PASIÓN.es - El Correo de Andalucía

Los evangelios son la primera
de las fuentes donde fijarse
para intentar colocar en su
lugar cada uno de los escenarios
de la pasión aunque tampoco
aporten mucha información
sobre la localización exacta
donde tuvieron lugar algunos
de los momentos principales
como fueron la crucifixión, el
entierro o la resurrección. Hay
ubicaciones que con el tiempo
se han ido adaptando más a la
tradición y a lo que se suponía a
la hora de efectuar la teoría que
el lugar verdadero que la
arqueología señala como más
acertados.
El peregrino sabía estas
cosas. Había estudiado que el
calvario no tenía nada de
monte, que así empezó a llamarse
cuando en el siglo IV se
dejó una roca aislada que no
alcanzaba más de unos metros
de alto y que en su cercanía
estaba el sepulcro que José de
Un lugar
llamado Gólgota
Arimatea había hecho construir,
fuera de la ciudad, lo suficientemente
próximo a ella para que
los siglos la hubieran rodeado
de las edificaciones que allí
emergían. Le resultaba difícil al
viajero imaginarse el verdadero
aspecto de todo aquello hacía
2.000 años, tras haber soportado
la continua tensión e incluso
guerras mal amparadas en criterios
religiosos, hasta el añadido
de aparatos empeñados en
adornar lo que de por sí no
necesita abalorio alguno para
proyectar un mensaje de fe y
esperanza.
Ante el montículo meditó
José Manuel García
sobre las aportaciones a la historia
de la ciudad que supusieron
las localizaciones de Eusebio de
Cesarea, los escritos de Cirilo
de Jerusalén sobre una cruz
perdida en continuos saqueos y
que dejó paso a un templo dedicado
a Venus y de nuevo a otra
cruz que “no tardó en tomar
lugar en la cima del montículo
rocoso”. Tenía en cuenta las
excavaciones efectuadas por los
franciscanos que tanto aportaron
para ir dando forma a lo
que se suponía escenario primitivo
o los estudios de finales del
siglo XIX que situaban el calvario
incluso en otro lugar que la
tradición dispone. Conocía, en
definitiva, que los datos se han
empeñado en concluir que hoy
en día no nos resulta posible
contemplar la ubicación del
Gólgota y que sólo es posible
quedarse en una aproximación
topográfica del lugar.
Todo eso tenía presente
cuando miraba al montículo
que todos señalan como el de la
calavera. No era la primera vez
que estaba allí y sabía que aún
le quedaba mucho que estudiar
sobre la zona. Pero todo eso se
quedaba a un lado. No era cuestión
de analizar ni proponer
teorías nuevas. Poco importaba
que fuera o no el lugar exacto
aunque el corazón le repitiera
unayotravezqueporquéno
podía ser allí. En la cercanía de
la ciudad más santa, tenía arrebatadoramente
claro que estaba
ante la fuerte presencia de Dios.
Se puso de rodillas y
comenzó a rezar.
febrero 2012 ● mp7 ● 19