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IntroducciónMéxico es un país alejado de la ciencia y la tecnología. Esto implica no sólosubdesarrollo, sino también una percepción nacional acerca de que la ciencia yla tecnología no forman parte de la cultura y, aunque en el discurso se resalte supotencial para el desarrollo nacional, en una visión íntima de la sociedad mexicana,se piensa que la inversión en estos campos resulta infructuosa.Esta situación se intensifica con diversos indicadores, como el númeropor habitante de científicos y personas relacionadas con la ciencia (31 x cada1 000 habitantes) 1 , la baja producción científica, el escaso número de patentestecnológicas y, desde luego y de manera relevante, los resultados de evaluacionesen las ciencias, como pisa, cuyos datos nos muestran no sólo un lugarbajo entre los miembros de la ocde, sino una distancia grande con respecto alpromedio (416 puntos con relación a 501 puntos de la media) y un número extraordinariamentepequeño de estudiantes que alcanzan los niveles más altosde desempeño (0.2 para el nivel 5 y 0.0 para el nivel 6) 2 .Los orígenes de ese alejamiento con la ciencia y la tecnología son diversos,pero uno de los más relevantes lo encontramos, sin duda, en la educación básica.A lo largo de la historia de la educación básica en México, las ciencias hanocupado un lugar secundario. Los programas enfáticos por muchos años enlengua y matemáticas, orientados bajo el supuesto no demostrado de que son,cada uno por su lado, los garantes del desarrollo de personas con habilidadespara la vida y el aprendizaje futuro, han ocupado la mayor parte de la atenciónen materiales, formación docente y, sobre todo, tiempo y recursos para las clasesde preescolar y primaria.Tradicionalmente, las clases de ciencias en primaria dejan un tiempo marginala las ciencias naturales, son un asunto complementario, no esencial y, sobretodo, no útil para la vida cotidiana. Es cierto que desde los programas curricularesse han hecho importantes esfuerzos, como podrá notarse en los datos yanálisis que se presentan en este libro, pero estos esfuerzos se quedan en loscambios curriculares y, en algunos casos, en los libros de texto, y no han llegadoa cambiar la percepción de la mayoría de los docentes sobre esa visión delaprendizaje de la ciencia como algo marginal en el proceso educativo.Desde las normales y las universidades también ha predominado esa imagen,que tiene sus orígenes en otro ámbito más profundo: la concepción de lanaturaleza de la ciencia que subyace en nuestra idea de cultura, lo que convierteeste problema en un círculo del cual no ha sido posible salir.De esta forma, la idea de una ciencia que sólo es para personas con capacidadesespeciales, que revela verdades absolutas y que es potencialmente destructiva,ha permanecido a lo largo del tiempo en la mayoría de las personas.1 Obtenido con datos del Inegi (hasta 2010).2 Datos de pisa 2009.Introducción | 5

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