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Proceso-1998

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ANÁLISISJESÚS CANTÚDesprestigio mundialAfectos a buscar conspiraciones ycomplots detrás de toda acción que dañade cualquier forma su poder, los políticosmexicanos ya buscan “la(s) mano(s) quemece(n) la cuna” de los medios de comunicacióninternacionales (The Wall Street Journal,The Economist, The New York Times y LeMonde, entre otros) para difundir la informaciónsobre las propiedades e inversionesdel presidente y su familia, así comode integrantes de su gabinete y priistascercanos a su grupo político.Ellos no entienden que “en las democraciasmodernas, a las que México aspiraa pertenecer, el tipo de relación de rascaespaldasque aparentemente emprendieroncon Grupo Higa es vista como un comportamientoinaceptable”, como les dijo TheEconomist. Por supuesto que menos aúnpuede ser aceptado el inexplicable y desorbitadoenriquecimiento de los políticosde la República Mexicana que aflora encada una de las investigaciones desarrolladaspor los periodistas.Para los medios de “las democraciasmodernas” son noticia la corrupción, eltráfico de influencias, el conflicto de interésy todas las demás expresiones decaptura de los órganos del Estado o deenriquecimiento desproporcionado delos gobernantes. Por ello dedican unabuena parte de sus esfuerzos de investigacióna descubrirlos; el recuento de losreportajes y las notas relacionados conesto sería interminable.Particularmente el periodismo estadunidensecree que su función de “perroguardián” es indispensable en una democracia,porque es parte de los pesos ycontrapesos entre poderes (político, económicoe ideológico) que limita o impidelos abusos y excesos de poder.Los comunicadores se aferran al menorindicio de una irregularidad o un delitoy no paran hasta que descifran la trama odefinitivamente descartan dicha posibilidad.Esa es precisamente la función del periodista(afortunadamente hoy ya tambiéntenemos buenos ejemplos en los mediosmexicanos), y por ello nadie se sorprendecuando publican sus denuncias.En este caso se conjuntaron cuatrovertientes: una, México había logrado capturarla atención de la comunidad internacionalpor las llamadas reformas estructurales y losposibles impactos que las mismas tendríansobre la economía nacional e internacional;dos, medios mexicanos (particularmenteAristegui Noticias y <strong>Proceso</strong>) abrieron “la cajade Pandora” con la denuncia de la llamadaCasa Blanca de Las Lomas; tres, las nuevastecnologías permiten acceder a informaciónantes inaccesible, ya sea por las filtraciones opor la posibilidad de analizar y cruzar basesde datos con rapidez; y, cuatro, la apertura ala inversión extranjera como consecuenciade las reformas legislativas también provocaque los potenciales inversionistas observenmás detenidamente a México y, por consiguiente,que la información sobre éste sevuelva más atractiva para las audiencias deesos países.Fueron los mismos comunicadores oficialeslos que atrajeron la atención de los mediosinternacionales. Ellos fueron los que sobrevendieronsu proyecto, sobrevaloraron susconsecuencias e impactos y menospreciaronla capacidad periodística de sus interlocutores.Basta recordar cómo festejaban el famosoMemo (Mexican Moment), a pesar de los llamadosa ser más cautelosos.Con la mirada puesta en México, los mediosinternacionales también dieron cuentadel crimen de los soldados en Tlatlaya y de ladesaparición de los normalistas de Ayotizinapa,en Iguala; pero aunque pusieron al descubiertolos crímenes de Estado y cuestionaronla actuación de las autoridades mexicanas, nofue sino a partir de noviembre, al destaparse lainformación sobre la casa que el Grupo Higahabía vendido en condiciones muy favorablesa Angélica Rivera, cuando empezaron las críticasseveras. Visibilizaron la incapacidad parafrenar la ola de violencia y la violación de losderechos humanos, lo cual explicaron por losantecedentes inmediatos; pero al combinarsedicha situación con la deshonestidad y el cinismodel mismo presidente y su familia, sedesató la crítica.Por supuesto que el Wall Street Journal colocócomo una de sus prioridades la investigaciónde las propiedades del presidente y sucírculo cercano; se dedicó (o se dedica todavía)a escudriñar toda la información relacionadacon el patrimonio del grupo gobernantey denunciará todas las irregularidades y delitosque logre detectar.Los casos del New York Times y Le Mondeson muy distintos, pues los nombres de lospolíticos mexicanos aparecieron en mediode investigaciones más amplias y junto amillonarios de muy diferentes nacionalidades.Claro que llama la atención el hecho deque los acompañantes de los políticos mexicanossean empresarios y celebridades delespectáculo o los deportes, principalmente.Los políticos de México tampoco entiendenque las posibilidades de mantener ocultosu patrimonio, especialmente por lo abundantedel mismo y por las prácticas irregulareso, claramente, ilegales a las que recurren,se redujeron sustancialmente con el arribo delas nuevas tecnologías de la información.Como tampoco están dispuestos a reconocerlo irregular, ilícito o incluso delictivode sus prácticas, y mucho menos a cambiarsu proceder, intentan respuestas y tomandecisiones que los hunden más. Así, cuandoles avisaron (antes de que se difundiera públicamente)sobre la información de la CasaBlanca, decidieron cancelar la licitación deltren rápido México-Querétaro, para intentarcontrolar los daños, sin darse cuenta de queesa era precisamente la aceptación tácita dela irregularidad.La revisión de todas las medidas y declaracionesque han anunciado en relación conestos controvertidos hechos arroja un resultadosimilar. Y ello atrae más la atención de losmedios de comunicación (nacionales e internacionales),y permite a éstos abordar y detectarángulos que originalmente habían pasadodesapercibidos.Contrario a lo que sucede en el gobiernomexicano (que se resiste a transparentarla información pública), en este caso no haynada reservado y mucho menos confidencial:Los únicos responsables de que el presidente,su familia, su gabinete y su grupo cercanoocupen espacios destacados en los medios internacionalesson ellos mismos, porque nuncamidieron las consecuencias de sus actos ypensaron que jamás los iban a descubrir.El problema está en la forma en queejercen el poder, no en la difusión de susabusos. <strong>1998</strong>/ 15 DE FEBRERO DE 2015 47

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