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Proceso-1998

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Las izquierdas electorales mexicanas,pese a las traumáticas experiencias de1988 y 2006, y sin que mediara una autocríticasobre su actuación en esas coyunturas,no se organizaron ni tampoco organizarona la sociedad para revertir el fraude quevenía preparándose meses antes de laselecciones de 2012; entrampadas en lainstitucionalidad de la que forman parte,asumieron nuevamente –sin fundamentoalguno– actitudes triunfalistas, mientrassus intelectuales, muchos de ellos ahoraen Morena, perdieron el sentido de la críticahacia su candidato a la Presidencia,sus posiciones equívocas en temas fundamentalesy el contenido ambivalentede una campaña salvada no del todo porla irrupción juvenil del YoSoy132, que vinoa darle una impronta inesperada. Esa izquierdaque se alejó de los movimientossociales importantes, como el de los pueblosindígenas (al que traicionó), o el quese pronuncia contra la renovada guerra sucia,o el que denuncia la abierta injerenciade Estados Unidos en nuestro país, firmó“pactos de civilidad” en 2012, a sabiendasde que los operativos fraudulentos de PeñaNieto estaban en marcha, y actuó durantela campaña muy amorosamente indulgentecon grupos empresariales, clericalesy con priistas recientemente conversos,entre ellos nada menos que quien en 1988operó la “caída del sistema”; y otro casosignificativo de acomodo fue el de quienfungió como subsecretario de Gobernacióny hoy es gobernador de Tabasco.Que Andrés Manuel López Obrador“lleva 10 años recorriendo el país, dialogandocon la gente y creando una organizaciónde ciudadanos”, como dice Bartra,no me queda duda. La pregunta es si estaorganización de ciudadanos se ha enraizadoen los movimientos populares y deresistencia, aparte de dedicarse a construirestructuras para el nuevo partidopolítico, con sus eventuales prerrogativaseconómicas nada desdeñables y sus políticosprofesionales que van conformandoesa estructura partidaria. Si tomamos encuenta el perfil de algunos precandidatos,como el secretario de Salud del gobiernode Aguirre, o el del empresario que ha militadoen partidos de todo color y que enMorelos pretende ser gobernador por Morena,surgen algunas dudas. Según se havenido conociendo, en otros estados losprecandidatos o candidatos de Morenapara las elecciones de este año son empresarioso “personalidades”, “gente famosa”,sin ninguna trayectoria de lucha nirelacionados orgánicamente con ningúnmovimiento social, mientras las plurinominalesserán rifadas “para inhibir la ambiciónde la condición humana”. ¿Es coneste tipo de candidaturas y procedimientosfortuitos que se pretende cambiar almal gobierno y elegir uno bueno? ¿Que sebusca crear poder popular abajo? ¿Es realmenteMorena partido-movimiento?Claro que todos quisiéramos para Méxicopotentes organizaciones sociales unificadasa organizaciones políticas que se ganenel apoyo masivo en las urnas porque noabandonan la calle; esta combinación queBartra considera invencible y visionaria, verso yprosa. Desgraciadamente, no es el caso.Pero el divorcio no provino del movimientosocial que ha estado resistiendo,con muchos costos en vidas humanas,presos y desaparecidos, la criminalidaddel poder y el embate de las corporaciones,que incluyen ambos al crimen organizado.La responsabilidad del rechazo al régimende partidos de Estado, cada vez más extendida,recae en quienes no han sabido ganarsela confianza masiva de la ciudadaníaa partir de su compromiso con las luchaspopulares del día a día, y no sólo para lascoyunturas electorales, como la que ahorase aproxima.Sin esperar a salvadores providenciales,los pueblos se organizan y buscan manerasinéditas de lucha y resistencia. Sincomparaciones que extrapolan situaciones,geografías, personajes y condicioneshistóricas disímiles, me pregunto: ¿Es realmenteel dilema en México votar o no votaren este año 2015? No lo creo. Sin embargo,están en todo su derecho quienes quierenorganizarse nuevamente por esa vía, y merefiero especialmente a las bases de Morena,siempre y cuando, se espera, sea porel bien del país y por las transformacionesde fondo que México necesita. El tiempo lodirá.En lo que sí coincido plenamente conBartra es en el clamor que ha dado lavuelta al mundo: ¡Vivos se los llevaron, vivoslos queremos! _____________________________*El sitio web Rebelión ha publicado este artículocon el permiso del autor mediante una licenciade Creative Commons, respetando sulibertad para publicarlo en otros medios.¿Cómo definir, en medio del horrory la corrupción que nos rodea, el elencode individuos que sin pudor algunose exhiben en la pasarela electoralbuscando captar la atención y la preferenciade electores que los miran conprofundo desprecio y asco? ¿Cómo definirsu presencia en fotografías que losmuestran inanes, estúpidos y tan ajenosa la democracia como la vacuidadde sus eslóganes? Hay varias palabrasque se escuchan por todas partes y queintentan hacerlo: cínicos, corruptos,irresponsables, impostores. Sin embargo,esos epítetos que los califican moralmenteno los definen ni los explican.La psicología, que sabe escrutarlos mitos, ha encontrado no obstante,en el de Narciso –el hijo de la violaciónde Cefiso, el dios-río, a la náyadeLiríope–, la palabra adecuada: narcisismo.Una patología, un trastornode la personalidad que se caracteriza–dice Javier Cercas, quien acaba depublicar una novela sobre otro tipo deimpostor, el “anarquista” Enric Marco–“por la fe ciega y sin motivo enla propia grandeza, por la necesidadcompulsiva de admiración y por lafalta de empatía”.Como todo narcisista –no hay impostorque no lo sea–, esos seres quese pretenden candidatos a puestos derepresentación poseen –hay que mirarlos espectaculares y oír los spots radiofónicoscon los que al lado del horrorcomienzan a atosigarnos como una pe-42 <strong>1998</strong> / 15 DE FEBRERO DE 2015

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