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Edición 13 de Mayo de 2015

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12 Diario Co Latino Miércoles <strong>13</strong> <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> <strong>2015</strong><br />

No- 2<strong>13</strong>6 Email: nmartinez@diariocolatino.com<br />

Ha llegado mayo<br />

Álvaro Darío Lara<br />

Escritor/Poeta<br />

Colaborador <strong>de</strong> Trazos Culturales<br />

Para Isaí<br />

Hace unos días<br />

Luis Roberto, un<br />

querido amigo,<br />

llegó hasta mi<br />

casa, triunfal,<br />

haciendo <strong>de</strong>licias<br />

mis ojos. Llevaba<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su<br />

cordialidad a<br />

flor <strong>de</strong> piel,<br />

una bolsa llena<br />

<strong>de</strong> gigantescos<br />

aguacates, en<br />

proceso <strong>de</strong><br />

madurez, y que<br />

cumplido su<br />

tiempo, nos <strong>de</strong>leitarán con la crema <strong>de</strong> su sabor inigualable. Gracias a él, y gracias a<br />

la lluvia, y al sol, hemos saludado con pie firme este mayo que ha irrumpido contra<br />

todo pronóstico que le restaba la bendición <strong>de</strong> la lluvia, puesto que ésta ha caído, y<br />

como Dios manda, con toda su fiereza en no menos <strong>de</strong> tres ocasiones continuas.<br />

Es mayo caluroso, pero <strong>de</strong> un calor distinto al <strong>de</strong> abril. Ahora su fuerza está<br />

menguada por la acción <strong>de</strong> la lluvia, que ofrece esa tenue brisa matinal y vespertina,<br />

que invita al solaz embeleso.<br />

<strong>Mayo</strong> nos sabe en el país, a la tradición religiosa que se resiste a morir; a la santísima<br />

cruz, instalada en los hogares -celosos <strong>de</strong> la costumbre- ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> jocotes, mangos,<br />

mamones, naranjas, sandías y otros frutos. Asimismo, las campanas en las católicas<br />

parroquias repican una y otra vez, recordando el misterio <strong>de</strong> la Sierva <strong>de</strong>l Señor, la<br />

humil<strong>de</strong> mujercita que dijo sí al ángel Gabriel. Flores entonces, rosas, y velas para<br />

María, engalanando los altares.<br />

Y mayo, es el surco que trazan los cansados bueyes, en espera <strong>de</strong> la prometedora<br />

semilla. Es la tierra abriéndose, revelando su húmeda negritud al paso <strong>de</strong> los<br />

campesinos. Nuestro inmenso Ambrogi, el gran retratista <strong>de</strong>l paisaje nacional, nos<br />

lo dice magistralmente, en su narración “Las primeras lluvias <strong>de</strong> mayo” (El libro <strong>de</strong>l<br />

trópico): “La aradura ha principiado por las hazas <strong>de</strong>l Pepeto. Hay que prepararlas<br />

para sembrar ocho medios <strong>de</strong> maíz. Han ido a la faena el Tordito y el Lucero, dos<br />

bueyes overos, mansos y sufridos. De nuevo, como en el año anterior, como siempre,<br />

véseles caminando, el uno pegado al otro; caminando con placi<strong>de</strong>z bíblica. Y el<br />

arado, regido por la mano tosca y el forzudo brazo <strong>de</strong> Antolín, va <strong>de</strong>sflorando la<br />

tierra blancuzca, haciendo brotar <strong>de</strong> las incisiones la tierra negra y fecunda. Queda<br />

el campo cubierto <strong>de</strong> surcos paralelos, abiertos como heridas exangües. Vuelve, por<br />

segunda vez a pasar el arado, como machete que se ensaña en la honda herida. Y tras<br />

Antolín, esta vez, los dos sembradores que le siguen, van regando la semilla. En un<br />

tarro llevan los granos. Agarran el puñado y van <strong>de</strong>jando caer, alternativamente, tres<br />

granos, tres granos, tres granos. Una vez caído el grano con el pie, en un movimiento<br />

rápido, <strong>de</strong>stripan los terrones y empujan la tierra al surco. En seguida, con el talón,<br />

oprimen ligeramente el sitio y prosiguen en su labor sin volver la vista atrás”.<br />

<strong>Mayo</strong> <strong>de</strong> las siniestras tormentas, anunciadas quedamente por el vientecillo que las<br />

prece<strong>de</strong>, y que va en aumento, arremolinándolo todo, levantando faldas, alzando la<br />

hojarasca, llevándose un <strong>de</strong>scuidado cua<strong>de</strong>rno abierto, alertando a los sentidos que<br />

hay que “meter la ropa”, “cerrar las ventanas” y disponer <strong>de</strong> una buena can<strong>de</strong>la, por si<br />

el nutrido azote <strong>de</strong>l agua se extien<strong>de</strong> por mucho tiempo, y nos <strong>de</strong>ja “sin luz”.<br />

Y luego el feliz amanecer, cuando las hojas exhiben la perla traslúcida <strong>de</strong> la noche,<br />

intacta, esperando que el viento y la irradiación <strong>de</strong>l día, la disuelva finalmente. Y<br />

<strong>de</strong> nuevo la tierra, hogar <strong>de</strong> minúsculos seres: la hormiga afanosa y el zompopo<br />

diligente, cargando la provisión que ha <strong>de</strong> alimentarlos en el hogar recóndito <strong>de</strong> su<br />

especie.<br />

<strong>Mayo</strong> <strong>de</strong> las madres amorosas y sufridas, velando junto a la cabecera <strong>de</strong>l hijo<br />

enfermo, <strong>de</strong> compras por el mercado, cocinando, lavando, trabajando en la finca, la<br />

fábrica, o en los mil afanes por llevar el sustento <strong>de</strong>l día a día.<br />

Ha llegado, entonces, mayo, sanando el jiote <strong>de</strong> las la<strong>de</strong>ras, extendiendo su fina y<br />

agreste alfombra <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> por los cerros y valles. Renovando la vida, proclamando el<br />

triunfo <strong>de</strong> la paz <strong>de</strong> la naturaleza, sobre la mano –muchas veces torva- <strong>de</strong>l hombre.

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