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Elementos Nº 53. AUTORES KR II - El Manifiesto

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Estado –tal como proclamara Spengler en1933 en su obra tardía Años decisivos:Alemania y la evolución histórica universal-.Pero el Estado que anhelaban, para ellosel verdadero actor en las luchas heroicas yen los dramas de la historia, no seidentificaba en modo alguno con el Estadonacional del siglo XIX, sino más bien con lasmonarquías que desaparecieron en el sigloanterior. Llegados a este punto, es evidenteque las tradiciones que inspiraron a losnacionalsocialistas, por un lado, y a loscríticos culturales como Reck y Spengler, porel otro, están separadas por uninfranqueable foso histórico. Unnacionalismo, otro más, que se organizacomo movimiento de masas para, a partir deellas, desarrollar un potencial aplastante deagresividad no tenía cabida en suconcepción del mundo. La nación era lamasa, informe y sin estructura interna, singuía y sin meta; el Estado, en cambio, era la“preciosa articulación interna”, la formaimprescindible para que la historia pudieratranscurrir sobre bases dignas y honorables.<strong>El</strong> pecado original, la primera causa dela caída del Estado, se manifestaba a sumodo de ver en el hecho, palpable a todasluces, de que, en la democracia, al sistemaeconómico (el ya de por sí aborrecidocapitalismo) se le concedía el primado sobreel sistema político. De esta manera se leabrían al “negro blanco” todas las puertas,se echaban a perder los asuntos de Estado ensalas de recreo para el diletantismo político,y el antaño augusto sujeto de la historia eraentregado a “grupos de políticos connegocios de dudosa moral: periodistas,abogados, corredores de bolsa, literatos,funcionarios de partido” (Spengler).Estados Unidos representaba en estesentido el ejemplo de lo peor. <strong>El</strong> condeHermann Keyserling había publicado en1930 su estudio Amerika: Der Aufgang einerneuen Welt (América, el despertar de unmundo nuevo), en el que criticaba el “cultoal dólar” y el riesgo de que “América sepudiera convertir en algo parecido a uncolosal homiguero”: al igual que Reck, eraun representante más del antiamericanismoque ya por entonces estaba bastanteextendido en Alemania. Pero, a diferencia de17Keyserling, que entre los síntomas de ladecadencia aún ponía de relieve ciertasexcelencias del modo de vidanorteamericano (y que acababa llegando a laconclusión de que también podía sostenersela hipótesis contraria, y que “EstadosUnidos podría representar un día uno de losmás grandes ejemplos históricos de ordensocial y económico”), para Reck,Norteamérica simbolizaba exclusivamente lanivelación social enemiga de todoindividualismo y la opresión simétrica detodos al compás del “relojmecánicotecnológico”.Por un corto período de tiempo creyóver en el nacionalsocialismo precisamente lafuerza imponente que podría conjugar labarbarización (así como Heidegger habíafundamentado en un primer momento supesimismo cultural como un dictamendefinitivo, para después –por un breveperíodo de tiempo, confiar en el TercerReich como en el gran giro de la historia).Sin embargo, esa esperanza se quebrópronto. En 1934 llamaba apremiantemente ala acción en su memoria Acht Kapitel für dieDeutschen (Ocho capítulos para losalemanes), porque Europa ya no teníamotivos para la arrogancia: “¡Diez años másde americanización, diez años más denegrificación, otros diez años de regimientomujeril, y hubiéramos acabado en la mismasituación [que Estados Unidos]”. En 1936,cuando comenzó con el diario, esa primeraesperanza se había transformado hacíatiempo, más allá de la decepción, en un odioradical. En realidad, casi ningún otroconservador de los que apostaron por elTercer Reich desarrolló después un odio desemejante calibre contra los nuevosdetentadodes del poder.La expresión “regimiento mujeril”, queReck solía utilizar como aclaración de la“tiranía de negros”, evidentemente norespondía a una observación empírica. Conella, hacía suyo el viejo resentimientoantidemocrático que desde el siglo XIXestaba firmemente anclado entre los que seoponían a los designios republicanos, unresentimiento que encontraría todavía unreflejo en la obra de Thomas MannConsideraciones de un apolítico: “Apenas secomprende a la democracia si no se

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