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Cuadernos 5 - Plan alfa

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También puedo hacer una referencia muy concreta a nuestras monjas del<br />

Monasterio de Santa Paula de Granada. En su actual archivo tienen un códice cuyo<br />

título es: Libro de profesiones que hacen las religiosas que en este Monasterio de Santa<br />

Paula se dedican y consagran a Dios Ntro. Sr. que tiene principio en el año que corre de<br />

1645. Feliz por haberse votado en este convento que María Santísima fue concebida sin<br />

pecado original. En él se recogen las cartas de profesión en las que consta que cada<br />

monja, a la vez que hacía la profesión, hacía el voto de la Concepción. La última carta<br />

de profesión que está en este libro es del 23 de enero de 1826.<br />

Por último, podría hacer alusión a multitud de monjes y monjas de quienes sus<br />

biógrafos -Sigüenza y Santos- destacan su especialísima devoción a María y las intervenciones<br />

de Ella en ellos. No debo extenderme más... Sin embargo dejarme que os<br />

narre siquiera un par de ellas, casi cogidas al vuelo... Precisamente de dos segovianos,<br />

profesos del Monasterio de Ntra. Sra. de la Mejorada, en Olmedo (Valladolid). Creo<br />

que nos pueden dejar buen sabor de boca... La primera es la de fray Andrés de<br />

Segovia, de quien escribe su biógrafo: Tan devoto de la Virgen nuestra Señora que ponía<br />

admiración: comiendo estaba, y creo que también durmiendo (tanto puede un buen hábito)<br />

y le sonaba el Ave María en los labios; palabras y oración para él tan regalada, que no hay<br />

panal tan dulce a nuestro paladar como ella al gusto de su alma. No nos dijeron cuanto vivió<br />

el santo ni que ocupaciones tuvo por la obediencia, contentándose con avisarnos que cuando<br />

partió de esta vida la Reina soberana vino a consolar a su siervo y a darle la buena nueva<br />

de su feliz tránsito y cómo le habían sido gratos sus servicios. Fue tan público este favor, que<br />

le entendieron cuantos estaban presentes, pretendiendo en esto nuestra Princesa que no nos<br />

descuidemos en servirla, pues se muestra tan agradecida a los que en este destierro celebran<br />

su memoria.<br />

Pareciósele mucho su compañero fray Antonio de Segovia en el nombre y en la devoción<br />

de la santa Virgen, enterneciéndose tanto en sus amores que, para salirle las lágrimas de los<br />

ojos en abundancia no era menester más de oír su santo nombre, y no había ocupación ni<br />

entretenimiento tan preciso ni tan fuerte que, si volvía los ojos a donde estaba su imagen,<br />

no llorase de devoción y de alegría. Decíale tan tiernos amores y dulzuras que no le hacían<br />

en esto ventaja san Anselmo, ni san Bernardo, ni san Ildefonso, ni ningún otro de los más<br />

abrasados en su devoción. Todas cuantas misas decía eran de la Virgen; y cuando por la obediencia<br />

de la Iglesia no podía sino celebrar lo que ella manda, íbase a su celda o a una capilla<br />

y allí tornaba, en la manera que podía, a decir la Misa de la Virgen, lo que tocaba a las<br />

oraciones y todo lo que está fuera del sacro Canon... Tres semanas antes que muriese dijo claramente:<br />

tengo que morir tal día y a tal hora. Estaba aquella sazón tan sano y tan entero<br />

como siempre. Preguntáronle algunos religiosos amigos les dijese cómo sabía aquello, respon-<br />

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