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noviembre - LiahonaSud

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molestado a mi esposa al grado dehacerla llorar.Muy pronto quise llamar a mipadre para tomar represalias; noobstante, decidí esperar y calmarmeprimero. A los dos días aún sentíaenojo y amargura, y al final delsegundo día mi esposa y yo nos arrodillamosa orar. En vista de que yo notenía el espíritu de la oración, pedíque ella la ofreciera.Ella me tomó del brazo y me dijo:"Antes de orar, quiero que leamos unpasaje de las Escrituras". Abrió elLibro de Mormón en 3 Nefi y leyó:"...Amad a vuestros enemigos,bendecid a los que os maldicen,haced bien a los que os aborrecen, yorad por los que os ultrajan y ospersiguen" (12:44).Mi corazón comenzó a latir confuerza. De repente sentí como si elSalvador me estuviera hablandodirectamente a mí porque Sus palabrashabían penetrado hasta lo másprofundo de mi corazón. Despuésempecé a llorar al sentir que mienojado corazón se enternecía.Cuando miré a mi esposa, ella dijoalgo que nunca olvidaré: "¿Sabes porqué leí ese pasaje de las Escrituras?Porque yo quiero que seas lo mejorque puedas".Me sentí abrumado. Por medio delas Escrituras, mi linda esposa habíaabierto una puerta que permitía quela luz de los principios del Evangeliotransluciera hasta penetrar micorazón, y pude perdonar a mi padre;así llegué a apreciar aún más a mibuena esposa. El Evangelio nos habrindado un cimiento sólido para elmatrimonio mientras continuamosayudándonos mutuamente a ser lomejor que podamos. —Se ha omitidoel nombre del autorBuscar los dones espirituales. ElEvangelio de Jesucristo ha sido unagran ayuda en nuestro matrimonioen muchos aspectos diferentes. Enuna oportunidad, acudí a mi PadreCelestial en oración y le pedí ayudapara resolver los problemas queenfrentábamos mi esposo y yo.Entonces, fui guiada a acudir alobispo, quien, por medio del poderdel sacerdocio, me otorgó el don decomunicarme con mi esposo conclaridad. Esa bendición ha sidosumamente valiosa en nuestromatrimonio.Los dos pedimos en oración, enforma individual, que el Señor ablandaranuestro propio corazón, asícomo el de nuestro cónyuge, y que senos mostraran nuestros errorescuando fuera necesario. Sólo elEspíritu del Señor puede cambiarnuestro corazón y abrir nuestroentendimiento más allá de lo queactualmente comprendemos. —Seha omitido el nombre de la autoraConfiar en el Señor. Aún recuerdolos sentimientos que embargaron micorazón al estar sentado junto a minovia en el salón de sellamiento deltemplo: la emoción, el gozo y laansiedad. Antes de arrodillarnosjunto al altar, el presidente deltemplo nos dio consejos en cuanto ala importancia de lo que estábamospor hacer, y explicó que tendríamospruebas en nuestro matrimonio. Enese momento, no reparé en la importanciade sus palabras.Ahora, años después, al esforzarnosmi esposa y yo por criar anuestros hijos adolescentes, esaspalabras del presidente del templocobran nuevo significado.Recuerdo que una noche recorrí lacasa apagando las luces, y me sentéen un sillón para esperar el regresoa casa del último de nuestros hijos.Las manecillas del reloj que estabaencima de la televisión indicabanque nuestro hijo no iba a llegar a lahora acordada; pasaban los minutosL I A H O N A28y me era imposible siquieradormitar un poco en el sillón.Cuando vi que las manecillas delreloj habían rebasado las 2:45 de lamañana, me preocupé: ¿Estaría mihijo lastimado? ¿Estaría tendido en lacalle en alguna parte? Al fin loescuché llegar. ¿Qué debía decirle? Elenfrentamiento sólo duró unosminutos, pero me pareció una eternidad.Después, mi esposa y yocomenzamos a pensar más profundamenteen el papel que desempeñábamosen la vida de nuestros hijos.Como resultado del temor de esanoche y de otros momentos deconflicto con nuestros hijos adolescentes,maduramos y cambiamos lamanera de enfrentar los problemas.Comprendimos que teníamos quecambiar nuestra actitud: en lugar depreocuparnos por el efecto negativoque pudiera tener en nuestra imagenla conducta de los hijos, debíamossentir un profundo interés por subienestar eterno. Cambiamos, y enlugar de ser padres que trataban deesconder los problemas para evitar lavergüenza que pudieran causarnos,nos volvimos padres que ejercían lafe al enfrentar los comentarios negativosde miembros de la familia o devecinos y nos volvimos al Señor enbusca de guía.A través de la agitación de esaspruebas, nuestro matrimonio se hafortalecido. Sabemos que nuestrobondadoso y amoroso Padre Celestialestableció un proceso para progresarpaso a paso: "...el que recibe luz ypersevera en Dios, recibe más luz, yesa luz se hace más y más resplandecientehasta el día perfecto" (D. y C.50:24).Al depositar nuestra confianza enel Señor, hemos visto que este procesode crecimiento nos impulsa hacianiveles más elevados de comprensióndel Evangelio y forja en nosotros un

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