You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Viene <strong>de</strong> página 2/<br />
se disponen esos charlatanes a recitar sus<br />
propias máximas! Si supieran cómo yo<br />
mismo comprendo lo abominable <strong>de</strong> mi<br />
situación actual, no se atreverían a darme<br />
lecciones. Porque vamos a ver, ¿qué pue<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong>cirme que yo no sepa? ¿Y acaso se<br />
trata <strong>de</strong> eso? De lo que se trata es <strong>de</strong> que<br />
basta un giro <strong>de</strong> la rueda para que todo<br />
cambie, y <strong>de</strong> que estos moralistas -estoy<br />
seguro <strong>de</strong> ello- serán entonces los primeros<br />
en venir a felicitarme con chanzas<br />
amistosas. Y no me volverán la espalda,<br />
como lo hacen ahora. ¡Que se vayan a<br />
freír espárragos! ¿Qué soy yo ahora? Un<br />
cero a la izquierda. ¿Qué puedo ser mañana?<br />
Mañana puedo resucitar <strong>de</strong> entre<br />
los muertos Y empezar a vivir <strong>de</strong> nuevo.<br />
Aún puedo, mientras viva, rescatar al<br />
hombre que va <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí.<br />
En efecto, fui entonces a Homburg, pero<br />
... más tar<strong>de</strong> estuve otra vez en Roulettenburg,<br />
estuve también en Spa, estuve incluso<br />
en Ba<strong>de</strong>n, adon<strong>de</strong> fui como ayuda<br />
<strong>de</strong> cámara <strong>de</strong>l Consejero Hinze, un bribón<br />
que fue mi amo aquí. Sí, también serví<br />
<strong>de</strong> lacayo ¡nada menos que cinco meses!<br />
Eso fue recién salido <strong>de</strong> la cárcel (porque<br />
estuve en la cárcel en Roulettenburg por<br />
una <strong>de</strong>uda contraída aquí. Un <strong>de</strong>sconocido<br />
me sacó <strong>de</strong> ella. ¿Quién sería? ¿Míster<br />
Astley? ¿Polina? No sé, pero la <strong>de</strong>uda fue<br />
pagada, doscientos táleros en total, y fui<br />
puesto en libertad). ¿En dón<strong>de</strong> iba a meterme?<br />
Y entré al servicio <strong>de</strong> ese Hinze. Es<br />
éste un hombre joven y voluble, amante<br />
<strong>de</strong> la ociosidad, y yo sé hablar y escribir<br />
tres idiomas. Al principio entré a trabajar<br />
con él en calidad <strong>de</strong> secretario o algo por<br />
el estilo, con treinta gul<strong>de</strong>n al mes, pero<br />
acabé como verda<strong>de</strong>ro lacayo, porque<br />
llegó el momento en que sus medios no le<br />
permitieron tener un secretario y me rebajó<br />
el salario. Como yo no tenía adon<strong>de</strong><br />
ir, me quedé, y <strong>de</strong> esa manera, por <strong>de</strong>cisión<br />
propia, me convertí en lacayo. En<br />
su servicio no comí ni bebí lo suficiente,<br />
con lo que en cinco meses ahorré setenta<br />
gul<strong>de</strong>n. Una noche, en Ba<strong>de</strong>n, le dije<br />
que quería <strong>de</strong>jar su servicio, y esa misma<br />
noche me fui a la ruleta. ¡Oh, cómo me<br />
martilleaba el corazón! No, no era el dinero<br />
lo que me atraía. Lo único que entonces<br />
<strong>de</strong>seaba era que todos estos Hinze, todos<br />
estos Oberkellner, todas estas magníficas<br />
damas <strong>de</strong> Ba<strong>de</strong>n hablasen <strong>de</strong> mí, contasen<br />
mi historia, se asombrasen <strong>de</strong> mí, me colmaran<br />
<strong>de</strong> alabanzas y rindieran pleitesía<br />
a mis nuevas ganancias. Todo esto son<br />
quimeras y afanes pueriles, pero... ¿quién<br />
sabe?, quizá tropezaría con Polina y le<br />
contaría -y ella vería- que estoy por encima<br />
<strong>de</strong> todos estos necios reveses <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>stino. ¡Oh, no era el dinero lo que me<br />
tentaba! Seguro estoy <strong>de</strong> que lo hubiera<br />
<strong>de</strong>spilfarrado una vez más en alguna<br />
Blanche y <strong>de</strong> que una vez más me hubiera<br />
paseado en coche por París durante tres<br />
semanas, con un tronco <strong>de</strong> mis propios<br />
caballos valorados en dieciséis mil francos;<br />
porque la verdad es que no soy avaro;<br />
antes bien, creo que soy un manirroto.<br />
Y sin embargo, ¡con qué temblor, con qué<br />
<strong>de</strong>sfallecimiento <strong>de</strong>l corazón escucho el<br />
2 aula abierta<br />
Sábado <strong>30</strong> / enero / <strong>2016</strong><br />
| Dostoyevski | El Jugador<br />
grito <strong>de</strong>l crupier:<br />
trente et un, rouge,<br />
impaire et passe, o<br />
bien: quatre, noir,<br />
pair et manque!<br />
icon qué avi<strong>de</strong>z<br />
miro la mesa <strong>de</strong><br />
juego, cubierta <strong>de</strong><br />
luises, fe<strong>de</strong>ricos y<br />
táleros, las columnas<br />
<strong>de</strong> oro, el rastrillo<br />
<strong>de</strong>l crupier que <strong>de</strong>smorona<br />
en montoncillos,<br />
como brasas can<strong>de</strong>ntes, esas<br />
columnas o los altos rimeros<br />
<strong>de</strong> monedas <strong>de</strong> plata en<br />
torno a la rueda. Todavía,<br />
cuando me acerco a la sala<br />
<strong>de</strong> juego, aunque haya dos<br />
habitaciones <strong>de</strong> por medio,<br />
casi siento un calambre al<br />
oír el tintín <strong>de</strong> las monedas<br />
<strong>de</strong>sparramadas.<br />
De pronto se<br />
oyó a mi alre<strong>de</strong>dor<br />
un rumor<br />
sordo y risas.<br />
«¡Bravo, bravo!»,<br />
gritaban<br />
todos, y algunos<br />
incluso aplaudieron.<br />
Recogí allí<br />
también treinta<br />
mil florines y la<br />
banca fue clausurada<br />
hasta el<br />
día siguiente<br />
Ah, esa noche en que llegué<br />
a la mesa <strong>de</strong> juego con mis<br />
setenta gul<strong>de</strong>n fue también<br />
notable. Empecé con diez gul<strong>de</strong>n, una<br />
vez más enpasse. Perdí. Me quedaban<br />
sesenta gul<strong>de</strong>n en plata; reflexioné y me<br />
<strong>de</strong>cidí por el zéro. Comencé a apuntar<br />
al zéro cinco gul<strong>de</strong>n por puesta, y a la<br />
tercera salió <strong>de</strong> pronto el zéro; casi <strong>de</strong>sfallecí<br />
<strong>de</strong> gozo cuando me entregaron<br />
ciento setenta y cinco gul<strong>de</strong>n. No había<br />
sentido tal alegría ni siquiera aquella<br />
vez que gané cien mil gul<strong>de</strong>n; seguidamente<br />
aposté cien gul<strong>de</strong>n al rojo, y salió;<br />
los doscientos al rojo, y salió; los cuatrocientos<br />
al negro, y salió; los ochocientos<br />
al manque, y salió; contando lo anterior<br />
hacía un total <strong>de</strong> mil setecientos gul<strong>de</strong>n,<br />
¡y en menos <strong>de</strong> cinco minutos! Sí, en tales<br />
momentos se olvidan todos los fracasos<br />
anteriores. Porque conseguí esto arriesgando<br />
más que la vida; me atreví a arriesgar...<br />
y me pu<strong>de</strong> contar <strong>de</strong> nuevo entre los<br />
hombres.<br />
Tomé habitación en un hotel, me encerré<br />
en ella y estuve contando mi dinero hasta<br />
la tres <strong>de</strong> la madrugada. A la mañana<br />
siguiente, cuando me <strong>de</strong>sperté, ya no<br />
era lacayo. Decidí irme a Homburg ese<br />
mismo día; allí no había servido como<br />
lacayo ni había estado en la cárcel. Media<br />
hora antes <strong>de</strong> la salida <strong>de</strong>l tren fui a hacer<br />
dos apuestas, sólo dos, y perdí centenar<br />
y medio <strong>de</strong> florines. A pesar <strong>de</strong> ello me<br />
trasladé a Homburg y hace ya un mes<br />
que estoy aquí...<br />
Vivo, ni que <strong>de</strong>cir tiene, en perpetua zozobra;<br />
juego cantida<strong>de</strong>s muy pequeñas y<br />
estoy a la espera <strong>de</strong> algo, hago cálculos,<br />
paso días enteros junto a la mesa <strong>de</strong> juego<br />
observándolo, hasta lo veo en sueños; y<br />
<strong>de</strong> todo esto <strong>de</strong>duzco que voy como insensibilizándome,<br />
como hundiéndome<br />
en agua estancada. Llego a esta conclusión<br />
por la impresión que me ha producido<br />
tropezar con míster Astley. No nos<br />
habíamos visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces y nos encontramos<br />
por casualidad. He aquí cómo<br />
sucedió eso. Fui a los jardines y calculé<br />
que estaba casi<br />
sin dinero pero<br />
que aún tenía cincuenta<br />
gul<strong>de</strong>n,<br />
amén <strong>de</strong> que tres<br />
días antes había<br />
pagado en su totalidad<br />
la cuenta<br />
<strong>de</strong>l hotel en que<br />
tengo alquilado<br />
un cuchitril. Por<br />
lo tanto, me queda la posibilidad<br />
<strong>de</strong> acudir a la ruleta, pero<br />
sólo una vez; si gano algo,<br />
podré continuar el juego; si<br />
pierdo, tendré que meterme a<br />
lacayo otra vez, a menos que<br />
se presenten en seguida algunos<br />
rusos que necesiten un tutor.<br />
Pensando así, iba yo dando<br />
mi paseo diario por el parque y<br />
por el bosque en el principado<br />
vecino. A veces me paseaba así<br />
hasta cuatro horas y volvía a<br />
Homburg cansado y hambriento.<br />
Apenas hube pasado d(<br />
los jardines al parque cuando<br />
<strong>de</strong> repente vi a míster Astley sentado en<br />
un banco. Él fue el primero en verme y<br />
me llamó a voces. Me senté junto a él. Al<br />
notar en él cierta gravedad mo<strong>de</strong>ré al momento<br />
mi regocijo, pero aun así me alegré<br />
muchísimo <strong>de</strong> verle.<br />
~¡Conque está usted aquí! Ya pensaba yo<br />
que iba a tropezar con usted ~me dijo-.<br />
No se moleste en contarme nada: lo sé<br />
todo, todo. Me es conocida toda la vida<br />
<strong>de</strong> usted durante los últimos veinte meses.<br />
-¡Bah, conque espía usted a los viejos amigos!<br />
-respondí-. Le honra a usted el hecho<br />
<strong>de</strong> que no se olvida... Pero, espere, me<br />
hace usted pensar en algo: ¿no fue usted<br />
quien Te sacó <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Roulettenburg<br />
don<strong>de</strong> estaba preso por una <strong>de</strong>uda<br />
<strong>de</strong> doscientos gul<strong>de</strong>n? Fue un <strong>de</strong>sconocido<br />
quien me rescató.<br />
-¡No, oh, no! Yo no le saqué <strong>de</strong> la cárcel<br />
<strong>de</strong> Roulettenburg don<strong>de</strong> estaba usted por<br />
una <strong>de</strong>uda <strong>de</strong> doscientos gul<strong>de</strong>n, pero sí<br />
sabía que estaba usted en la cárcel por<br />
una <strong>de</strong>uda <strong>de</strong> doscientos gul<strong>de</strong>n.<br />
-¿Quiere <strong>de</strong>cir eso, sin embargo, que sabe<br />
usted quién me sacó?<br />
-Oh no, no puedo <strong>de</strong>cir que sepa quién<br />
le sacó.<br />
-Cosa rara. No soy conocido <strong>de</strong> ninguno<br />
<strong>de</strong> nuestros rusos, y quizá aquí los rusos<br />
no rescatan a nadie. Allí en Rusia es otra<br />
cosa: los ortodoxos rescatan a los ortodoxos.<br />
Pensé que algún inglés estrambótico<br />
podría haberlo hecho por excentricidad.<br />
Míster Astley me escuchó con cierto<br />
asombro. Por lo visto esperaba encontrarme<br />
triste y abatido.<br />
-Me alegra mucho, <strong>de</strong> todos modos, ver<br />
que conserva plenamente su in<strong>de</strong>pen-<br />
No comprendió al instante, pero cuando<br />
comprendió se sonrió.<br />
-Me gustan sus observaciones. Reconozco<br />
en esas palabras a mi antiguo amigo, listo<br />
y entusiasmado al par que único. Los rusos<br />
son los únicos que pue<strong>de</strong>n reconciliar<br />
en sí mismos tantas contradicciones a la<br />
vez. Es cierto; a uno le gusta ver humillado<br />
a su mejor amigo; y en gran medida<br />
la amistad se funda en la humillación.<br />
Ésta es una vieja verdad conocida <strong>de</strong> todo<br />
hombre inteligente. Pero le aseguro a usted<br />
que esta vez me alegra <strong>de</strong> veras que<br />
no haya perdido el coraje. Diga, ¿no tiene<br />
intención <strong>de</strong> abandonar el juego?<br />
-¡Maldito sea el juego! Lo abandonaré en<br />
cuanto...<br />
-¿En cuanto se <strong>de</strong>squite? Ya me lo figuraba;<br />
no siga .... ya lo sé; lo ha dicho usted<br />
sin querer, por consiguiente ha dicho la<br />
verdad. Diga, fuera <strong>de</strong>l juego, ¿no se ocupa<br />
usted en nada?<br />
-No, en nada.<br />
Empezó a hacerme preguntas. Yo no sabía<br />
nada, apenas había echado un vistazo a<br />
los periódicos, y durante todo ese tiempo<br />
ni siquiera había abierto un libro.<br />
-Se ha anquilosado usted -observó-; no<br />
sólo ha renunciado a la vida, a sus intereses<br />
personales y sociales, a sus <strong>de</strong>beres<br />
como ciudadano y como hombre, a sus<br />
amigos (porque los tenía usted a pesar<br />
<strong>de</strong> todo)..., no sólo ha renunciado usted<br />
a todo propósito que no sea ganar en el<br />
juego, sino que ha renunciado incluso a<br />
sus recuerdos. Yo le recuerdo a usted en<br />
un momento ardiente y pujante <strong>de</strong> su<br />
vida, pero estoy seguro <strong>de</strong> que ha olvidado<br />
todas sus mejores impresiones <strong>de</strong> entonces.<br />
Sus ilusiones, sus ambiciones <strong>de</strong><br />
ahora, aun las más apremiantes, no van<br />
más allá <strong>de</strong>l pair et impair, rouge, noir, los<br />
doce números medios, etcétera, etcétera.<br />
Estoy seguro.<br />
-Basta, míster Astley, por favor, por favor,<br />
no haga memoria -exclamé con enojo<br />
vecino al rencor-. Sepa que no he olvidado<br />
absolutamente nada, sino que por<br />
el momento he excluido todo eso <strong>de</strong> mi<br />
mente, incluso los recuerdos, hasta que<br />
mejore mi situación <strong>de</strong> modo radical.<br />
Entonces... ¡entonces ya verá usted cómo<br />
resucito <strong>de</strong> entre los muertos!<br />
-Estará usted aquí todavía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> diez<br />
años -dijo-. Le apuesto que se lo recordaré<br />
a usted en este mismo banco, si vivo<br />
todavía.<br />
-Bueno, basta -interrumpí con impaciencia-,<br />
y para <strong>de</strong>mostrarle que no me he<br />
olvidado tanto <strong>de</strong>l pasado, permita que le<br />
pregunte: ¿dón<strong>de</strong> está miss Polina? Si no<br />
fue usted quien me sacó <strong>de</strong> la cárcel sería<br />
probablemente ella. No he tenido noticia<br />
ninguna <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel tiempo.<br />
-¡No, oh no! No creo que fuera ella quien<br />
le sacara. Está ahora en Suiza, y me haría<br />
/Sigue en página 3