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69 Nov - Scherzo

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OPINIÓNFN MI MENORNostalgiaAcabo de volver al Réquiem para un jovenpoeto de Bemd Alois Zimmermann.Hacia años que no escuchabaesta música, tal ve? oída por vez pnmera enla radio, nunca en la sala de conciertos y luegoen el disco. Y confieso que tenia miedo.Miedo a que se hubiera hecho vieja, si, peramiedo también a que sus intenciones se hubieranvuelto mudas para mi, para tantos comoyo, porque ha pasado el tiempo y hemoscumplido los cuarenta y empezamos a comprender-siempre tarde, como diría Jaime Gilde Biedma- que la vida iba en seno. Música,al cabo, tan cruel como la vida porque nosrefleja en el espe]o de una historia en la quellegamos a confiar, que nos ha hecho cornosomos, del deseo a la pereza, de la ilusión ala melancolía Música que dinge su flecha certeraa la memoria, revolviendo, uniendo,mezclando, fundiendo indisoluble ya parasiempre aquello que nos conformó. JuanXXIII, |ames |oyce -el monólogo de MollyBloom-, Wittgenstem y Maiakovski, el Eclesiastésv Aiexander Dubcek en el 68 -perono en el mes de mayo, y yo no estuve-, Esenmy Mao, Pound y Camus, Konrad Bayer ylos Beatles. Stalm, Hitler. Goebbels, Churchil,Beethoven, Messiaen. Milhaud y la Misa deDifuntos. Música que lleva en si otro modode tragedia no sólo histórica sino pnvada: AlfredFeussner, el recitador de su primer intentode grabación, se suicidará en 19<strong>69</strong> y elpropio Zimmermann lo hará al año siguiente.A quienes hemos creído en tantas cosas-en el fondo todo es la misma cosa- y. unade ellas, en la música, el Réquiem pora un jovenpoeta nos produce, más que nada, unanostalgia infinita, el amargo sabor que nos hablade un tiempo perdido, de una ocasión idapara siempre, de esa profundidad para cambiarla vida que quisimos hacer nuestra. Peronos habla también desde la cultura, nos enseñala virtualidad de la obra de arte en un momentoen el que ni el arte ni quienes lo patrocinanestán para muchos trotes como ése.Tanta música clónica, el estilo internacional.las nonadas de los Nyman y adláteres poseenel impagable valor para el presente de suaparente inocuidad, de su poder de adormilamiento,de su incapacidad para crear el máspeligroso de los estímulos de la concienciaque es la belleza. Porque en Zimmermann-en este Réquiem, en Los soJctodos- la bellezanos pregunta quiénes somos, y nos hace recordarque, como en una absurda vuelta a lainfancia, como al muchacho de la novela deJames Agee -si, esa Muerte en lo familia queSamuel Barber convirtió, desde las antipodasde Zimmermann en Knoxvitle: Summer of1915- todos nos observan, y hasta alguiennos ama, pero nadie, nadie, nadie, nos dicey» cuál es nuestro nombre verdadero.Luis SuñénP.S.: Para aliviar el mal sabor de boca delmes pasado, y porque es de estricta justicia.sepan los lectores de esta modesta columnaque la firma Telare anuncia estos días la ediciónde una nueva versión de Lo vida brevedirigida por |esús López-Cobos. Y que entrelos proyectos de la Joven Orquesta Nacionalde España figura la grabación de Axlóntida.Que ustedes y >^o lo escuchemos con saluden este valle de lágrimas y don Manuel deFalla en el Olimpo.EL DISPARATE MUSIO

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