Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado
Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado
Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
pleno orgasmo. O sea que quedé viudo para los famélicos sobrantes. Se<br />
me ocurrió escribir una autobiografía, pero a las setenta y tres páginas<br />
advertí que aquel engendro no iba a interesar a nadie. Ni siquiera a mí.<br />
Fue cuando vendí el último taxi y alquilé un apartamentito casi enano,<br />
pero con un amplio ventanal <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> dialogaba con la luna. Cuando<br />
no la tapaban las nubes, of course. Y llegué a la conclusión <strong>de</strong> que la<br />
luna era <strong>mi</strong> cuarto y <strong>de</strong>finitivo amor.»<br />
Le tocó el último turno a Juan Pedro, el pianista. «Viví con la música,<br />
para la música y <strong>de</strong> la música. Más <strong>de</strong> una vez fui solista en algún<br />
concierto para piano y orquesta. Digamos más bien para piano y orquestita.<br />
Pero cuando el rock y otros <strong>de</strong>safinados invadieron la radio, los<br />
anfiteatros, la televisión y las discotecas, no tuve más remedio que<br />
apuntarme en el paro. Durante un tiempo sobreviví gracias a la venta <strong>de</strong>l<br />
piano, cuyo producto, como era un Pleyel, me alcanzó para<br />
<strong>de</strong>senvolverme durante un año, cinco meses y nueve días. ¿Y luego?<br />
Bueno, luego conseguí un carrito bastante presentable y me <strong>de</strong>diqué a<br />
recoger basura en barrios <strong>de</strong> pro. Es otra música, pero bah.»<br />
A esta altura, a Medardo Soria le pareció advertir que los cuatro viejos y<br />
queridos a<strong>mi</strong>gos lo observaban con una <strong>mi</strong>rada que era en todos la<br />
<strong>mi</strong>sma. Los ocho ojos eran <strong>de</strong> pronto negros, rigurosos, lejanos.<br />
Mariano habló en nombre <strong>de</strong> los cuatro: «Medardo, ha llegado el<br />
momento <strong>de</strong> ponerte al día. Nosotros hace tiempo que estamos muertos.<br />
<strong>El</strong> Más Allá es repetido, soporífero, insulso. Por eso resolvimos venir a<br />
verte y contarte nuestras historias. Por favor, no pongas esa cara <strong>de</strong><br />
pasmado. No somos fantasmas. Somos muertos».<br />
Medardo no pudo con su propio estupor. Se sintió <strong>de</strong>sfallecer y que<br />
empezaba a <strong>de</strong>rrumbarse. Y se <strong>de</strong>rrumbó. La siguiente visión fue que los<br />
cuatro queridos finados lo recibían con los brazos abiertos.<br />
LA SEÑORITA RODRÍGUEZ<br />
Oficina es rutina. Presumo que esto ha sido dicho y escrito por<br />
numerosos burocratólogos, no sé a ciencia cierta quiénes ni cuántos,<br />
pero como cabe la posibilidad <strong>de</strong> que todavía sea una frase inédita, por<br />
las dudas aquí la digo y la escribo. Es una rutina, claro, pero tiene sus<br />
luces y sus sombras. En la nuestra nos conocíamos tanto que ya nada<br />
quedaba por <strong>de</strong>scubrir. Sabíamos <strong>de</strong> memoria todas las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
nuestro diario vivir, nuestras relaciones fa<strong>mi</strong>liares, nuestros muebles,<br />
nuestros platos preferidos, los problemas con nuestros padres o con<br />
nuestros hijos, nuestros números <strong>de</strong> ca<strong>mi</strong>sa, nuestros autores dilectos,<br />
bah, lo sabíamos todo. Esa fa<strong>mi</strong>liaridad era <strong>de</strong> un talante casi fraternal<br />
(aunque a veces nos peleábamos como verda<strong>de</strong>ros hermanos), pero con<br />
el tiempo se fue volviendo algo tediosa. Cuando preguntábamos algo,<br />
sabíamos <strong>de</strong> antemano la respuesta. Entre nosotros no había sorpresas<br />
ni estupores ni <strong>de</strong>sconciertos. Lo que se llama «un colectivo», y aunque<br />
solíamos referirnos a nosotros <strong>mi</strong>smos en plural, éramos conscientes <strong>de</strong><br />
que pensábamos y actuábamos en singular. Que yo recuer<strong>de</strong>, sólo una<br />
14