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Pablo: apóstol del corazón liberado - Editorial Clie

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La perdurable influencia de <strong>Pablo</strong> 545<br />

Estando allí sentado, escuchó de repente la voz de un niño que cantaba<br />

en una casa vecina, Tolle, lege, tolle, lege (“¡toma y lee, toma y lee!”). Tomando<br />

pues el rollo que su amigo tenía junto a sí –y que resultó ser una<br />

copia de las cartas de <strong>Pablo</strong>– su mirada se encontró con lo que conocemos<br />

como las últimas palabras <strong>del</strong> capítulo 13 de Romanos: “… no en glotonerías<br />

y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,<br />

sino vestíos <strong>del</strong> Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.”<br />

Agustín dice: “No leí más, ni tampoco me hizo falta, pues al instante,<br />

al final de esta frase, una luz transparente inundó mi corazón y todas las<br />

tinieblas de la duda se disiparon.” 51<br />

La colosal influencia que Agustín, “el más insigne cristiano desde los<br />

tiempos <strong>del</strong> Nuevo Testamento” 52 (como le ha llamado un investigador de<br />

la literatura patrística), ha ejercido en el pensamiento de épocas posteriores<br />

puede vincularse directamente a la luz que inundó su mente al leer las<br />

palabras de <strong>Pablo</strong>.<br />

(b) Lutero y la Reforma. En 1513, el monje agustino y catedrático de<br />

Sagrada Teología de la universidad de Wittenberg en Sajonia estaba preparando<br />

una serie de clases sobre los salmos, mientras su mente se preocupaba<br />

de la agonizante tarea de encontrar un “Dios propicio”. Las palabras <strong>del</strong><br />

Salmo 31:1 le habían impactado poderosamente: “Líbrame en tu justicia.”<br />

Pero, ¿cómo podía la justicia de Dios liberarle? La justicia de Dios había<br />

sido diseñada más para condenar al pecador que para salvarle. Meditando<br />

sobre el significado de estas palabras, su atención fue dirigida de manera<br />

creciente a la afirmación de Romanos 1:17 en el sentido que, en el Evangelio<br />

“la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el<br />

justo por la fe vivirá” (Habacuc 2:4). Dejemos que sean sus propias palabras<br />

las que nos describan el resultado de este estudio:<br />

Había deseado con gran intensidad entender la Epístola de <strong>Pablo</strong> a los<br />

Romanos y el único obstáculo que me lo impedía era la expresión: “la<br />

justicia de Dios”, ya que yo la entendía como aquella justicia que hace<br />

que Dios sea justo y actúe justamente condenando al impío... le daba<br />

vueltas noche y día hasta que... comprendí la verdad: la justicia de Dios<br />

es aquella mediante la cual, por su gracia y absoluta misericordia, nos<br />

justifica por fe. De inmediato me sentí renacer, fue como si las puertas<br />

<strong>del</strong> paraíso se me abrieran de par en par. Toda la Escritura cobró nuevo<br />

significado y donde antes “la justicia de Dios” me había llenado de resentimiento,<br />

ahora se hacía para mí inefablemente dulce, me impartía<br />

51<br />

Agustín, Confesiones viii. 29.<br />

52<br />

A. Souter, The Earliest Latin Commentaries on the Epistles of St Paul (Oxford, 1927), p. 139.

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