De este modo, Roque lleva a la práctica en su escritura ensayística los recursos que ya habíaempleado en su poesía. La cultura revolucionaria se vuelve más eficaz y adquiere mayor poder defuego (y de convencimiento) cuando más irónica y mordaz.Esa ironía, tan propia y característica de su escritura, le ayuda también a reírse, o al menos, aperderle el respeto a los géneros discursivos tradicionales. En ese sentido reaparece una y otra vez,en cada página de su libro, una pregunta que no por tácita resulta menos operante: ¿por qué lapolémica ideológica no puede ser poética?, ¿por qué una obra poética debe renunciar a suproyección ideológico política?Al saltar por sobre los géneros, Roque combina poemas, relatos, anécdotas y hasta documentoshistóricos con las instrucciones de Lenin para realizar un sabotaje, emplear una molotov, asaltar unacomisaría, construir un ejército revolucionario. En su conjunto, la obra constituye un inmensocollage en el que se integran materiales ensayísticos, biográficos, documentales, poéticos ypedagógicos.Dentro de ese collage, en la aproximación a Lenin y en la crítica del reformismo que pretendiómanipularlo, deformarlo o directamente rechazarlo, intervienen numerosas voces con las que élconcuerda y polemiza.Roque lo fue construyendo como un diálogo inacabado. En sus páginas aparecen también susoponentes, personajes inventados que, desde el horizonte de la vieja izquierda metropolitana yeurocéntrica, intentan poner en duda la lectura leninista que, en clave latinoamericana, su autor nospropone.Si bien es innegable que los personajes del diálogo-collage son múltiples, también es evidente queese elenco numeroso cuenta con dos protagonistas centrales e inequívocos: Lenin y Roque, Roque yLenin. Ambos, miembros activos de nuestra cofradía antimperialista y anticapitalista. Hacerloshablar significa incorporarlos al juego, involucrarlos en la resolución de nuestros desafíos políticosactuales y nuestros interrogantes abiertos. Leer el libro implica, entonces, participar en el diálogo.Pero el collage de Roque no es posmoderno, pues su propuesta de lectura-escritura tiene ejes ycontornos netamente definidos, habitualmente despreciados y vilipendiados por el llamado«pensamiento débil». En primer lugar, la historia, especialmente la de la América Latina, aunquetambién la de otras revoluciones antimperialistas y anticapitalistas del mundo subdesarrollado. Ensegundo lugar, la ideología. En tercer lugar, el sujeto y, finalmente, en cuarto pero no en últimolugar, la revolución. El collage de Dalton, repleto de retazos polifónicos, no tiene entonces nada quever con la fragmentación entrecortada de un videoclip posmoderno, donde las partes coexistenyuxtapuestas sin un sentido articulador que las ordene y les otorgue una dirección.En esa articulación de historia, ideología, sujeto y revolución, el relato no corre únicamente porcuenta de Roque. Junto a la suya, se oyen también otras voces, permaneciendo el collage abierto yexpresamente inconcluso como la misma revolución continental y la propia historia del marxismolatinoamericano en los cuales este libro se inserta.La forma collage y el traspaso permanente de género en género no son las únicas notas definitoriasde esta escritura. Al mismo tiempo debemos registrar su humor, no como algo aleatorio ocoyuntural, sino como un registro fundamental de toda la obra de Roque Dalton.El humor de Roque, por ejemplo, intercala sin ningún tipo de advertencia al lector, en medio de unarigurosa explicación de nuestro común amigo y compañero Fernando Martínez Heredia sobre elmarxismo ruso, los terroristas populistas, Plejanov y el joven Lenin, la frase de la canción de CarlosPuebla: “pero entonces llegó el comandante y mandó a parar”. Una irrupción sin aviso quedesconcierta al lector y, como aquella viejas técnicas teatrales que utilizaba Bertolt Brecht en sudramaturgia, despiertan al espectador y lo zarandean para que tome distancia del relato y así avancecríticamente en la conciencia.O también, aquella referencia a Gramsci y a su vínculo con la Internacional Comunista de su obra
Un libro levemente odioso donde Roque, en lugar de escribir 275 páginas repletas de notas al pie ydocumentos de archivo, resume su explicación con frases de... ¡un bolero!: “¿Qué le dijo elmovimiento comunista internacional a Gramsci? No tengo edad, no tengo edaaaad para amarte....”.El humor de Roque se convierte así en una herramienta desacralizadora, un modo permanente deacercarse al marxismo y en particular a Lenin evitando toda momificación, alivianando hastacorroer y disolver el peso del bronce que durante décadas aplastó su mensaje rebelde.En medio de la risa y la ironía, Roque nos invita a pensar en voz alta, a reflexionar codo a codo yfraternalmente entre compañeros, manteniendo al mismo tiempo una ácida y agria polémica con losenemigos burgueses.¿Lenin? ¿Cuál?Después de investigar sobre la historia remota de El Salvador, de reconstruir la insurreccióncomunista de 1932 y de ajustar cuentas con todo el affaire Debray, Roque se vuelca a Lenin. No escasual. Los sectores más afines a la Unión Soviética y al llamado “tránsito pacífico” al socialismoinvocaban su figura —con no poco cinismo—como antídoto frente a todos los “izquierdismos”,principalmente el del Che Guevara y sus seguidores latinoamericanos.¿Cuál es el Lenin que aquí nos acerca Roque? Pues el Lenin del trabajo clandestino, el de lainsurrección, el de la revolución y el de la lucha por el poder. En esta elección no hay arbitrariedadalguna sino una perspectiva político-ideológica inequívoca. El gran presupuesto de Roque se asientaen una cosmovisión que concibe al marxismo de manera viva, inflamable, como una teoría de larebelión y no como una doctrina académica muerta asentada en una recopilación de citas “sagradas”tranquilizadoras. Según Roque“nos interesa muchísimo más el Lenin de la toma de Petrogrado y el Lenin que nos llega a travésdel Che Guevara y el general Giap, que el lenin (genial, sin duda) de la NEP o el Lenin que nosllega a través del informe sobre los éxitos de la última cosecha de trigo en Ucrania”.La aproximación a Lenin está dada por la historia, la del propio Lenin y la de sus lectores actuales,con problemas diversos a los de 1917 pero para los cuales el acudir al pensamiento del granbolchevique puede resultar sumamente útil y provocador. De allí que Dalton, sucinto y económico,defina de la siguiente manera: “El leninismo es un complejo resultante de la historia, no unapenetrable bola de acero”.En esa aproximación a Lenin, que no por ser activa y en perspectiva deja de ser objetiva, no portomar partido deja de ser rigurosa y estricta, no por elegir un perfil de abordaje deja de tomar encuenta los documentos y la investigación historiográfica, Roque Dalton aclara a cada paso desdedonde habla y contra quien habla. Sus interlocutores polémicos están abiertamente mentados en elpoema “Contra quien es este libro”. Además de oportunistas, allí los clasifica —una vez más,irónicamente— como “full backs de la burguesía”, aquellos que acusan de “blanquismo” a lanaturaleza y a la historia o creen que la gran obra de Marx consiste en haber prevenido a la claseobrera contra el revolucionarismo excesivo.Si está claro con quién es la polémica, también son nítidas las acusaciones que Roque pretendecontestar. Están enumeradas en el poema titulado “En la polémica nos dicen”. Esto es: anarquistas,bandoleros, extremistas, terroristas, antisociales...Si hubiera que resumir en una sola categoría de la historia política del movimiento socialista todosesos insultos, ese concepto sería el de “blanquismo”, referencia despectiva que remite al líderconspirador francés del siglo XIX Auguste Blanqui.Roque se propone rescatar a Lenin (y con él a todo el marxismo revolucionario que no sirve depasto de consumo académico) de las acusaciones de “blanquismo”, pero también de otras quesuelen acompañarlo: “aventurerismo”, “putshchismo”, “romanticismo”, “jacobinismo” y“babuvismo” (referencia despectiva que remite a Graco Babeuf).
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