Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
me atraía como el abismo al<br />
suicida. Las manos trémulas<br />
cubiertas de anillos y pulseras,<br />
la prótesis de su pierna<br />
derecha, la respiración<br />
entrecortada, la mirada perdida,<br />
la llave antigua colgando<br />
del cuello…, o simplemente<br />
me ganó la curiosidad. Cada<br />
viernes, antes del anochecer,<br />
una empresa de mensajería le<br />
dejaba tres maletas a la puerta.<br />
La anciana, que sólo salía de<br />
la casa esos días, arrastraba<br />
las maletas con el dolor<br />
surcando su rostro. Estaba<br />
decidido: el siguiente viernes<br />
entraríamos a la casa.<br />
Cuando la empresa de<br />
mensajería salió del<br />
residencial, nos subimos a las<br />
cuatrimotos fingiendo dar un<br />
rondín. El jefe de turno apuntó<br />
la hora en la bitácora y<br />
continuó viendo una<br />
telenovela y comiendo una<br />
sopa instantánea en la caseta<br />
de vigilancia.<br />
seguro. La abrí lentamente<br />
evitando que los goznes<br />
crujieran.<br />
Fauces negras vomitando<br />
silencio.<br />
Nos apresuramos a<br />
encender las lámparas. El clic<br />
retumbó en nuestras cabezas<br />
y se fue atenuando con el<br />
paso de los segundos, pero a<br />
la fecha lo sigo escuchando.<br />
La primera habitación,<br />
supuestamente la sala, estaba<br />
vacía. Cuatro paredes blancas<br />
absolutamente vacías.<br />
Caminamos hacia la otra<br />
habitación… Nada. El haz de<br />
luz de la lámpara del guardia<br />
se movía nervioso de un lado<br />
a otro. Puse mi mano sobre su<br />
hombro y le dije al oído que no<br />
se preocupara, que arriba<br />
estaría todo. Asintió y avanzó<br />
con firmeza rumbo a la<br />
escalera. Me quedé atrás,<br />
examinando las paredes.<br />
Parecían moverse, como si<br />
respiraran. De pronto, se<br />
escuchó un golpe que cimbró<br />
la casa. El guardia se había<br />
caído. Su lámpara rodaba en<br />
el piso generando sombras<br />
imposibles. Cuando lo ayudé a<br />
levantarse nos dimos cuenta<br />
que sus manos estaban<br />
manchadas de rojo. El<br />
causante de su caída había<br />
sido un charco de sangre al<br />
pie de una puerta pegada a la<br />
escalera. Los ojos del guardia<br />
gritaban: ¡Vámonos! Asentí y<br />
corrimos rumbo a la salida,<br />
mas a los pocos pasos las<br />
paredes comenzaron a<br />
agrietarse. Una a una se<br />
desmoronaban levantando<br />
nubes de polvo dejando a la<br />
vista la verdadera piel de la<br />
Esperamos, fumando en<br />
silencio, a que la luz de la<br />
ventana se apagara. Cuando<br />
lo hizo, cogimos los morrales y<br />
las lámparas sordas y<br />
brincamos la barda. La hierba<br />
del jardín nos cubría la cintura<br />
y la tierra estaba muy floja,<br />
casi fangosa. Primero a la<br />
derecha y luego a la izquierda,<br />
escuché movimiento entre la<br />
hierba. Ratas, pensé, y le hice<br />
señas al guardia para que se<br />
apresurara. Para nuestra<br />
sorpresa, la puerta no tenía<br />
La primera habitación, supuestamente la sala, estaba vacía.<br />
Cuatro paredes blancas absolutamente vacías.<br />
25