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unlibrorojo

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15Pero...Cuando yo ingresé en el partido (a través de una reunión de cédula que ya he dejadoescrito en un poema), el primer material de estudio que puso en mis manos la organización fue Elizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, de Lenin. Los camaradas dijeron que era lo quemás nos correspondía aprender a manejar: la táctica central, los límites del campo de maniobras deun partido que no ha tomado aún el poder. Entonces no sabía yo que hay personas que definen parasiempre el Partido Comunista como “un partido que no ha tomado aún el poder”, e incluso como“un partido que acumula fuerzas”, lo cual eleva toda táctica y toda maniobra a un campo demetafísica existencial que ni el reverendo Berkeley fue capaz de imaginar. Sin embargo, mesesdespués, habíamos llegado a una conclusión levemente operativa: los pequeño-burgueses y sudesaforado izquierdismo son el enemigo público número uno del Partido-Comunista-quepermanece-sobreviviendo-por-más-de-cuarenta-años-sin-tomar-el-poder.No advertíamos, sinembargo, que nos encontrábamos en la pequeña capital de un pequeño país de la América Latina nique, en su libro, Lenin hablaba de una experiencia histórica concreta, de un análisis teórico concretoy de un tipo concreto de pequeña burguesía: experiencia, análisis y pequeña burguesía de Europa.“Para los marxistas –dice Lenin– está plenamente establecido, desde el punto de vista teórico –y laexperiencia de todas las revoluciones y los movimientos revolucionarios de Europa lo confirmanpor entero–, que el pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos paíseseuropeos está muy difundid y tiene carácter de masas) que sufre bajo el capitalismo una presióncontinua y muy a menudo un empeoramiento increíblemente brusco y rápido de sus condiciones deexistencia, y la ruina, cae con facilidad en el ultrarrevolucionarismo, pero es incapaz de manifestarserenidad, espíritu de sacrificio, disciplina y firmeza. El pequeño burgués 'enfurecido' por loshorrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los paísescapitalistas” [subrayados de quien cita.] ¿Cómo trasladar mecánicamente los justos epítetos deLenin, dirigidos a los tenderos, rentistas, patrones pequeños de Francia o Checoslovaquia, a losestudiantes latinoamericanos que desde hace cincuenta años mueren en las calles por la revolución,a los profesionales revolucionarios (desde Mariátegui a Fidel Castro y el Che Guevara), a los curasguerrilleros, a los poetas, a los empleados del “desarrollo del subdesarrollo” que se mueren dehambre con cuello y corbata? Años más tarde, tuve que hablar en cierta capital del mundo socialista,frente a un público formado en su mayor parte por universitarios de mi país, sobre algunosproblemas de la lucha armada en la revolución latinoamericana. El responsable político de miscamaradas, después que terminé la exposición y en vista del acuerdo que mostraron con ella losasistentes, repartió apresuradamente copias en español de El izquierdismo, enfermedad infantil delcomunismo, para evitar – fueron sus palabras textuales – que aquella nutrida base juvenil comunistase fuera a desviar con mis palabras. No creo en la base anecdótica de la cultura revolucionaria ycada día más velozmente huyo de tan sutil (o grosero, depende) tipo de argumentación. Si recuerdoestas situaciones es porque hoy he vuelto a leer el libro de Lenin al que me vengo refiriendo y estoyseguro de que, como todo el resto de su obra, se trata de un libro “de izquierdas”. La enfermedadsenil de la derecha latinoamericana se manifiesta también –sin mencionar para nada la tos, laarterioesclerosis, el vértigo de montaña y ciertas paranoias suculentas – en ese daltonismo políticoque consiste en considerar verde un libro rojo como El izquierdismo, enfermedad infantil delcomunismo. Un daltonismo así no se lo podría permitir nadie más, impunemente, estoy seguro. Enlos hechos, no se lo ha podido permitir nadie, digo, impunemente. Ni siquiera yo, con todo y elapellido que llevo.

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