"Deformando Europa": la mesa redonda de los ... - Viento Sur

que le eran atribuidas, había sido juzgado y condenado, los criminales del III
Reich, que eran perfectamente conscientes de su falta, a menudo no fueron ni
siquiera juzgados. Ahí estaba el secreto de la fascinación ejercida por Kafka sobre
hombres como Globke, antiguo nazi que fue uno de los autores de las leyes de
Nuremberg de 1935 y que se convirtió en uno de los colaboradores de Adenauer.
"Es idolatrando a Kafka, escribe G. Anders, como se borraba el acto de haber
asesinado a millones de miembros de su familia".
En el origen de las intuiciones de Weber, Benjamín y Kafka había una
experiencia histórica común: la I Guerra mundial, que marcó el hundimiento del
mundo burgués-liberal erigido durante el siglo XIX y dio una primera visión de las
masacres tecnológicas de nuestra era. Aunque acogida de forma diferente -con
disgusto y desprecio por Kafka, , que no le consagró mas que algunas líneas en su
diario en 1914; con entusiasmo por Weber, que abandonará pronto sus ardores
patrióticos para adoptar una actitud de distanciamiento crítico; con horror y
revuelta por Benjamin, que romperá con la Jugendbewegung a causa de su
pacifismo-, la guerra fue vivida por estos tres autores como un traumatismo
profundo. En Weber, la idea de un "desencanto del mundo" tomó una nueva
significación: si en su primera formulación (La ética protestante, 1905) podía aún
ser interpretada como una apología ambigua del Occidente, tras la guerra se
transformaba en una crítica sin piedad de la modernidad, una edad que había
"conducido a los humanos a desterrar los valores supremos más sublimes de la
vida pública". Para Benjamin, que evitó las trincheras refugiándose en Suiza, la
guerra fue el comienzo de una reflexión sobre el carácter socialmente regresivo de
la técnica moderna. Su obsesión por el gas y las armas químicas estaba enraizada
en el espectáculo espantoso y hasta entonces desconocido de la muerte en masa en
un continente transformado en un inmenso campo de batalla. Lo que Jünger había
vivido como una experiencia mística anunciadora de una nueva dominación de la
técnica, aparecía a ojos de Benjamin, "advertidor del incendio", como la amenaza
de un crepúsculo definitivo de la humanidad. Enfín, no se debería tampoco atribuir
al azar el hecho de que las dos obras de Kafka citadas anteriormente, El Proceso y
La colonia penitenciaria, fueran redactadas en la segunda mitad de 1914, bajo el
impacto de la guerra. Si la burocracia de Kafka era la de la monarquía
habsburguesa, sus máquinas de muerte reflejaban también su disgusto para con la
guerra. Con una ambigüedad completamente kafkiana, escribía en su diario no
descubrir en él más "que envidia y odio hacia los combatientes", a los que deseaba
"todo el mal posible" .
La Gran Guerra marcó la irrupción violenta de la modernidad en la realidad y en
el espíritu de los hombres. Para la gran mayoría de los europeos, los años 1914-
1918 representaron el primer encuentro -o más bien el impacto brutal- con la
violencia del mundo moderno, donde la muerte perdía su carácter individual y se
convertía en una masacre planificada que acechaba cada día la vida de la trinchera:
anónima, no era ya sino una "muerte sin calidad". Es a partir de este traumatismo
como hay que comprender los escritos de Benjamin sobre el fascismo.
Auschwitz no puede ser considerado como la salida ineluctable, natural y
necesaria de la modernidad, pues la erupción de violencia que allí se dio no
constituye la condición normal del mundo moderno. Sin embargo, Auschwitz
VIENTO SUR Número 22/Agosto 1995 115