"Deformando Europa": la mesa redonda de los ... - Viento Sur

porque todavía existían muchas barreras fiscales, técnicas y de otro tipo entre los
países de la CEE; pero será extremadamente sencillo hacerlo a partir de 1992".
Para los empleadores, el mercado de trabajo en Europa es ahora un "mercado de
compradores", en la medida en que hay áreas con alto desempleo que buscan
atraer a los inversores fijando condiciones más ventajosas y pagos más bajos que
los de sus competidores. La decisión adoptada en 1993 por Hoover Europa de
acercar su planta de Longvic en Francia y desviar la producción a Cambuslang,
cerca de Glasgow, por ejemplo, se aseguró en gran medida de que los trabajadores
escoceses estuvieran de acuerdo en aceptar contratos temporales para los nuevos
empleados, limitaciones al derecho de huelga, recorte en las horas extraordinarias,
un año de congelación salarial, jornada flexible e introducción de cámaras de
video dentro de la planta de producción/. Tales tácticas "de arruinar a mi vecino"
-aunque sean comprensibles- han dado lugar a acusaciones de dumping social
cuando trabajadores de una región ven cómo pierden sus empleos en favor de una
mano de obra más complaciente en cualquier otro lugar. Sin embargo, los puestos
de trabajo creados por dumping social serán todavía menos seguros. Como señala
el Consejo Mundial de Iglesias: "La nueva modalidad de fuerza de trabajo que se
ha predicado en 1992 consiste en una porción cada vez más escasa de trabajadores
altamente cualificados y preparados para las empresas electrónicas, de
investigación y otras empresas en alza, y una masa de trabajadores flexibles y sin
cualificación en, por ejemplo, construcción, industrias de servicios, del vestido, de
la alimentación, que pueden ser cuando convenga tomados, despedidos,
empleados a tiempo parcial o trasladados dentro de la comunidad".
Incremento de la marginalización
El incremento de la emigración de trabajadores en busca de trabajo y el
ensanchamiento de las diferencias entre regiones pobres y ricas van a exacerbarse
bajo la unión monetaria y económica propuesta por el Tratado de Maastrich. Por el
momento, un país de la CEE que se enfrenta a altos costes de producción en relación
con otros socios comunitarios puede devaluar su moneda, incrementar el coste de sus
importaciones y rebajar el de las exportaciones. Con la adopción de la moneda europea
única -uno de los aspectos claves del Tratado de Maastrich- esta opción ya no
será posible. Los países no competitivos contarán sin embargo con la pequeña opción
de ajustar su economía a través de la contención de salarios, mayor desrregulación,
incremento de la productividad, impuestos más bajos y más desempleo.
Para los defensores del libre mercado, tal esfuerzo de reestructuración es un paso
necesario -aunque sea doloroso- para conseguir que una economía débil pueda
competir en el mercado mundial. Pero otros son menos optimistas. Ellos destacan
la experiencia de países como Italia, donde la adopción de una moneda única
(aunque sucedió hace un siglo) ha contribuido a profundizar las disparidades entre
regiones ricas y pobres. No sólo ha hecho posible que el capital de las regiones
pobres haya sido absorbido por las áreas ricas, sino que las oportunidades de
empleo en los más competititivos Estados del Norte han atraído el desempleo en el
Sur, incentivando una oleada de xenofobia y creando una infraclase de emigrantes
económicos explotados y menospreciados. Para prevenir esta emigración, el
VIENTO SUR Número 22/Agosto 1995 97