honrado, y por esta razón solamente la virtud es causa legítima <strong>de</strong>lhonor” 62 . Por tanto, propiamente hablando, la honestidad coinci<strong>de</strong>con la virtud: sólo ella merece legítimamente el honor. Y ello es asíporque el honor se <strong>de</strong>be a la excelencia, la cual se consi<strong>de</strong>ra en elhombre, principalmente, en relación con la virtud 63 .A la objeción <strong>de</strong> si no parece existir cierta oposición entre laesencia <strong>de</strong> la virtud, que consiste en una elección interna, y lahonestidad, que dice relación con la conducta externa, respon<strong>de</strong>Santo Tomás diciendo que “la conducta externa cumple la razón <strong>de</strong>honesto en cuanto que da a conocer la rectitud interna. Por eso lahonestidad consiste fundamentalmente en la elección interna ysignificativamente en el comportamiento externo” 64 . Es <strong>de</strong>cir, laconducta externa es honesta en cuanto que refleja un or<strong>de</strong>n moralinterior, consecuencia <strong>de</strong> la virtud. Por eso pue<strong>de</strong> afirmar Pieper quela templanza o el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n “gritan su presencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquiermanifestación exterior <strong>de</strong>l sujeto; se asoman a su risa, a sus ojos. Selas nota en la manera <strong>de</strong> andar o <strong>de</strong> estar sentado y hasta en losrasgos <strong>de</strong> la escritura” 65 . Así pues, la honestidad acompaña siempre ala virtud y, <strong>de</strong> manera especial, a la templanza, como veremos.Pero lo honesto no sólo <strong>de</strong>signa lo virtuoso. También <strong>de</strong>signa lobello, en cuanto que lo bello moralmente es lo virtuoso. En efecto,“en la noción <strong>de</strong> bello concurren el brillo y la proporción <strong>de</strong>bida” 66 , yasí como la belleza <strong>de</strong>l cuerpo consiste en una cierta proporción <strong>de</strong>los miembros y un brillo o color conveniente, “la belleza espiritualconsiste en que la conducta <strong>de</strong>l hombre, es <strong>de</strong>cir, sus acciones, seaproporcionada según el esplendor espiritual <strong>de</strong> la razón” 67 . ¿Y qué esesto sino la virtud, que imprime a las acciones y pasiones humanas elor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón? Por tanto, la belleza moral sigue a la virtud, aligual que la sigue la honestidad. Bello y honesto se i<strong>de</strong>ntifican porconvenir ambos conceptos con lo virtuoso.Antes <strong>de</strong> seguir avanzando, conviene prestar atención a otrapregunta que se hace Santo Tomás: concretamente, si lo honesto,que tiene el mismo objeto que lo útil y lo <strong>de</strong>leitable, se distingue <strong>de</strong>ellos. Y encuentra que se distingue por la razón. Una cosa es honestaen cuanto que posee cierto esplendor por estar <strong>de</strong> acuerdo con larazón. Si está or<strong>de</strong>nada por la razón es conveniente al hombre en elor<strong>de</strong>n natural, y por tanto <strong>de</strong>leitable. En consecuencia, lo honesto (ovirtuoso) es <strong>de</strong>leitable. Pero lo contrario no es cierto: “no todo lo<strong>de</strong>leitable es honesto, puesto que una cosa pue<strong>de</strong> ser convenientepara los sentidos [<strong>de</strong>leitable], y no a la razón” 68 . O dicho <strong>de</strong> otromodo: “se consi<strong>de</strong>ra honesto lo que es <strong>de</strong>seado en sí mismo por elapetito racional, el cual tien<strong>de</strong> hacia lo que es conveniente a la razón.Y se consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>leitable aquello que es <strong>de</strong>seado en sí mismo por elapetito sensitivo” 69 . Por otra parte, ninguna cosa pue<strong>de</strong> ser real y14
esencialmente útil si va contra la honestidad, pues iría contra el bienracional, fin último <strong>de</strong>l hombre. En todo caso, “pue<strong>de</strong> ser útil, bajoalgún aspecto, en relación con un fin particular” 70 , y en este sentido,lo útil no coinci<strong>de</strong> con lo honesto.Llegados a este punto, es preciso mostrar ya por qué lahonestidad pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse parte integral (o condición necesaria)<strong>de</strong> la templanza. Siendo la honestidad, como hemos visto, un amor ala belleza espiritual, y puesto que a lo bello se opone lo torpe, esclaro que la honestidad rechaza lo torpe. Pero correspon<strong>de</strong> a latemplanza, como sabemos, rechazar lo más torpe y <strong>de</strong>shonroso parael hombre, como son los placeres propios <strong>de</strong> los animales, y hacerlo ala luz <strong>de</strong> la razón. “En este sentido, pues, la honestidad, en cuantolleva consigo una especial or<strong>de</strong>nación hacia la templanza, seconsi<strong>de</strong>ra como parte <strong>de</strong> la misma, pero no subjetiva, como si fuerauna virtud añadida, sino integral, como condición necesaria” 71 .Cabría preguntarse si acaso no es más propia la honestidad <strong>de</strong> lajusticia y la fortaleza, puesto que “los justos y los valientes son losque más honores reciben” 72 , y se consi<strong>de</strong>ra más honesto lo que esdigno <strong>de</strong> honor. Santo Tomás respon<strong>de</strong> que aún cuando se <strong>de</strong>be a lajusticia y la fortaleza un honor mayor que a la templanza porqueposeen un bien mayor, “se <strong>de</strong>be mayor honor a la templanza encuanto que reprime vicios más vituperables” 73 , y así consi<strong>de</strong>ra que lahonestidad es más propiamente parte <strong>de</strong> la templanza. Pero no se<strong>de</strong>be, con esto, per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista que la honestidad es una pasiónpositiva, no negativa: es amor a la belleza, no temor a la fealdad,como ya se dijo al principio.Todo este relativamente complicado proceso se pue<strong>de</strong> resumiren las siguientes clarificadoras palabras: “La honestidad es lasegunda condición <strong>de</strong> la temperancia, o sea, el amor <strong>de</strong> lo honesto uhonroso, <strong>de</strong> la belleza moral que supone obrar <strong>de</strong> modo temperante.La belleza, en efecto, pue<strong>de</strong> encontrarse en sentido analógico en losasuntos morales, es <strong>de</strong>cir en las acciones humanas. Una acciónhumana es bella cuando manifiesta el resplandor <strong>de</strong> lo inteligible enlo sensible, o sea el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón en los impulsos pasionales. Siestos impulsos pasionales se sustraen al dominio <strong>de</strong> la razón, no sonhumanos, sino bestiales e infrahumanos, y eso es lo que constituye latorpeza o fealdad moral. En cambio, si resplan<strong>de</strong>ce en ellos lamo<strong>de</strong>ración y el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón, la conducta humana es entonces<strong>de</strong>cente, <strong>de</strong>corosa, moralmente bella, digna <strong>de</strong> honor. Y el amor <strong>de</strong>esa belleza moral es lo que constituye la honestidad, que pue<strong>de</strong>consi<strong>de</strong>rarse también como una pasión laudable. De este modo, eltemor a lo torpe o reprobable, que es la vergüenza, y el amor a lohonesto y <strong>de</strong>coroso, que es la honestidad, vienen a coincidir en un15
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