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entre Marx, Engels y Lassalle acerca del Sickingen; ensayo en elque se ponen claramente de manifiesto —desde luego, únicamenteen relación con un problema particular— ios lineamientos de estaconcepción, que, después de una fuerte resistencia, sobre todo porparte del sociologismo vulgar, se impuso mientras tanto en amplioscírculos marxistas. Ulteriores noticias sobre este punto no sonpertinentes aquí. Sólo quisiera subrayar que el viraje filosóficogeneral en mi pensamiento que he ilustrado aquí llegó a su claraexpresión durante mi actividad de critico en Berlín (1931-1933).Lo que me interesaba principalmente no era sólo el problema dela mimesis sino también, en la medida en que criticaba ante todolas tendencias naturalistas, el de la aplicación de la dialéctica ala teoría del reflejo. Porque en la base de todo naturalismo hay,desde el punto de vista teórico, la «reflexión» fotográfica de larealidad. La de acentuar francamente —cosa que no hacen ni elmarxismo vulgar ni las teorías burguesas— la oposición entre elrealismo y el naturalismo es una premisa insustituible de la teoríadialéctica de la reflexión, y por ende también de una estética enel espíritu de Marx.A pesar de que no pertenezcan estrictamente al ámbito de lostemas tratados aquí, estas observaciones me parecen oportunas,aunque no fuera más que para explicar el sentido y las motivacionesdel viraje que representó en mi producción la comprensiónde que los fundamentos de Historia y conciencia de clase eranfalsos y por qué considero este punto como la conclusión de misaños de aprendizaje del marxismo y de mi evolución juvenil. Sólome falta añadir pocas observaciones en relación con mi autocrítica—ya celebérrima— de Historia y conciencia de clase. Empezarépor confesar que siempre he sido sumamente indiferente con respectoa mis trabajos espiritualmente superados. Un año despuésde la publicación de El alma y las formas escribí a MargaretheSusmann una carta donde le agradecía su crítica a mi libro, afirmandoque «se me había vuelto completamente ajeno, en su totalidady en su forma:». Lo mismo me ocurrió con Teoría de la novelay con Historia y conciencia de clase. En 1933, cuando lleguéa la Unión Soviética y se abrió ante mí la perspectiva de una actividadfecunda —el papel de oposición de la revista LiteratumiKritik entre 1934 y 1939 en él plano de la teoría de la literaturaes umversalmente conocido— me vi ante la necesidad táctica detomar públicamente distancia con respecto a Historia y concienciade clase, para que la efectiva lucha contra las teorías oficiales ysemioficiales de la literatura no resultara perturbada por contrataquesen los cuales el adversario hubiera tenido la razón, segúnmis propias convicciones, por muy mezquinos que fueran sus argumentos.Se comprende que para poder publicar una autocríticatuve que someterme a las reglas del lenguaje que dominaba entonces:fue éste el único momento de adaptación en esta declaración.Se trataba, para mí, de pagar mi entrada en una ulteriorlucha de liberación: la «única» diferencia con respecto a la precedenteautocrítica de las tesis de Blum es que consideraba y fran-

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