proporciona un plus <strong>de</strong> energía, una fuerza sobreañadida, en queconsiste la virtud.Santo Tomás distingue certeramente entre sujeto y motor <strong>de</strong> lacontinencia e incontinencia, haciendo ver que la voluntad seencuentra entre la razón y el apetito concupiscible, y pue<strong>de</strong> sermovido por ambos. “El que practica la continencia es movido por larazón, mientras que el incontinente es movido por el apetitoconcupiscible. Por eso la continencia pue<strong>de</strong> atribuirse a la razón comoprimer motor y la incontinencia al apetito concupiscible como primermotor, aunque ambas pertenecen a la voluntad como sujetopropio” 183 . Por eso, la conducta <strong>de</strong>l continente muestra cierta unidad,que le viene dada por la razón y la disposición <strong>de</strong> la voluntad aseguir la norma moral. Y, en cambio, la conducta <strong>de</strong>l incontinente,carece <strong>de</strong> tal principio integrador, por lo que se fragmenta ensegmentos contradictorios entre sí 184 .En el continente la fuerza <strong>de</strong> la razón no llega a informar ysometer el apetito concupiscible, or<strong>de</strong>nándolo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro (comoocurre con la templanza), sino que se queda en la voluntad, y or<strong>de</strong>nael apetito concupiscible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera, dominándolo, lo cual es menosperfecto, pues la fuerza <strong>de</strong> la razón llega menos lejos: no pasa <strong>de</strong> lavoluntad, ni llega al apetito sensitivo 185 . A<strong>de</strong>más, el continente ha <strong>de</strong>evitar la ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l apetito, negarla, pues es <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada,mientras que el templado la secunda, por ser conforme a la razón,con lo que la actividad es mucho más perfecta, al incluir la pasión: laspasiones no se <strong>de</strong>smandan, sino que fluyen naturalmente <strong>de</strong>l apetitoconcupiscible ya or<strong>de</strong>nado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro (el hábito es una segundanaturaleza), por eso quien es temperante será también continente, ycon más facilidad.Santo Tomás aborda claramente este tema <strong>de</strong> la superioridad <strong>de</strong>la templanza sobre la continencia, como ya lo hiciera Aristóteles, y loexplica <strong>de</strong> este modo: “la virtud recibe su bondad <strong>de</strong> la sujeción a larazón, y es un bien mayor el proporcionado por la templanza,mediante el cual el apetito sensitivo se sujeta a la razón, que el <strong>de</strong> lacontinencia, en el que el apetito sensitivo se opone fuertemente a larazón” 186 . La templanza quiere <strong>de</strong>cir que se ha instalado en el hombrecomo una segunda naturaleza, dando así lugar a una posturahabitual, arraigada en ese segundo ser, que informa tanto el apetitoconcupiscible como sus actos por el “ordo rationis”. El templado,sobre todo, es aquél que reacciona bien y pue<strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificarse con sureacción, porque le atrae el verda<strong>de</strong>ro bien 187 . Por eso, actuar para elvirtuoso será realizar lo que más ama. La verda<strong>de</strong>ra y perfecta virtu<strong>de</strong>n que consiste la templanza lleva el sello <strong>de</strong> la naturalidad 188 , nopa<strong>de</strong>ce aprietos, y funciona hacia el bien que le es propio por lafuerza <strong>de</strong> una segunda naturaleza. La continencia, por el contrario,32
expresa una situación pasajera, tiene menos categoría, es menosperfecta, pues si bien la fuerza or<strong>de</strong>nadora <strong>de</strong> la razón ha llegadociertamente a configurar –<strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera- un acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo, no llega aconfigurar –<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro- la potencia apetitiva misma, como ocurrecon la templanza 189 . “El modo <strong>de</strong> resolver la tensión <strong>de</strong> un bienaparente que seduce es muy diferente en el virtuoso que en elcontinente: uno acu<strong>de</strong> a su <strong>de</strong>seo profundo, el otro, a la normamoral” 190 .A esta misma conclusión -la superioridad moral <strong>de</strong> la templanzasobre la continencia- po<strong>de</strong>mos llegar analizando sus vicios contrarios.En su Comentario a la Ética a Nicómaco 191 , Santo Tomás, siguiendo aAristóteles, aduce tres razones para mostrar que el intemperante espeor que el incontinente: Primera, porque el intemperante no searrepiente, pues comete las faltas por elección, en la cual permaneceporque elige los placeres corporales como fin, mientras que elincontinente se arrepiente fácilmente cuando cesa la pasión por laque fue vencido 192 . Segunda, porque la intemperancia es continua,mientras que la incontinencia no lo es, pues el incontinente se vemovido a cometer una falta sólo por una pasión que pasa pronto.Tercera, porque la intemperancia se oculta a quien la tiene, que esengañado porque estima ser un bien eso que hace, mientras que laincontinencia no se le oculta a quien la tiene, pues su razón le hacever que aquello a lo cual es conducido por la pasión es un mal. Estosargumentos serán recogidos <strong>de</strong> modo sintético en la SummaTheologiae: “en el intemperado la voluntad se inclina hacia el pecadopor inclinación propia, que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l hábito adquirido por lacostumbre. En cambio, en el incontinente la voluntad se inclina alpecado bajo el influjo <strong>de</strong> la pasión. Y como ésta pasa pronto,mientras que el hábito es una cualidad difícilmente movible, sígueseque el incontinente se arrepiente en seguida, una vez pasada lapasión. No suce<strong>de</strong> lo mismo al intemperado. Más aún, se alegra <strong>de</strong>haber pecado, porque el acto <strong>de</strong> pecar se le ha hecho connatural<strong>de</strong>bido al hábito adquirido (...) Queda claro, pues, que el intemperadoes mucho peor que el incontinente” 193 .En el incontinente, la ignorancia que lleva a elegir contra elor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón es posterior a la inclinación <strong>de</strong>l apetito que ciega, yse refiere sólo a un objeto particular <strong>de</strong> libre elección (esto, aquí yahora), mientras que en el intemperado la ignorancia es anterior y<strong>de</strong>l fin mismo, en cuanto que juzga que es bueno seguir las pasionessin mo<strong>de</strong>ración alguna 194 . Y por eso, la intemperancia ciega muchomás que la incontinencia. Esta corrupción <strong>de</strong> la recta estimación <strong>de</strong>lfin es calamitosa para la pru<strong>de</strong>ncia, y con ella, para toda la vidamoral 195 .33
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