Que la templanza sea superior a la continencia no nos <strong>de</strong>bellevar a minusvalorar la segunda, pues pue<strong>de</strong> ocurrir que falte latemplanza (sea porque no se haya adquirido nunca o porque se posea<strong>de</strong> hecho en grado imperfecto), y entonces, en su ausencia, se<strong>de</strong>saten las pasiones que ella <strong>de</strong>biera mo<strong>de</strong>rar, amenazando convencer a la razón. Queda, en este caso, el recurso a la continencia (laresistencia <strong>de</strong> la voluntad enriquecida con esta virtud), como un“seguro moral <strong>de</strong> emergencia” que evita dar rienda suelta a los<strong>de</strong>seos <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados <strong>de</strong> placeres sensibles, y sus consecuenciasnocivas para toda la vida moral (y muchas veces, también para lasalud física y psíquica). En efecto, los actos viciosos, sean <strong>de</strong>l tipoque sean, ponen en marcha una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> acontecimientos <strong>de</strong> la quees difícil sustraerse, y que acaban esclavizando al individuo.Pero no sólo es la continencia un “seguro moral”, una “segundabarrera <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa”, por si falla la primera <strong>de</strong> la templanza, sino que,a<strong>de</strong>más, es camino para lograr la templanza 196 . En efecto, al hablar<strong>de</strong> la intemperancia, Santo Tomás le tacha <strong>de</strong> un vicio pueril porque,<strong>de</strong>l mismo modo que al niño se le enmienda cuando se le corrige, “<strong>de</strong>un modo semejante, si se ofrece resistencia a la concupiscencia, éstaes reducida al <strong>de</strong>bido or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la honestidad” 197 . ¿Y qué es esta“resistencia” que se ofrece a la concupiscencia sino la continencia,virtud que radica en la voluntad, y que resiste a las pasiones<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas como hemos visto? Da la impresión <strong>de</strong> que SantoTomás piensa que el camino para ir or<strong>de</strong>nando y sometiendo a larazón el mismo surgir <strong>de</strong> las pasiones <strong>de</strong>l apetito concupiscible,comienza y pasa por la continencia. “La persona que va por el camino<strong>de</strong> la virtud experimenta en sí misma el hecho <strong>de</strong> que lasinclinaciones <strong>de</strong> su voluntad y <strong>de</strong> sus sentidos se rebelanfrecuentemente contra la razón. Por ello, para adquirir la virtud <strong>de</strong> latemplanza es necesaria frecuentemente la continencia, que nospermite reprimir las pasiones <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas” 198 . Esta virtud hace quela voluntad, movida y guiada por la razón, frene al apetitoconcupiscible “rebel<strong>de</strong>”, y así, <strong>de</strong> algún modo, al obligarle a seguir lasenda <strong>de</strong> la racionalidad o no seguir ninguna, lo impregna <strong>de</strong> ella 199 .En efecto, con la pérdida <strong>de</strong> la perfección original <strong>de</strong>l apetitosensible <strong>de</strong>bida al pecado original, el hombre ha quedado en un “lábilequilibrio” 200 . Por ello pue<strong>de</strong> ser bueno y necesario ejercitarsetemporalmente en la continencia, por ejemplo en lo relativo a lacomida o la sexualidad, por más que la continencia en sí misma nosea una virtud, ni algo ya <strong>de</strong> suyo totalmente conforme a la razón (enla persona verda<strong>de</strong>ramente virtuosa). Sólo sería innecesario esteejercicio si el equilibrio fuese estable, pues en ese caso nuncasufriríamos pasiones puestas al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón, por lo queseguirlas sería siempre bueno. Esta es la causa <strong>de</strong> que el Aquinate<strong>de</strong>fienda la tesis, ciertamente atrevida, <strong>de</strong> que en el estado <strong>de</strong>34
perfección original <strong>de</strong>l hombre, la continencia sexual no era un actoloable, ya que éste sólo lo es en tanto que, mediante él, se supera lalibido <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada 201 . Lo mismo suce<strong>de</strong> con otras pasiones <strong>de</strong>lirascible, como la ira. Si no se diese esa labilidad en el equilibriointerno <strong>de</strong>l hombre, sería bueno hacer siempre aquello a lo que nosimpulsasen el apetito sexual, la ira y otras pasiones, informadas porla razón gracias a las virtu<strong>de</strong>s correspondientes.En el otro extremo, se encuentra la sobrevalorización <strong>de</strong> lacontinencia, consecuencia <strong>de</strong>l voluntarismo. Esta <strong>de</strong>formación seoculta en la i<strong>de</strong>a, muy extendida, según la cual quien resistefortísimos embates <strong>de</strong> unas pasiones muy <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas es siempremás meritorio que quien resiste un empuje menos vehemente <strong>de</strong> laconcupiscencia. Esto sólo es verdad cuando la mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> laconcupiscencia es <strong>de</strong>bida a la propia constitución natural, menosfogosa y apasionada, o a gozar <strong>de</strong> menos oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>de</strong>leitesque enciendan la concupiscencia: es <strong>de</strong>cir, cuando se <strong>de</strong>be a factoresajenos a nuestra libertad. Pero cuando la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong>la concupiscencia se <strong>de</strong>be al dominio <strong>de</strong> la razón sobre el apetitosensible, propio <strong>de</strong>l hombre que practica y posee la templanza, nosolo no disminuye el mérito <strong>de</strong>l sujeto moral, sino que lo aumenta:“en este caso, la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> la concupiscencia aumenta el méritopor razón <strong>de</strong> su causa, mientras que la fuerza <strong>de</strong> la misma lodisminuye” 202 , afirma Santo Tomás.Como otras veces, conviene insistir en que la incontinencia es unvicio, “no porque se sumerja en graves concupiscencias, sino por noatenerse al <strong>de</strong>bido or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón, aún cuando se trate <strong>de</strong> laconcupiscencia <strong>de</strong> cosas apetecibles por sí mismas” 203 . Santo Tomásdistingue diversos tipos <strong>de</strong> incontinencia, según sea el modo en queno se atiene al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la razón. Cuando el alma ce<strong>de</strong> a la pasiónantes <strong>de</strong> escuchar la <strong>de</strong>liberación y el juicio <strong>de</strong> la razón, tenemos laincontinencia <strong>de</strong>senfrenada, también llamada precipitación 204 . Encambio, cuando el hombre no persevera en el consejo dado, porquela <strong>de</strong>bilidad con que se fijó en él la razón es gran<strong>de</strong>, tenemos lallamada <strong>de</strong>bilidad o flaqueza: en este caso, a la aparición <strong>de</strong> laconcupiscencia sigue la <strong>de</strong>liberación y juicio, pero no permanecen enlo que han <strong>de</strong>liberado porque son vencidos por la pasión. Por eso,afirma Santo Tomás, los débiles son peores que los precipitados 205 ,pues son vencidos por una pasión menor (no inmediatamente“rebasante” por su velocidad o vehemencia), y porque no actúan sinuna <strong>de</strong>liberación previa. Pero aun así, la <strong>de</strong>bilidad es una forma <strong>de</strong>incontinencia más que <strong>de</strong> intemperancia 206 .Por último, conviene mencionar que cabe un sentido <strong>de</strong>continencia como virtud general, que es capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir “no” <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lavoluntad a las solicitaciones <strong>de</strong> múltiples pasiones, y no sólo a las35
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