se sometieron y se tornaron periféricas y extrañas. Aún hoy<br />
padecemos el anacronismo entre la estructura formal y la vida<br />
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