ANIVERSARIOULTIMA ENTREVISTA"El piano se toca con el cerebro,no con los dedos"La entrevista presentada aquí es postuma. Se trata de un primerborrador manuscrito encontrado entre los papeles de Glenn Goulddespués de su muerte. Tras ¡as entrevistas que hiciera en 1980 y1981, el pianista rehusó hacer cualquier otra. De todos modos,comenzó a redactar respuestas a algunas preguntas escritaspor el periodista americano David Dubal, concernientes a su manera deenfocar el trabajo instrumental, Este manuscrito se publicóen elnúmero de otoño de 1984 de la revista Piano Quaneriy" yfue recogida por Bruno Monsaingeon en su libro-montaje Non,je ne suis pos du tout un excentnque (Fayard, París, 1986).DavidDubal.-Porece que muchospianistas se sienten obligados atrabajar el piano, y ven en estoobligación algo en exceso penoso. Ustedha afirmado no tener necesidad de trabajarel instrumento. ¿Hace alguna distinciónentre la idea de trabajar y la de tocar?Glenn Gould.-Francamente, no alcanzoa comprender la noción de necesidadque se asocia a la de trabajo, y sinembargo es así como la mayoría de lagente define su relación con el instrumento.Ya he hablado de esto en numerosasocasiones y corro el seno peligrode repetirme. Digamos que, paramí, una relación con el piano -y de hecho,no importa cuál sea el instrumento,aunque yo no pueda hablar con autoridadsi no es del piano- que impliquecualquier tipo de servilismo, que exijade seis a ocho horas al día de contactocinético, que requiera la presencia de unpiano en el camerino del pianista, sinduda para que éste se asegure en el últimomomento antes de salir a escenade que aún sabe tocar, está por completofuera de mi alcance. Me es difícildecir, incluso, hasta qué punto todo estoes consecuencia de mi propia experiencia.Una pequeña anécdota: siendopequeño, me quedaba perplejo al comprobarque la mayoría de las ediciones(incluso las mejores) que se encontrabanen el mercado, como la de Bach deBischoff o la de Beethoven de Schnabel,contenían, entre otras cosas, indicacionesde digitación. Yo miraba las digitaciones,intentaba aplicarlas, y comprobabaque rara vez coincidían con lo queyo hacía o quería hacer. Me dejaba atónitoimaginar que se pagaba a gente porañadir a una fuga o a una sonata indicadoneseventual mente erróneas, a menudoengañosas y, en cualquier caso, superfluas.Y aún continúo sorprendiéndose; nosiempre llego a comprender. Una digitaciónes para mí algo que surge de formaespontánea al mirar unapartitura y que se modificaautomáticamente cuandocambia el modo de entenderdicha partitura.A menudo, he tenidoocasión de hacer partícipesde mí asombro a distintaspersonas, y siempre he encontradoen mis interlocutores,al menos, una reacciónde escepticismo mudo,como si tuvieran ganas dedecirme: "¿Qué otra tonteríavas a decir ahora?".Poco a poco, a ¡o largo delos años, a pesar de haberafirmado siempre -al menosno lo recuerdo- no haberescrito jamás la menor digitaciónsobre una partitura,Glenn Gouldcomencé a dudar de la veracidadde lo que yo decía y a preguntarmesi todo esto no era quizas demasiadobonrto -o demasiado insignificante, segúnse mire- para ser verdad. Hace aproximadamenteseis meses encontré un paquetede partituras y otros objetos de miinfancia. Descubrí la partitura en la quedurante doce años habla estudiado elCuarto Concierto de Beethoven, con elque hice mi presentación con orquesta.La partitura estaba por completo destrozada.Unas cuantas páginas se habían rotoy estaban pegadas con papel de celo;contenían una sene de códigos misteriososde seis cifras, inscritos en los márgenesy en las cubiertas, que resultaron serlos números de teléfono de mis compañerosde colegio, Me dediqué a inspeccionarlade principio a fin. y fue una experienciadivertida. Con toda franqueza,no me hubiera sorprendido encontrar algunadigitación en pasajes especialmentecomplicados, o un número limitado decoméntanos descriptivos inspirados pormi profesor (ya sabe, el tipo de cosasque se encuentran en las partituras deFOTO: D. HUNS7E/Nestudiantes, y a veces de profesionales:"avanzar dulcemente", "retener delicadamente","agitado súbito", "calma etérea"...,toda esa clase de tonterías). Puesbien, no había nada, ni una palabra, niuna digitación, ni el menor signo, salvo laspáginas rotas y pegadas o los númerosde teléfono, que revelara que esa partiturahabía sido tocada por mano alguna.Ahora bien, se trataba de una partituraque jugó un papel importante en mi infancia,de una partitura que trabajé durantemucho más tiempo, si puede llamarsetrabajar a tocarla una y otra vezacompañado por los discos de Schnabelcon la Orquesta de Chicago dirigida porFrederik Stock, que cualquier otra obrade dimensiones comparables, antes odespués.La única razón por la que cuento estaanécdota es porque muestra bastantebien, a mi modo de ver, que mis ideasacerca del trabajo en el piano han sidosiempre poco ortodoxas.Por el contrario, lo que sí erabastante ortodoxo en aquella época era42 SCHERZO
GLENN GOULDta importancia del tiempo que pagaba cadadía tocando el instrumento. Nuncame fijé un límite de tiempo -salvo aquellosque me eran impuestos por tenerque ir al colegio, o hacer deberes de daseen casa-, pero tengo la impresión deque no exagero si digo que consagrabaalgo así como tres horas diarias al piano.Hoy no alcanzo a imaginar cómo podíasoportar aquello, pero aquél fue el únicopen'odo de mi vida en que me sometí aun programa de trabajo que podría considerarsecomo relativamente normal y-según mis propios criterios- riguroso.No puede sorprender a nadie, ya que setrataba de una época en la que formabaun repertorio y en la que lela por primeravez una gran cantidad de obras nuevas.Para actualizar las cosas, digamosque hoy (deberla decir que a lo largo detoda mi vida profesional) no trabajo en elpiano si no considero que es absolutamentenecesario, y con el único propósitode consolidar una concepción ya elaboradade la partitura; jamás con el fin deestar en contacto con el instrumento comotal. Puedo dar un ejemplo: la grabaciónmás reciente que he hecho es la delas cuatro Baladas de Brahms en NuevaYork hace tres semanas. Nunca las habíatocado antes, ni tampocodescifrado ni escuchado (aexcepción de la primera,que muchos de mis com-~ , -. .paneros de Conservato noestudiaban), antes de decidirmea grabarlas. Lo queesto revela con relación al sírepertorio pianístico queinterpreto, debe juzgarlousted.Esta decisión la toméunos dos meses antes dela grabación, y durante lasseis semanas que siguieronestudié la partitura a ratosy elaboré una concepciónmuy clara de cómo quenaabordar esas piezas. La últimame pareció especialmentedifícil de tratar. Es asu modo admirablemente bella, casi unhimno, / lo que me hizo amarla fue quese trataba de una de esas raras obras deBrahms en las que deja a su imaginación-una especie de ola de conscienciapredominarsobre su sentido del diseñoy de la arquitectura. Pera es tambiénpor esta razón por la que es difícil detocar. A pesar de todo, terminé por encontrarun tempo aceptable que conferíauna unidad a todos los episodios.Pero por lo que concernía a tocarlas,fue sólo en las dos últimas semanas anterioresa la grabación cuando me sentéal piano, al contrario de como hacía deniño. Creo estar capacitado para decircon cierta exactitud cuánto tempo estuveante el instrumento porque hacealgunos años adquirí la costumbre decronometrar los minutos que pasabasentado en tal actrtud para evitar propasarmeinútilmente. Sea como fuere, enesta ocasión vine a estar, como acostumbrabaantes de las sesiones de grabación,en tomo a una hora diaria. Algúndía dupliqué la dosis por una u Otrarazón, por ejemplo, porque una vez tuveque ausentarme para hacer un montaje.Siempre, durante esa hora, podíatocar dos veces las Baladas de principioa fin —duran en conjunto aproximadamenteuna media hora- y reflexionarsobre las modificaciones conceptualesque deseaba hacer.A pesar de esto, las modificacionesestaban ya consolidadas, inútil es precisarlo,por el hecho de que ya las habíadesarrollado docenas de veces en micabeza mientras conducía el coche, odirigiéndolas mentalmente en mi estudio.Esa es en realidad la manera enque, durante casi todo el tiempo, teniayo de trabajarías. En todo caso, hace /atres semanas que la grabación terminó yno he vuelto a tocar una tecla desdeentonces. Ahora me dedico al montaje,a las mezclas, a cuestiones extra- pian Esticascuando no extra-musicales, y notengo pensado grabar nada nuevo hastadentro de unos dos meses -posiblementelas dos Rapsodias, asimismo deBrahms-. A su debido tiempo, el procesose pondrá en marcha, y de nuevo,durante las dos semanas anteriores a lagrabación, volveré a hacer incursionescotidianas de una hora al piano.D.D.-¿Se da usted cuenta de que todoesto parece poco creíble?G.G.-Parece que es contrario a la experienciahabitual, pero es así.D.D.-Y cuando, después de seis u ochosemanas, vuelve usted al instrumento, ¿notiene la impresión de que los dedos se niegana colaborar y de que son necesoriosunos cuantos dios para restablecer la coordinacióndeseada?G.G.-AI contrario, cuando vuelvo alpiano después de un lapso prolongadode tempo, toco sin duda mejor que encualquier otro momento, en el sentidopuramente físico del término, porque laimagen mental que gobierna lo que hagoestá en su punto más alto y más preciso,porque no ha sido confrontada con elpiano y, por tanto, no ha sido aún perturbadaen la pureza de su concepción,en su relación ideal con el piano,Puedo proponerle una ilustración a todoesto. Cuando tengo que grabar, meabstengo voluruanamente de todo contactocon el piano durante al menos cuarentay ocho horas antes de las primerassesiones, y cuando llego al estudio no tocojamás una tecla hasta que los ingenierosno están preparados y el directoranuncia: "Primera toma". Hay, por supuesto,excepciones a todo esto, si, porejemplo, el piano ha estado sometido aalguna cirugía reparadora y es necesarioverificar qué es lo que ha sido modificadopara obrar en consecuencia. Pero, si no,me mantengo alejado del piano; así resultaque la primera toma es amenudo la mejor, pues esel momento en que la imagenmental es más pura, estámenos sujeta a las contradiccionesde la realidadde un instrumento mal reglado.D.D.-Pero esto suponeuna concepción muy específicay muy segura de lo queimplica el hecho de tocar elpiano,G.G.-Absolutamente.Esto supone que, en un•'V momento dado, se llega~ V. justo a las coordenadas que!^¿ entran en juego, que estabancongeladas y almacenafOTO-SONY ^as ^e ta 'mo^° 9 ue no-importa en qué ocasión,pueden volver a salir a la luz. Esto quieredecir, a fin de cuentas, que no es con losdedos sino con el cerebro con lo que setoca un piano. Esto que digo quizá tengala apariencia de un cliché tremendamentefácil y estereotipado; es sin embargo lapura verdad. Si usted tiene una ¡dea perfectamenteclara de lo que quiere hacer,no hay razón alguna para que tenga necesidadde acomodar esa idea. Si no esese el caso, todos los estudios de Czemyy todos los ejercicios de Hanon del mundono le servirán jamás de ayuda.David DubatTraducción: Ana MaceoSCHERZO 43
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