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7 - EIKASIA - Revista de Filosofía

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208<br />

MAY O<br />

2012<br />

La naturaleza heroica en la obra <strong>de</strong> Friedrich Schiller |Guillermo Aguirre Martínez<br />

tiempos; una nueva era florece entre las ruinas” (Schiller 2004b: 243).<br />

Continuando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l ámbito <strong>de</strong> la <strong>de</strong>terminación heroica y la libertad manifestada por Tell frente a quienes<br />

como Stussi, el guarda, están <strong>de</strong>masiado pendientes <strong>de</strong> aquellos signos que el <strong>de</strong>stino les pueda hacer llegar: “Hay<br />

quien teme que esto es presagio <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong>sgracia muy gran<strong>de</strong> para el país […], <strong>de</strong> algún hecho contrario a la<br />

naturaleza” (Schiller 2004b: 248), observamos en el comportamiento <strong>de</strong>l protagonista una autosuficiencia absoluta;<br />

sus palabras no dan opción a la duda, el <strong>de</strong>stino lo forja el individuo, “Cada día ocurren hechos <strong>de</strong> esta especie, y no<br />

los presagia ningún signo maravilloso” (Schiller 2004b: 248). Cuando finalmente Geszler, lugarteniente <strong>de</strong>l<br />

Emperador, es <strong>de</strong>rribado, <strong>de</strong> nuevo Stussi señala, “Se acabó vuestro po<strong>de</strong>r; ha caído el tirano <strong>de</strong>l país y no<br />

sufriremos ninguna violencia. ¡Somos libres!” (Schiller 2004b: 253). Frente a una naturaleza que avanza lenta pero<br />

sin posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>shacer cuanto realiza, frente a una situación consolidada por una necesidad don<strong>de</strong> todos los<br />

elementos se sustentan entre sí y se necesitan los unos a los otros, el estado falso creado por el tirano no resiste el<br />

cambio, el <strong>de</strong>sequilibrio. En cuanto éste tiene lugar, todo lo creado artificiosamente se <strong>de</strong>svanece y los elementos,<br />

al igual que el agua <strong>de</strong> un río cuyo cauce ha sido modificado, retornan al lugar que les correspon<strong>de</strong>. “En este<br />

momento se rompieron todos los lazos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber […] y todas las leyes” (Schiller 2004b: 253).<br />

Una vez que el pueblo Suizo ha conseguido consolidar su fuerza gracias a un pacto colectivo, firmes en su<br />

<strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> querer luchar por la consecución <strong>de</strong> un fin común y, por tanto, libres en cuanto que son ellos<br />

quienes <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n su <strong>de</strong>stino, no han <strong>de</strong> temer ya al enemigo externo. “Expulsamos al enemigo interior y no hemos <strong>de</strong><br />

temer el <strong>de</strong> fuera” (Schiller 2004b: 257). Cuando el colectivo se comporta como organismo y éste se cierra<br />

formando un todo apenas inexpugnable, la máxima preocupación recae en no permitir que aquello que se ha unido<br />

vuelva a disgregarse en células aisladas.<br />

Schiller expone muy claramente la distinción entre el asesinato <strong>de</strong> un déspota por interés personal, y aquel otro<br />

realizado por Tell, llevado a cabo únicamente con el fin <strong>de</strong> liberar al pueblo, “Vivía tranquilo, inocente…sin que<br />

nunca hubiera manchado mi conciencia con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l asesinato, cuando tú viniste a perturbar mi paz, tú has<br />

emponzoñado mis pensamientos, antes piadosos, tú me habituaste al crimen” (Schiller 2004b: 246). En esto<br />

observamos una rabia similar a la observada en el personaje <strong>de</strong> Karl Moor pero radicalmente distinta en cuanto a la<br />

respuesta provocada. Si en Moor su reacción le lleva a proyectar su rabia contra la humanidad, en el caso <strong>de</strong> Tell se<br />

encamina a rescatar <strong>de</strong>l lodo y <strong>de</strong>l embuste a quienes acu<strong>de</strong>n a él en busca <strong>de</strong> ayuda y justicia, “Hijos <strong>de</strong> mi alma,<br />

sólo en vosotros pienso…sólo para protegeros, para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la rabia <strong>de</strong>l tirano” (Schiller 2004b: 247). Una<br />

respuesta semejante a la <strong>de</strong>l bandido la observamos en Juan el parricida, personaje perteneciente al drama último<br />

<strong>de</strong>l autor. Cuando Juan el parricida atenta contra los lazos más estrechos <strong>de</strong> la naturaleza, el asesinato <strong>de</strong>l<br />

progenitor, es <strong>de</strong> nuevo Tell quien reivindica la necesidad <strong>de</strong> un or<strong>de</strong>n natural,<br />

¿Osas comparar el crimen <strong>de</strong> la ambición, con la justa <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> un padre? ¿Tenías que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

acaso la preciosa vida <strong>de</strong> tus hijos? ¿proteger el santuario <strong>de</strong> tu hogar? […] elevo al cielo mis puras<br />

manos y te maldigo a ti y a tu crimen […] Yo vengué los <strong>de</strong>rechos sagrados <strong>de</strong> la naturaleza; tú los<br />

profanaste. Nada hay <strong>de</strong> común entre ambos […]; yo he <strong>de</strong>fendido cuanto me era más caro, y tú has

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