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Te vamos a sacar los ojos,<br />
desgraciado. Esto último lo<br />
sobresaltó más que todo, lo<br />
oyó en voz del policía que le<br />
tomó sus datos en el MP. En<br />
el espejo sólo se veía su<br />
propia imagen.<br />
Y Osbelia sin contestarle. Un<br />
malestar múltiple lo puso en<br />
blanco, nervioso, hastiado de<br />
responder el teléfono y volver<br />
a contar todo a los demás;<br />
optó por ponerse a recoger el<br />
tiradero. Era poco más de la<br />
una y Jaime sentía que<br />
llevaba horas así: alzando<br />
esto, dándole la vuelta a<br />
aquello, intentando borrar un<br />
caminito de sangre en la<br />
alfombra. Un grito a su<br />
espalda lo paralizó: ¡Nunca<br />
me han gustado los<br />
mandilones! Volteó asustado y<br />
vio a Félix, desnudo y con un<br />
machete a punto de darle en<br />
la cabeza, como a un coco.<br />
Gritó como poseído,<br />
instintivamente alzó los brazos<br />
para cubrirse el rostro. Y no<br />
sintió nada, silencio, se<br />
descubrió y vio que estaba<br />
más solo que nunca. Casi se<br />
calmó y ese estado de gracia<br />
duró poco; sacaba una cerveza<br />
del refri y al cerrarlo, tras la<br />
puerta se le apareció la<br />
secretaria del director,<br />
desnuda, tambaleante, con un<br />
picahielos encajado en un<br />
hombro; y la vio como de<br />
setenta y tantos años, era ella,<br />
lo sabía, pero no le reconocía<br />
la voz: Veeen, Ayúuuudanos…<br />
Ráaaapi… doooo.<br />
La botella estalló al tocar el<br />
piso. La soltó con el susto, su<br />
cara dominada por el pavor. El<br />
ruido y una gruesa astilla que<br />
se le enterró en el dedo gordo,<br />
le hicieron voltear a verse el<br />
pie derecho, sangraba, pero el<br />
miedo lo hizo voltear a ver a la<br />
decrépita, que ya no estaba.<br />
Titubeante entre salirse o<br />
resolver la incomprensible<br />
situación, supo cómo choca la<br />
aprensión con los intentos por<br />
tener calma, por ejemplo con<br />
los ojos que lo miraban desde<br />
la pared de su recámara.<br />
Tomaba un trofeo ganado en<br />
el bar y se disponía a<br />
lanzárselo, cuando sonó el<br />
timbre. Corrió al interfono, era<br />
ella. Y de nuevo tan rápido se<br />
transformaba el mundo, del<br />
miedo al gusto, de la angustia<br />
a la paz. Ella… era ella la que<br />
le daba sentido a vivir, más<br />
aun en momentos como ese.<br />
Había tenido mucho trabajo,<br />
por eso no se había puesto en<br />
contacto –y él se acordó que<br />
no sabía qué hacía ella, dónde<br />
trabajaba. Pero como estaba<br />
feliz de verla, mejor la puso al<br />
tanto de los hechos. Osbelia lo<br />
miró feo cuando supo qué<br />
hacía esa pareja en su casa, y<br />
por qué no se iban a un hotel<br />
como hace la gente decente<br />
para coger. Lo escuchó<br />
atentamente cuando él se<br />
explayó en el estado de su<br />
amigo, ahí amarrado como<br />
loco a una camilla y pegando<br />
gritos advirtiéndole de asesinos<br />
en su casa. Ella cortó la<br />
nota roja con un comentario<br />
ad hoc: Qué asesinos ni qué<br />
ocho cuartos, más bien aquí<br />
esos dos se dieron un round<br />
de cariño, ay bebé… apa<br />
amiguitos que te cargas,<br />
ándale, mejor vamos<br />
recogiendo este batidillo. Beso.<br />
…desnuda, repegándose al espejo, lamiéndolo,<br />
arañándolo como hacía en su espalda..<br />
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