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Lo alegraba tanto la<br />

proximidad de la Pascua... las<br />

vísperas llenas de alegría.<br />

Sobre todo de una alegría<br />

espiritual. Las muchachas<br />

salían a la calle con vestidos<br />

blancos; llevaban canastas<br />

llenas de flores... Ellas habían<br />

sido su motivo más grande<br />

para pensar en Dios. Siempre<br />

pensaba en Dios. Lo buscaba.<br />

Buscaba una explicación y<br />

una garantía para la fe. Él sí<br />

habría dado su vida por Dios,<br />

aunque a veces pareciera que<br />

dudaba, que ni se adhería por<br />

completo a la tradición de sus<br />

padres ni se decidía a abrazar<br />

el cristianismo, como<br />

Kierkegaard. Toda su vida,<br />

incluyendo su vida literaria,<br />

que fue la verdadera, la dedicó<br />

a buscar a Dios.<br />

En la superficie del oscuro y<br />

helado Moldava, miles de<br />

luces danzaban suavemente,<br />

meciéndose, inalcanzables.<br />

De abajo del puente llegaban<br />

los graznidos de patos y<br />

cisnes que llegaban ya a<br />

dormir.<br />

“¿Será posible?”, volvió a<br />

preguntarse. Era idéntico: la<br />

misma pulcritud maniática, la<br />

ropa limpia y bien planchada,<br />

elegida de acuerdo con esa<br />

discreta elegancia de los<br />

judíos burgueses; el andar<br />

inseguro, casi asustado: una<br />

madeja de nervios. No había<br />

podido verle bien la cara, pero<br />

había visto las cejas y la<br />

mirada.<br />

…el diabolismo de las gárgolas de la catedral…<br />

Comenzaba la puesta de sol<br />

y amenazaba lluvia, y muchos<br />

de los artistas callejeros que<br />

ofrecían sus obras en el<br />

puente del Rey Carlos y sus<br />

alrededores habían recogido<br />

ya sus cosas.<br />

“El puente más bello del<br />

mundo”, pensó la muchacha.<br />

Cuántas veces se había<br />

quedado<br />

parada<br />

contemplando las dos torres<br />

negras del lado de Malá<br />

Strana, la Ciudad Pequeña; el<br />

puente en sí, con sus estatuas<br />

de santos y sus adoquines de<br />

piedra ennegrecidos por los<br />

siglos; y en el otro extremo,<br />

envueltos místicamente en el<br />

velo de la niebla, la torre del<br />

lado de la Ciudad Vieja y el<br />

domo azul de la iglesia de San<br />

Francisco. Se quedaba<br />

mirando todo eso y se repetía<br />

que ése era el puente más<br />

bello del mundo. Pero la<br />

escritura de ese hombre era<br />

parte del milagro de Praga,<br />

que sin ella habría sido<br />

incompleto. Reunía en sí<br />

misma todos los claroscuros<br />

de esa ciudad: el diabolismo<br />

de las gárgolas de la catedral<br />

y la serena luz de las<br />

imágenes de Nuestra Señora<br />

de las Victorias. El terrible<br />

golem, que según las<br />

leyendas dormía en algún<br />

lugar del barrio judío, dormía<br />

también dentro de sus libros.<br />

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