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Pero no siempre la confusión es el caos. Hay en ella tendenciasque, si bien a veces pueden reforzar temporalmente las contra^dicciones internas, acaban sin embargo por hacerlas explícitas.Asi, la ética representaba un estímulo hacia la praxis, hacia laacción, es decir, la política^ y por ende hacia la economía; todo estollevaba a una profundizalión teorética y finalmente a la filosofíadel marxismo. Por supuesto, se trata de tendencias que habitual"mente sólo se desarrollan de una forma lenta y no homogénea.Ya durante la guerra, después de la revolución rusa, empezó shacerse sentir una orientación de este tipo. Como ofiseruo en etprefacio de la nweva edición, la Teoría de la novela surgió cuando,todavía dominaba un estado de desesperación general: no debeasombrarnos, pues, el hecho de que en ella yo viera el presente,al estilo de Pichte, como una condición de contaminación total,-,ni de que cualquier perspectiva o solución resultara una vanautopia. Una perspectiva para el futuro se abrió ante mi en lapropia realidad, sólo con la revolución rusa, con el derrocamientodel zarismo y, con más razón, con el del capitalismo. A pesar deque nuestro conocimiento de los hechos y los principios fuera- ícvdavía muy limitado y poco seguro, vimos sin embargo que —¡porfin!— se abría ante la humanidad un camino que nos llevaría másallá de la guerra y del capitalismo. Ciertamente, al hablar de esteentusiasmo no debemos tratar de embellecer el pasado. Yo también—y aquí hablo a titulo exclusivamente personal— viví un brevemomento de transición, cuando las últimas vacilaciones ante ladecisión última y definitivamente correcta hicieron surgir prot'isionalmenteuna malograda cosmesis espiritual, adornada con argumentosde complacida abstracción. Pero la decisión ya erainevitable. El breve ensayo Táctica y ética muestra sus motivoshumanos interiores.En cuanto a los pocos 'ensayos del período de la República Hún^gara de los Concejos y a su preparación, no hay mucho que decir.Nosotros estábamos —y yo lo estaba tal vez menos que nadie—espirituaímente muy poco preparados para las grandes tareas queteníamos por delante; nuestro entusiasmo trató, simple pero honestamente,de sustituir a la ciencia y a la experiencia. Me limitaréa recordar los únicos hechos que aquí nos interesan en particular:teníamos escaso conocimiento de la teoría leninista de la revolución,de su prosecución esencial del marxismo en estos campos.Sólo se habían traducido y nos eran accesibles pocos artículos yopúsculos y, en cuanto a los hombres que habían participado enla revolución rusa, algunos eran poco dotados desde el puntode vista teórico (como Szamueli) y otros estaban, desde el punto devista intelectual, bajo la influencia de la oposición rusa izquierda(como Bela Kun). Hasta la emigración vienesa no me fue posiblealcanzar un conocimiento más profundo de l,enin comoteórico, de modo que también en mi pensamiento de entonceshubo una operación dualista. Por un Udo, no logré asumir unaactitud de principio correcta con respecto a los errores oportUinistas fatales de la política de entonces, ni tampoco con respect4>

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