"Deformando Europa": la mesa redonda de los ... - Viento Sur

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a los órganos elegidos, concentrando este poder en las manos de un puñado de instituciones difícilmente acotables y cuya razón de ser y existir es promover el multinacionalismo paneuropeo que subyace en el corazón de la CEE. Los defensores de Maastricht responden ante estas acusaciones apoyándose en el compromiso del Tratado en materia de "subsidiariedad" política, a la que se refiere el artículo 3B: "En las áreas que no sean de su exclusiva competencia, la comunidad adoptará acciones de acuerdo con el principio de subsidiariedad, sólo y en el único caso en que el objeto de los actos propuestos no pueda ser conseguido por los Estados miembros y sin embargo, por motivo de la envergadura y efectos de la acción propuesta, sí puedan ser logrados por la comunidad". El concepto de subsidiariedad, sin embargo, queda mal definido (o indefinido en su totalidad); si lo que busca es asegurar que la toma de decisiones se haga en el nivel más bajo, ésta puede ser invalidada prácticamente por cualquier otra disposición del Tratado. De hecho, si se ejercita el principio de subsidiariedad, parece que se invoca el apoyo de intereses empresariales buscando socavar e "interferir" la legislación de la CEE tendente, por ejemplo, a contrarrestar los impactos medioambientales y sociales del Mercado Único. En este sentido, Gran Bretaña por ejemplo, ya ha insinuado que recurrirá al artículo 3B para respaldar sus asuntos en materia de riegos bajo la legislación establecida por la Directiva de Aguas de la Comisión Europea. Malestar creciente A pesar del dominio de intereses multinacionales sobre la economía europea actual y su control creciente sobre sus instituciones políticas, el proyecto de Maastricht todavía titubea, fundamentalmente en lo que se refiere a los asuntos de la ciudadanía, normalmente afectados por amenazantes grupos de intereses locales, y por el peso de la distancia que media entre ellos y estas instituciones. Los daneses han rechazado el Tratado en su forma actual y el voto francés a su favor ha ganado por muy poco margen. En Inglaterra, está atravesando una dura batalla en el Parlamento. Precipitadas conferencias se organizan por las direcciones de los Estados europeos para explicar la aplicación del Tratado y hacerlo así más aceptable, pero aún con pequeñas enmiendas, lo sustancial permanece. El fracaso de Maastricht sería sin duda un serio revés para las fuerzas del multinacionalismo. Pero quedan todavía desafíos mayores por llegar: con o sin Maastricht, el Mercado Único queda en pie y con él el dumping social, un desnivel creciente entre el centro de Europa y la periferia y una Europa madura para aquéllos que podrían explotar tales tensiones sociales en favor de sus propios fines. En Francia, el Frente Nacional, que ha capitalizado Maastricht para extender su mensaje de nacionalismo xenofobo, está al acecho desde el terreno político, mientras en Inglaterra los principales oponentes al Tratado de Maastricht no buscan controlar las fuerzas mercado, sino encontrar medios de extenderlas sin recurrir a las instituciones propuestas por el Tratado en menoscabo de la soberanía. En tales circunstancias, lo más urgente para la oposición al Tratado de 102 VIENTO SUR Número 22/Agosto 1995
Maastricht es enfocarlo desde el marco más general de lucha para exigir lo común, regenerar la producción y el mercado local, proteger el medio ambiente, unir la lucha por esa defensa con el medio ambiente con la lucha por la justicia social, y devolver las tomas de decisión al nivel local. El problema no es "proteccionismo frente a mercado libre", partiendo de la base de que cualquier sistema de intercambio es proteccionista del interés de alguien; el asunto es quién ha de controlar el comercio y en nombre de qué intereses, ¿élites multinacionales, élites nacionales ¿O la gente en sus localidades y sus comunidades THE ECOLOGIST. Vol 23. n s 27/ Marzo-Abril 1993 Traducción: Flora Sáez y Lourdes Larripa [Por necesidades editoriales nos hemos visto obligados a suprimir las notas a pie de página] VIENTO SUR Número 22/Agosto 1995 103
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