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Diccionario de Mitos y Leyendas.doc - Folklore Tradiciones

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Machi: AR. Para los araucanos <strong>de</strong> Argentina y Chile, médico hechicero. Consiste en una especie<strong>de</strong> casta. En cada tribu la machi es una especie <strong>de</strong> concejero <strong>de</strong>l caudillo. Dice Ramón Pardalque funda su po<strong>de</strong>r en sus conocimientos <strong>de</strong> medicina y en sus relaciones con los espíritus.Según Pardal "reunían en su persona los atributos <strong>de</strong>l médico y sacerdote, sirviendo en talcarácter para las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cuerpo y <strong>de</strong>l alma". "El MACHI -agrega- era el oráculo, elconsejero <strong>de</strong> la paz o <strong>de</strong> la guerra, el que impetraba las lluvias en tiempo <strong>de</strong> sequía y elmediador entre los hombres y los <strong>de</strong>monios. Usaba vestiduras especiales, hacía vida solitaria ypor temporadas se retiraba a vivir en cavernas, <strong>de</strong>dicándose a prácticas ascéticas".Casi siempre es <strong>de</strong> sexo femenino, siendo el MACHITUN la ceremonia tradicional en que ejercecomo médica o hechicera.Macuñ: m. Chaleco <strong>de</strong> los brujos, chei, challanco. Chaleco que, a manera <strong>de</strong> corpiño, se pone elbrujo para volar, alumbrarse y <strong>de</strong>tectar presencia humana. Se le supone hecho <strong>de</strong> piel humana -pecho <strong>de</strong> mujer- o cuero <strong>de</strong> pescado. [La sacan <strong>de</strong> los cadáveres "a la izquierda <strong>de</strong>l cuerpo y endirección <strong>de</strong>l pecho hacia la barriga. Esa piel la curten con ciertas yerbas y enseguida los brujosse la cuelgan con sus cordones al lado izquierdo y con ella andan <strong>de</strong> noche produciendo una luzespecial que los distingue..." (Proceso a los Brujos..., p.130. Declara: Mateo Coñuecar)"Es luminoso, <strong>de</strong> luz amarillenta, rutilante, que <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> gotas en forma <strong>de</strong> llamas," por el aceitehumano (A. Cañas].Var.:macuñi, magunñ.Véase:brujo.LA CAMISETA DEL BRUJODoña Rosalía ya se lo había advertido en un par <strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s, que si no sanaba pronto a sumarido tenía que vérselas con sus hijos._ "A vuelta <strong>de</strong>l Navarino van a regresar <strong>de</strong> la Argentina, Pelapecho mal<strong>de</strong>cío", le gritaba a plenocamino público.Don Carmelo Barría había sido un hombre robusto y bueno para el trabajo, pero por cuestión<strong>de</strong> <strong>de</strong>s-lin<strong>de</strong>s se enemistó con Juan Estanislao, brujo rematado según el vecindario. Ahora noera ni la sombra <strong>de</strong> lo que fue hace un año.Primero lo sajaban a pleno día. Después lo extra-viaron en su propio monte, a cuenta unamanchita <strong>de</strong> matorrales, que cuando uno estaba entrando por un lado ya estaba saliendo por elotro. Pero ahí estuvo dando vueltas medio día -enlesado- hasta que su vieja lo salió a buscar y loencontró difareando, sentado en un palo podrido.Después <strong>de</strong> este percance ya no fue el mismo. Empezó a ponerse maganto y falto <strong>de</strong> apetito.Lo llevaron al médico, a Castro, pero sus vecinos les aconsejaron que estaban perdiendo plataporque ese era trabajo <strong>de</strong> una machi. Pero ésta se <strong>de</strong>claró incompetente porque el raiguae eramuy po<strong>de</strong>roso y no podía contrarrestarlo. Sin embargo, le dio algunos consejos. Pero necesitabaa sus hijos para eso.Después cayó en cama y entonces -cuentan los vecinos- era una función cada noche con tantolucerío que transitaba la casa. Doña Rosalía se confundía, atendiendo siembras, susanimalitos, a su marido y a los bru-jos por la noche. Pájaro que se aposentara salíapersiguiéndolo con tizones <strong>de</strong>l fogón._"¡A cuentas un puñado <strong>de</strong> huesos está mi viejo! -le gritaba la mujer-. ¡Espérate que venganlos chicos -lo amenazaba- ahí te quiero ver, brujo sarniento!".Y así fue como una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> otoño, en la lancha <strong>de</strong> recorrido se bajaron dos mocetonesgruesos, forzudos, cargando pesados cacharperos y un par <strong>de</strong> valijas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra terciada.Después <strong>de</strong> los llantos <strong>de</strong> rigor, la madre les contó, con más <strong>de</strong>talles que en las cartas, lo queestaba sucediendo en su hogar. Los muchachos escucharon en silencio y con sigilo salieron <strong>de</strong> lacasa antes que amaneciera.Lo pillaron todavía en su cama. Y con ese bozarrón autoritario que i<strong>de</strong>ntifica a los viajerosa la Patagonia, uno <strong>de</strong> ellos le gritó <strong>de</strong> afuerita <strong>de</strong>l cercado._"¡ Sale <strong>de</strong> tu cama, brujo flojonazo, que aquí te precisamos !".A penas se acercó lo tomaron <strong>de</strong> un ala y se lo llevaron. No hubo palabras durante el trayecto.Al llegar, lo introdujeron en el dormitorio y fue atrincado por la familia. El viejito,acurrucado en su poncho café, negaba todo con mo-nosílabos. Doña Rosalía or<strong>de</strong>nó:_"Ahora, sáquenle esa manta. Ahí <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>be traer su macuñ".Apareció una camiseta ennegrecida por el hollín y grasienta, que le quitaron en el acto.Quedó en puros cueros, encogido y protegiéndose el pecho.PDF created with pdfFactory Pro trial version www.pdffactory.com

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