PASIÓN.es - El Correo de Andalucía

Iglesia y en la otra Plaza de Doña Teresa de
Enríquez, los naranjos siembran oquedosos
el suelo de azahar y se desprende un aroma
tan penetrante que llega a conmovernos”.
Hasta que al fin llega a su destino, una
“casa como tiene que ser la de un artista tan
sevillano y tan sensitivo”, con un “patio alegre
y florido, cargado de columnas y de
obras de arte. La casa de Castillo siempre
está abierta para todo el mundo”. Y no se le
ocurre otra cosa a este hombre que preguntarle
al escultor si tiene muchos encargos.
Respuesta: “Fray Diego de Cádiz, para
Guadix; Dolorosa, para Siles de Jaén;
Virgen y San Juan, para Isla Cristina; Jesús
atado a la columna, para Guadalcanal” y así
hasta cerca de treinta obras pendientes.
“¡No, si hay varias más!”, dice Castillo ingenuamente
y sigue hablando: “No hay más
remedio que trabajar. Ahora, que yo soy de
aquellos que aprovechan el tiempo, pues
gozo más trabajando que marchando al
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La escuela que soñó
Castillo Lastrucci
Castillo Lastrucci soño con dirigir una
escuela de imaginería en Sevilla. “Yo
haría la talla de un Jesús hablando al
pueblo; después, ese mismo Jesús
(hablo del modelo) lo haría en la actitud
de sufrir las afrentas, y cuando vencido
físicamente lleva la cruz al hombro, y
cuando agoniza clavado al madero y, por
último, ya muerto y frío, en los brazos de
su Santa Madre. Son cinco distintas
expresiones y procuraría que fuera un
solo modelo, como ya he dicho, para
que los alumnos pudieran, paso a paso,
estudiar prácticamente”. Y otras tantas
expresiones también para aprender a
tallar imágenes de Virgen. No pudo ser.
cine o al café”. Empiezan los años 40, y está
Castillo en el apogeo de su labor artística
para las cofradías.
“Mi arte”, explica el escultor a su amigo,
“lo defino yo con brevedad: tomar del
modelo vivo lo esencialmente humano y
luego divinizar la expresión. Porque, vamos
a ver: si yo, para tallar una Virgen, me limito
a tomar de una mujer, por muy bella que
sea, su forma carnal... si soy diestro en el
arte habré tallado, habré conseguido seguramente
una buena escultura... pero la
Virgen que nos canta tan deliciosamente la
Iglesia, esa no aparece en la obra, ya que no
puede haber una mujer, por perfecta que
sea, que se asemeje a la madre del
Redentor, físicamente hablando. ¿No es
eso? Yo, hombre de fe, veo y presiento a mi
modo a la Virgen, y cuando he sacado el
máximo partido al modelo me abstraigo y
empiezo a luchar por dar con las gubias la
expresión ideal que yo he sentido. Esa es,
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