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noviembre - LiahonaSud

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nos mudamos a un lugar que estaba amedio continente de nuestrospadres. Por ende, no podíamosacudir a ellos en busca de ayuda antecualquier cosita, y nos vimos obligadosa hacer lo que aconseja elSeñor: allegarnos a nuestro cónyugey a "ninguna otra" persona (D. y C.42:22). "Allegarse" significa adherirsey aferrarse.En esos primeros años de nuestromatrimonio, nos esforzamos poradaptarnos el uno al otro, a la vidamilitar, a las largas separaciones y,con el tiempo, a un bebé; peroenfrentamos con éxito esastormentas y, a pesar de ellas, nosaferramos más y más el uno al otro, ynuestro amor se fortaleció.Ya que todo lo demás debe apoyarnuestro matrimonio y la meta de laexaltación que deseamos alcanzar,no nos allegamos a lo material, a laprofesión ni al servicio voluntario,aunque cada uno de esos aspectosrequiere nuestra atención de cuandoen cuando. En ocasiones, incluso noshemos apartado temporariamente delas tareas relacionadas con un llamamientoen la Iglesia debido a quenuestro matrimonio necesitaba algode atención.A veces son breves los momentosen que estamos juntos. A menudo secombinan con otras tareas, como elviajar a reuniones de liderazgo yregresar a casa o el hacer las comprasde víveres juntos, sin los hijos. Asícomo buscamos oportunidades deestar con los hijos, también buscamosoportunidades de estar solos.En otras ocasiones planeamosestar el uno con el otro. Es inspiradoel consejo de salir como pareja unavez por semana. No se tiene quehacer algo que cueste mucho dinero;ni siquiera tiene uno que salir decasa, pero sí se tiene que hacer sin lapresencia de los hijos. Es el momentode nutrir la relación y mantener saludabley vivo nuestro amor.Con todas las voces que intentanfrustrar nuestro esfuerzo por alcanzarla exaltación, sabemos que cualquiercosa que trate de desintegrar elmatrimonio no es de Dios, Nuestromatrimonio ha sobrevivido porquehemos tratado de seguir el consejode allegarnos el uno al otro y deservir a Dios. —Becky E, LudlowOrar. Cuando Chad, nuestronuevo bebé, comenzó a requerir cadavez más el tiempo de mi esposa, medi cuenta de que tenía cierto resentimiento.Al recibir a Chad en nuestrafamilia también asumimos nuevasresponsabilidades financieras y escalaronlas presiones sobre mí. Amenudo, sentía que mi esposa no mecomprendía, y ese sentimiento hizonacer en mí el deseo de buscaramistad y apoyo emocional fuera delmatrimonio. Entonces recordé loque había sentido al tomar de lamano a mi dulce esposa en el salónde sellamiento del Templo de Boise,Idaho. En ese lugar el Espíritu delSeñor me dio testimonio puro de lasantidad de nuestro matrimonio;nunca olvidaré ese momento.Una vez alguien nos preguntó siorábamos por el éxito de nuestromatrimonio. Ahora sí lo hacemos:al finalizar cada día, nos arrodillamoscon nuestro hijo para realizarla oración familiar. El Evangelio estálleno de ayudas para el matrimonio,y lo que se ha convertido en lamédula de nuestro matrimonio es eltener una estrecha relación connuestro Padre Celestial. —Scott A.CarbónSer agradecidos y perdonar. Yaera tarde. Tanto mi esposo como yoestábamos sumamente cansados, lacasa estaba toda desordenada ynuestro hijito estaba molestando albebé. De repente, mi esposo y yoN O V I E M B R E DE 199831tuvimos un desacuerdo que rápidamentese transformó en una discusiónen la que herimos nuestrossentimientos; por lo tanto, yo me fuia una habitación y él a otra. Elsilencio pesaba sobre la casa.Luego acosté a los niños, pero aúnasí no se había pronunciado palabraalguna. Nuestro hogar se habíaconvertido en una simple casa:vacía, fría y silenciosa. No pudedormir. Mis lágrimas empaparon laalmohada y mis pensamientosvolvieron una y otra vez a mi esposotan maravilloso, con el que llevabaseis años de casada, que estabasentado solo en la sala.Comencé a orar pidiendo ayuda.Yo quería que él tomara el primerpaso y se disculpara, pero más queeso, quería que en nuestro hogarvolviera a reinar un ambienteamoroso. Al orar, mi mente seimpregnó de hermosos recuerdos demi esposo, de nuestro matrimonio,de los convenios que habíamoshecho en el templo y de todas misbendiciones. Acudió a mi mente unpensamiento: ¿Qué querrá el Señorque yo haga? Aumentaron mislágrimas, y en unos momentos estabaarrodillada al lado de mi esposo,despertándolo tiernamente.Él me abrazó y me dijo: "Por favor,no llores". Ambos expresamos que lolamentábamos una y otra vez y nosdijimos cuánto nos amábamos.Inmediatamente nuestro hogar sellenó de nuevo de un dulce espíritu.Mentalmente di gracias a miPadre Celestial, quien me habíaguiado a escuchar con el corazón, aser humilde y a considerar las formasen que mi esposo bendice nuestraunión. Desde esa noche los dostratamos de tener más cuidadocuando estamos cansados; tratamosde contar nuestras bendiciones y deser más pacientes. —Kelly Smith D

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