20.11.2012 Views

Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado

Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado

Benedetti, Mario - El porvenir de mi pasado

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

partidas <strong>de</strong> los trenes. La ca<strong>mi</strong>nata me había <strong>de</strong>spertado el apetito. Por<br />

fortuna pu<strong>de</strong> conseguir un refuerzo <strong>de</strong> jamón y queso. Luego me fui<br />

internando por los ca<strong>mi</strong>nos que quedaban <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la estación, o sea el<br />

lado pobre, casi <strong>mi</strong>serable. Las casas más o menos suntuosas quedaban<br />

<strong>de</strong>l otro lado. Por don<strong>de</strong> yo andaba no había líneas <strong>de</strong> teléfono. Eso me<br />

preocupó porque me habría gustado llamar a casa, pensando que la<br />

vieja, o sea vuestra bisabuela, a esa altura ya se estaría preocupando. Al<br />

pasar frente a una casita que era casi un rancho, con un techo <strong>de</strong><br />

chapas <strong>de</strong> zinc, un tipo alto y flaco se me acercó. Vos no sos <strong>de</strong> aquí,<br />

dijo. A duras penas balbuceé: No. ¿Y qué haces por este barrio? Nada.<br />

Me preguntó dón<strong>de</strong> vivía y se lo dije. ¿Viniste con per<strong>mi</strong>so? No. ¿Sabes<br />

lo inquietos que <strong>de</strong>ben estar tus viejos? Pue<strong>de</strong> ser. Me tomó <strong>de</strong> un<br />

brazo, sin violencia, y así llegamos a una moto con si<strong>de</strong>car, algo<br />

estropeada pero que aún funcionaba. Me ubicó en el asiento lateral y así<br />

arrancamos por Garzón hasta llegar a <strong>mi</strong> casa, esquina Casavalle. Le<br />

pedí que me <strong>de</strong>jara allí. Creo que le dije gracias. <strong>El</strong> hombre me sonrió,<br />

me tocó la cabeza, esperó que yo abriera la puerta <strong>de</strong>l jardincito y sólo<br />

entonces arrancó <strong>de</strong> nuevo. Fue ahí que apareció <strong>mi</strong> madre y me<br />

preguntó dón<strong>de</strong> me había metido: hace como media hora que te estoy<br />

llamando, la co<strong>mi</strong>da está pronta y tu padre tiene que salir. O sea que <strong>mi</strong><br />

mo<strong>de</strong>sta aventura no había provocado angustias. Todavía hoy recuerdo<br />

que me asaltó una mezcla <strong>de</strong> alegría y <strong>de</strong>cepción. Alegría porque estaba<br />

<strong>de</strong> nuevo en casa. Decepción porque no me habían echado <strong>de</strong> menos.<br />

Horacio consi<strong>de</strong>ró que era su turno.<br />

-¿Te acordás, abuelo, <strong>de</strong> tu primer amorato?<br />

-Sí, claro. Tendría unos diecisiete años. Había un vecino cuarentón,<br />

arquitecto, que tenía una mujercita veinteañera y encantadora. Iba a<br />

menudo a visitarlos, pero sobre todo para disfrutar <strong>de</strong> esa linda<br />

presencia. Una tar<strong>de</strong> que estaba con ellos, el arquitecto recibió la visita<br />

<strong>de</strong> un empresario que quería encargarle una obra importante. Hice<br />

a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> retirarme, pero ella me hizo una seña casi imperceptible,<br />

indicándome la ruta <strong>de</strong> la cocina. Allí me senté, lleno <strong>de</strong> expectativas.<br />

<strong>El</strong>la sirvió café para su marido y el otro, que se habían instalado en el<br />

estudio. Luego vino a <strong>mi</strong> encuentro. Sin <strong>de</strong>cir palabra me abrazó y ante<br />

esa tácita autorización la besé siete u ocho veces. Nada más. Toda una<br />

alegría.<br />

-¿Y no sentiste ningún escrúpulo -inquirió Marcela- al besarla siete u<br />

ocho veces sabiendo que la muchacha era casada y el marido estaba allí<br />

nomás, pared <strong>de</strong> por medio?<br />

-No, y ¿sabes por qué no? Porque yo a esa altura ya sabía que el<br />

arquitecto, todos los viernes, concurría a un apartamentito <strong>de</strong> Pocitos,<br />

don<strong>de</strong> fornicaba puntualmente con una mulata, bastante apetitosa, que<br />

era mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> pasarela.<br />

Felipe cerró el interrogatorio.<br />

-¿Y alguna alegría relacionada con tu condición <strong>de</strong> literato renombrado?<br />

De adulto, claro.<br />

-Digamos a <strong>mi</strong>s cincuenta. Había <strong>de</strong>spedido en el puerto a <strong>mi</strong> editor<br />

español y volvía a <strong>mi</strong> casa, en un taxi, un poco distraído, reflexionando<br />

50

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!