Pierre <strong>Cabanne</strong> C o n v e r s a c i o n e s c o n M a r c e l D u c h a m p 23M. D. — ¿Sabe una cosa? Apollinaire escribía lo que le pasaba por la cabeza. De todas formasme gusta lo que ha hecho porque carece del aspecto formal de ciertos críticos.P. C. — Usted ha dicho a Katherine Dreier que cuando se le presentó la imagen del Nudescendant un escalier comprendió que esa imagen «rompería para siempre las cadenas de laesclavitud del naturalismo...».M. D. — Sí. Es una frase de la época, 1945, creo; yo explicaba que cuando se quiere mostrar unavión en vuelo no se pinta una naturaleza muerta. El movimiento de la forma en un tiempo dado noshace entrar fatalmente en la geometría y las matemáticas; igual ocurre cuando se <strong>con</strong>struye unamáquina...P. C. — En el momento en que finalizaba el Nu descendant un escalier usted llevaba a cabo elMoulin á café que se adelanta a los dibujos mecánicos.Moulin á caféM. D. — Para mí es algo más importante. Los orígenesson simples. Mi hermano tenía una cocina en su casita dePuteaux y tuvo la idea de decorarla <strong>con</strong> cuadros de amigos.Pidió a Gleizes, Metzinger, La Fresnaye, y también creoque a Léger, que hicieran <strong>con</strong> cuadros de la mismadimensión una especie de friso. También me lo pidió a míy pinté un molinillo de café que hice estallar; el polvo caea un lado, los engranajes están en la parte superior y elmango es visto simultáneamente en varios puntos de sucircuito <strong>con</strong> una flecha que sirve para indicar elmovimiento. Sin saberlo había abierto una ventana sobrealgo distinto.Esta flecha era una innovación que me gustaba mucho,el aspecto diagramático era interesante desde el punto devista estético.P. C. — ¿No tenía un significado simbólico?M. D. — En absoluto. Sino que <strong>con</strong>sistía en introduciren la pintura unos medios algo distintos. Era una especiede escapatoria. Sabe, en mí siempre ha habido esanecesidad de escaparme...P. C. — ¿Qué opinaban de esas experiencias lospintores que usted frecuentaba?M. D. — No pensaban gran cosa.P. C. — ¿Lo <strong>con</strong>sideraban un pintor?M. D. — Para mis hermanos este tema no se planteaba.Ni siquiera discutían sobre ello. Por otra parte, nohablábamos mucho de esas cosas...Debe recordar que el Nu descendant un escalier fuerechazado en los Indépendants de 1912. El promotor de todo ello fue Gleizes; la obra causó tal
Pierre <strong>Cabanne</strong> C o n v e r s a c i o n e s c o n M a r c e l D u c h a m p 24escándalo antes de la inauguración que Gleizes encargó a mis hermanos que me pidieran queretirara el cuadro. Como verá...P. C. — ¿Cuenta tal vez ese gesto entre las razones que le impulsaron posteriormente hacia unaactitud antiartística?M. D. — Eso me ayudó a librarme totalmente del pasado en el sentido personal de la palabra. Medije: «Bueno, puesto que es así, no debo entrar en un grupo, tendré que <strong>con</strong>tar en mí mismo, estarsolo.»Poco después el Nu fue expuesto en la Galería Dalmau de Barcelona; no fui, pero leí un artículoen el que se hablaba de una especie de caso especial, el caso del Nu descendant un escalier, sin que,por otra parte, se armara mucho ruido.P. C. — Ésta era la primera vez que usted alteraba el orden establecido. Me pregunto si elhombre tranquilo, e incluso prudente, que era hasta ese momento, no se «alteró» algo, a su vez, <strong>con</strong>un encuentro que había hecho algo antes, el de Picabia.M. D. — Le <strong>con</strong>ocí en el Salón de Otoño de 1911, en octubre, al que había enviado una gran«máquina», las Baigneuses; Pierre Dumont, cuya vida sería tan trágica, estaba allí y nos presentó,de ello data nuestra amistad. Después le vi muchas veces, hasta su fallecimiento.P. C. — Creo que el encuentro <strong>Duchamp</strong>-Picabia ha determinado en gran parte la ruptura queusted estaba a punto de llevar a cabo <strong>con</strong> las formas <strong>con</strong>vencionales que utilizaba anteriormente.M. D. — Sí, porque el espíritu de Picabia era sorprendente.P. C. — Era una especie de despertador...M. D. — De negador. Con él se trataba siempre de «Sí, pero...», «No, pero...». Se dijera lo quese dijera siempre <strong>con</strong>tradecía. Era su juego, del que tal vez ni siquiera era <strong>con</strong>sciente.Evidentemente era preciso defenderse un poco.P. C. — Tengo la impresión de que Picabia le hizo comprender que el medio que ustedfrecuentaba, en Puteaux, era un medio de pintores «profesionales» que vivían esa «vida de artista»que a usted ya no le gustaba en esa época y que Picabia detestaba.M. D. — Es probable. Picabia tenía aperturas a un mundo que yo des<strong>con</strong>ocía totalmente. En1911-12 casi cada noche iba a fumar opio. Era algo bastante raro, incluso en esa época.P. C. — Picabia le reveló una nueva actitud del artista.M. D. — Del hombre en general, un medio social que yo ignoraba completamente después detodo, puesto que era hijo de un notario. Aun cuando no fumé nunca opio <strong>con</strong> él. También sabía quebebía muchísimo. Era algo totalmente nuevo en un medio que no era el de la Rotonde ni del Dóme.Evidentemente eso amplió mis perspectivas. Y como yo estaba dispuesto a acogerlo todo, meaproveché de ello ampliamente...P. C. — Puesto que, en el fondo, Jacques Villon y <strong>Duchamp</strong>-Villon estaban «instalados» en lapintura como lo estaba Gleizes...M. D. — Sí, desde hacía diez años. Tenían necesidad de explicar siempre sus más mínimosgestos, en el sentido normal de la palabra.