aprehen<strong>de</strong>r la realidad y vivir <strong>de</strong> ella, sino en <strong>de</strong>scubrir posibilida<strong>de</strong>s<strong>de</strong> abandonarse al mundo” 273 . Esta es la verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>stemplanza enel ansia cognoscitiva, que proviene <strong>de</strong> la concupiscencia <strong>de</strong> los ojos,un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n que una vez que se ha convertido en hábito vicioso,ahoga la capacidad natural <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> percibir la realidad, laverdad <strong>de</strong> sí mismo y <strong>de</strong>l mundo 274 .En opinión <strong>de</strong> Hanna Arendt, existe otro sentido <strong>de</strong> estaconcupiscencia <strong>de</strong> los ojos, que no hace referencia al placer sensibleen absoluto, más bien al contrario. Partiendo <strong>de</strong> la afirmación <strong>de</strong> SanAgustín: “los hombres que <strong>de</strong>sean lo que está fuera <strong>de</strong> ellos viven enun exilio respecto <strong>de</strong> sí” 275 , Arendt hace ver que “esta pérdida <strong>de</strong> síacontece en la forma <strong>de</strong> la curiosidad, <strong>de</strong> una „concupiscencia <strong>de</strong> losojos‟ (1 Jn 2,16) extrañamente ayoica, que se siente atraída por lascosas <strong>de</strong>l mundo” 276 .Denomina “ayoica” a esta concupiscencia <strong>de</strong> los ojos “porque<strong>de</strong>sea conocer las cosas <strong>de</strong>l mundo por mor <strong>de</strong> ellas mismas, sinreflexión ninguna sobre el yo y sin buscar el mínimo placer <strong>de</strong> ningúngénero” 277 . Para mostrarlo, explica, siguiendo a San Agustín, que elplacer sensible (“voluptas”), busca todo lo que es placentero a lossentidos: la belleza que es placentera a los ojos, o lo melodioso quelo es a los oídos, o lo suave que lo es al tacto y lo fragante que lo esal sentido <strong>de</strong>l olfato. Pero la visión se distingue <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>mássentidos en que conoce una tentación que es “con mucho máspeligrosa” que la mera atracción <strong>de</strong> lo bello. En efecto, los ojos son elúnico sentido que también quiere ver lo que pue<strong>de</strong> ser contrario alplacer, “no en aras <strong>de</strong> sufrir dolor, sino por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> experimentary conocer” 278 .Arendt explica que “mientras que el placer sensible repercute enquien busca el placer –<strong>de</strong> modo que para bien o para mal nunca sepierda a sí mismo <strong>de</strong>l todo-, el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conocer, incluso si alcanzasu objetivo, no trae ningún beneficio al yo” 279 . Al conocer o en labúsqueda <strong>de</strong>l conocimiento, no me intereso por mí mismo enabsoluto; me olvido <strong>de</strong> mí <strong>de</strong> manera muy semejante a como elespectador <strong>de</strong>l teatro se olvida <strong>de</strong> sí y sus cuidados ante elespectáculo maravillo que contempla. Es este amor no sensual por elmundo el que mueve a los hombres a “explorar las obras ocultas <strong>de</strong>la naturaleza, que están fuera <strong>de</strong> nosotros, cuyo conocimiento nos esperfectamente inútil, y en las que los hombres no se <strong>de</strong>leitan sino conel conocimiento mismo” 280 .Todas estas i<strong>de</strong>as son <strong>de</strong> gran aplicación en nuestros tiempos, enlos que, gracias a los mass-media, se ha abierto un vasto campo alejercicio <strong>de</strong> esta virtud. La omnipresencia simultánea, uniforme eigualmente accesible <strong>de</strong> una enorme multiplicidad <strong>de</strong> informaciones<strong>de</strong>talladas, con<strong>de</strong>nsadas, subrayadas, visualizadas y acompañadas <strong>de</strong>46
sonido original sobre cualquier cosa, recibidas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquier lugar ycasi en tiempo real, confiere a la era <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> comunicaciónunas características peculiares que la convierte en algocompletamente nuevo en la historia <strong>de</strong> la humanidad. Estaomnipresencia global y constante <strong>de</strong> un mundo <strong>de</strong> los medios que nosavasalla y aplasta con sus avalanchas <strong>de</strong> información, que engendraunos acontecimientos a fuerza <strong>de</strong> extraerlos en masa y agudizar susperfiles, y suprime otros, tal vez más importantes, sencillamente abase <strong>de</strong> silenciarlos, constituye un nuevo y po<strong>de</strong>roso ámbito <strong>de</strong>experiencia que para nuestros antepasados no existió.Como dice Hubert Markl, “la virtud más importante <strong>de</strong>l serhumano en la era <strong>de</strong> la información y la comunicación total [es] la <strong>de</strong>distinguir, ignorando sin más la mayor parte <strong>de</strong> lo que nos entra porlos sentidos. Pero lo que nos hace falta no es la ignorancia estólida <strong>de</strong>quien no quiere enterarse <strong>de</strong> nada nuevo, sino la docta ignorantia <strong>de</strong>Nicolás <strong>de</strong> Cusa, la <strong>de</strong> quien es capaz <strong>de</strong> concentrarse en lo esencialnegándose a <strong>de</strong>jarse sepultar y atontar por la marea <strong>de</strong> <strong>de</strong>tallesinformativos triviales” 281 . ¿Cómo no ver en estas palabras unareferencia a la estudiosidad, a la mo<strong>de</strong>ración propia <strong>de</strong>l alma sobria,y a su papel capital en nuestros días? En efecto, el afán <strong>de</strong>smedido<strong>de</strong> navegar en internet, por ejemplo, sin más criterio que lacuriosidad y el atractivo visual, sumerge a la persona en una marea<strong>de</strong> datos – a veces nocivos- que satura la capacidad crítica e impi<strong>de</strong>percibir la realidad tal cual es. Y otro tanto ocurre con el empleoabusivo <strong>de</strong>l teléfono móvil, el correo electrónico, la televisión, y otrosinstrumentos, en los que no hay vicio alguno, salvo por parte <strong>de</strong>lhombre que los usa inmo<strong>de</strong>radamente, <strong>de</strong>jándose arrastrar por elafán <strong>de</strong>smedido <strong>de</strong> noveda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>l puro <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> conocer <strong>de</strong>l quehablaba Arendt.2) Mo<strong>de</strong>stia en los movimientos y acciones externasPuesto que los movimientos externos <strong>de</strong>l hombre pue<strong>de</strong>n seror<strong>de</strong>nados mediante la razón, bajo cuyo imperio se mueven losmiembros externos, parece lógico que una virtud moral se ocupe <strong>de</strong>la or<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> estos movimientos 282 . Máxime cuando, como afirmaSanto Tomás, “los movimientos externos son signos <strong>de</strong> la disposicióninterior, que se mira principalmente en las pasiones <strong>de</strong>l alma. Poreso, la mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> los movimientos externos, requiere lamo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> las pasiones internas” 283 . Tal es el caso <strong>de</strong> la virtudque nos ocupa, que sin nombre específico en Santo Tomás, mo<strong>de</strong>ralos movimientos y acciones corporales, tratando <strong>de</strong> que se hagan con<strong>de</strong>cencia y honestidad 284 . Su existencia como virtud supone elconvencimiento <strong>de</strong> que, en el hombre, lo natural no es ante todo lo47
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