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descargar - Instituto Nacional del Teatro

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simple placer de realizar aquello que no es lícito. Los instintos<br />

de los personajes no tienen el freno de las normas sociales y en<br />

muchas ocasiones ellos son víctimas de sus propios impulsos,<br />

por más aberrantes que sean las consecuencias de sus actos.<br />

En El jugador, la trama se construye en base a especulaciones<br />

económicas que solo tendrán éxito con la muerte de la<br />

abuela anciana. Pero para sorpresa de todos, ella aparece en<br />

el escenario de la acción y desbarajusta el plan macabro de la<br />

familia. En Los demonios, el material escénico construido a<br />

partir <strong>del</strong> exceso necesitó de un plus de la energía física de los<br />

actores en la resolución de algunas relaciones. Así, se buscó<br />

el riesgo físico, lo que demandó <strong>del</strong> actor el compromiso para<br />

la producción de acciones intensas.<br />

En El jugador, el exceso –signo de la sobreabundancia el<br />

desequilibrio y la angustia– se hizo materia escénica a partir<br />

de la investigación de los actores con diferentes objetos de<br />

juegos de azar. Más allá de la ruleta, que actúa como una fuerza<br />

centrípeta en la novela de Dostoievski, objetos tales como<br />

dados, naipes, fichas de dominó, bolas de billar, etc. generan<br />

un espacio lúdico que apresa a los personajes en la adrenalina<br />

frenética <strong>del</strong> juego de azar.<br />

La incerteza<br />

El azar o lo incerteza, en las dos novelas analizadas, cumplen<br />

una importante función dentro de la lógica <strong>del</strong> relato. Aunque<br />

este elemento se muestra con mayor evidencia en el jugador,<br />

ya que está presente en los aspectos denotativos <strong>del</strong> relato,<br />

me interesa entender este concepto como estructurante en<br />

la conducta de los personajes. El lector que profundiza en el<br />

universo de Dostoievski percibe que el desarrollo de las situaciones<br />

no sigue una línea o dirección definida, que precipite<br />

los acontecimientos hacia un punto determinado. Muy por el<br />

contrario, lo que parece estar resuelto toma direcciones insospechadas,<br />

giros imprevisibles, que sumergen los objetivos de<br />

algunos personajes en un mar de incertidumbres. Los cálculos<br />

que parecen perfectos, se deshacen por algún capricho <strong>del</strong><br />

destino y las probabilidades se multiplican, hasta que aparece<br />

el desenlace como elemento estabilizador.<br />

La resolución escénica de esta unidad semántica en Los demonios,<br />

apareció en el trabajo con la luz. Se tomó la decisión<br />

de no trabajar con los clásicos spots de teatro que inciden<br />

con haces de luz desde arriba hacia abajo, sino con lámparas<br />

portátiles de baja tensión que pudieran ser manipuladas por<br />

Alejandro Gómez Madrid y Federico Armanini con sus<br />

personajes Piotr y Nicolai en “Los demonios”, de Dostoievski<br />

los actores en el transcurso de la escena. La luz, descendió al<br />

nivel de los cuerpos y adquirió movilidad por la manipulación<br />

<strong>del</strong> actor, rompiendo con varios preceptos: no era el actor el que<br />

buscaba la luz, sino que la luz se movía con absoluta libertad<br />

buscando la escena, en función de la lógica <strong>del</strong> personaje<br />

que la iluminaba. De esta manera, la luz móvil multiplica sus<br />

posibilidades de incidencia sobre el cuerpo <strong>del</strong> actor, y nunca<br />

fija un marco lumínico determinado ya que se modifica con los<br />

constantes cambios de ángulo <strong>del</strong> personaje que ilumina. La<br />

función <strong>del</strong> actor-iluminador, tomó el concepto de ser un ojo<br />

de cámara que se movía, mostrándole al ojo <strong>del</strong> espectador<br />

los diferentes encuadres o puntos de vista que podía tener la<br />

escena. Esa función adquirió tanta importancia, por ser quien<br />

decidía los aspectos que el público debía ver de la escena, que<br />

se transformó en un personaje cuyo rol en el espectáculo es<br />

narrativo. En Los demonios una posible composición rígida <strong>del</strong><br />

cuadro escénico se alteraba constantemente por la movilidad<br />

de la luz: el más pequeño cambio de dirección o posición de<br />

la fuente, generaba transformaciones radicales en el espacio<br />

EL CONCEPTO DE PERSONAJE TEATRAL<br />

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