descargar - Instituto Nacional del Teatro
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Introducción<br />
¿Qué lugar ocupa hoy el personaje teatral en los procesos<br />
de producción escénica ¿Estamos hablando de un concepto<br />
devaluado en una época donde lo posdramático impone otros<br />
códigos y mo<strong>del</strong>os de construcción para el teatro ¿La idea de<br />
no representación ligada a ciertos aspectos de la performance<br />
antepone la persona al personaje Estos interrogantes marcan<br />
el eje <strong>del</strong> presente trabajo con la idea de poner bajo la lupa a<br />
uno de los aspectos que considero nodales en la construcción<br />
de teatralidad.<br />
En este sentido la noción de personaje ya sea desde el punto<br />
de vista literario o entendido como construcción <strong>del</strong> actor, como<br />
acción performativa, es indisociable <strong>del</strong> género dramático: si<br />
en la poesía el personaje no está presente, pues se manifiesta<br />
el yo <strong>del</strong> autor invisibilizado en el texto, en la narración y en<br />
el drama, en cambio, los personajes existen como entidades<br />
contundentes, protagonistas de una fábula de las que son parte;<br />
solo que en el drama, adquieren independencia absoluta, aun<br />
frente a la existencia de un narrador, y comparten el presente<br />
de la acción, condición que les infunde ser representados por<br />
actores frente a la mirada <strong>del</strong> público.<br />
Desde la Grecia Antigua hasta hoy, el personaje sobre la<br />
escena se manifestó de diferentes formas, expresando también<br />
diferentes concepciones de teatralidad. Así, entre el personaje<br />
realzado con máscara, túnica y coturno, y aquel vinculado con el<br />
cuerpo sensible <strong>del</strong> actor, que compromete tanto su estructura<br />
física como sus procesos emocionales y psicológicos, podemos<br />
observar que el personaje teatral atravesó diferentes matices,<br />
concepciones estéticas y procedimientos constructivos. De<br />
este modo, factores culturales y estéticos que mo<strong>del</strong>an tanto<br />
la dramaturgia como la representación mostraron diferentes<br />
rostros <strong>del</strong> personaje tales como: máscara, alegoría, prototipo<br />
y persona, tornando compleja su conceptualización si no se<br />
precisa el contexto sociocultural y el movimiento o género al<br />
que pertenecen sus autores.<br />
El personaje ¿es el actor Esta pregunta tampoco tiene una<br />
única respuesta. A lo largo de la historia <strong>del</strong> teatro la distancia<br />
entre ellos se fue alejando y acortando. Algunas proposiciones<br />
<strong>del</strong> Realismo sostienen que el personaje es el actor en situación<br />
de representación. Existe, a primera vista, cierta relación entre<br />
el vínculo actor-personaje y el resultado de su construcción: a<br />
mayor distancia entre ellos, el trabajo presenta características ligadas<br />
a las virtudes <strong>del</strong> físico y la construcción exterior; a menor<br />
distancia, se realzan los aspectos emotivos y sensibles ya que<br />
se prioriza la construcción interior. Ambos aspectos, más allá<br />
de presentarse como dicotómicos, presuponen metodologías de<br />
abordajes diferentes que ponen de manifiesto el gran bagaje<br />
de procedimientos técnicos atesorados en la larga historia <strong>del</strong><br />
teatro y que permiten entender al personaje –pertenezca a la<br />
tradición que pertenezca– como un mo<strong>del</strong>o al que se arriba<br />
mediante un proceso de formación y adquisición técnica por<br />
parte <strong>del</strong> actor: comprender al personaje separado de la persona<br />
<strong>del</strong> actor, o muy próximo a él, compromete al profesional <strong>del</strong><br />
teatro a la búsqueda de una composición vinculada a códigos<br />
artísticos propios <strong>del</strong> lenguaje y a procedimientos técnicos<br />
específicos; al margen que los recursos usados prioricen un<br />
ideograma físico –como el caso de las tradiciones orientales<br />
y las corrientes occidentales que beben de sus aguas– o se<br />
trabaje de forma exhaustiva con los procesos de lógica interna<br />
y coherencia de la acción, se necesita, para llevar a cabo ambos<br />
mo<strong>del</strong>os, un actor preparado y sistemáticamente entrenado en<br />
los diferentes principios técnicos de su profesión.<br />
Como sostiene Robert Abirached, (Abirached: 1978: 23) persona<br />
es, en primer lugar, la máscara. El teatro que hizo uso de este<br />
recurso, fundamentalmente la comedia <strong>del</strong>l’ arte, desarrolló una<br />
distancia considerable entre actor y personaje, que en algunas<br />
épocas y bajo el marco de determinadas corrientes estéticas,<br />
se la quiso disminuir sin poder suprimirla nunca. La máscara,<br />
que en su origen puede haber partido de un molde real, se independiza<br />
gradualmente <strong>del</strong> ser humano –actor– fijando un gesto<br />
elocuente, que la constituye. El actor, oculto tras ella, construirá<br />
una partitura de acciones, mo<strong>del</strong>ará sus energías para que gesto<br />
y acción transiten los mismos carriles; generará, en definitiva, la<br />
dinámica que necesita la máscara para cobrar vida y credibilidad<br />
escénica. Así el personaje es sostenido por el trabajo <strong>del</strong> actor,<br />
que se adapta al marco que le impone la máscara y selecciona<br />
las tensiones, los ritmos y la voz apropiada, tornando verosímil<br />
y vivo al personaje, que dejó de ser el gesto inerte, la imagen<br />
inmóvil, para convertirse en un símbolo, en un engranaje de<br />
sentido que brilla en el juego de la representación; y este juego<br />
se lleva a cabo sin olvidar nunca la distancia con lo real, que<br />
por importante que sea, nunca se interrumpe.<br />
Durante los siglos XVII, XVIII y buena parte <strong>del</strong> XIX el personaje<br />
escénico –es decir la construcción <strong>del</strong> actor– no adquiere<br />
el perfil que hoy le otorgamos en función de la alta gama de<br />
6 CUADERNOS DE PICADERO