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salto del ciervo

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atrás va a recoger algunas de sus perlas más memorables: versos que dinamitan<br />

la tranquilidad <strong>del</strong> bien pensante, burlas a quien se dispone a leer poesía para<br />

encontrar en la lírica un bálsamo. Pero aún quienes vamos a buscar lo que ella<br />

tiene para ofrecernos, hay momentos en que también damos con lo insoportable,<br />

como en el poema La niñera de Sangre, lata, heno (1999), donde poetiza<br />

una de los momentos más impresionantes de su obra (ya sé qué es difícil determinar<br />

ese rango): “No sabía realmente qué era una persona, yo/ quería que<br />

alguien me chupara el pezón, / terminé encerrada en el baño, / desnuda hasta<br />

la cintura, sosteniendo a la bebé, / y lo único que ella quería eran mis anteojos,<br />

la sostuve/ suavemente, esperando que tomara la decisión,/ como un angelito,<br />

con su enfermera. Y ella no quería, sólo quería/ mis anteojos. Chupá, carajo,<br />

pensé, /quería sentir el tirón de otra /vida, quería sentirme necesaria”.<br />

Queda claro porqué para muchos y muchas, hablar de Sharon Olds es hablar<br />

de una poeta “confesional”. Pero personalmente creo que lo suyo es, más bien,<br />

lo inconfesable: más que por el arrepentimiento o la catarsis propios de la confesión,<br />

lo que producen determinados versos es una especie de tentación morbosa<br />

ante lo prohibido, lo que “no debería decirse”. Por momentos, no podemos<br />

dejar de leer aquello que nos desagrada (recuerdo haberme preguntado<br />

más de una vez mientras leía un poema suyo hasta donde pensaba llegar). Y<br />

nos desagrada porque contiene una verdad que sería preferible ser mantenida<br />

en sombras para cualquier mortal; una verdad que busca iluminarse y que<br />

como una enredadera a una pared se agarra <strong>del</strong> poema para tomar una forma<br />

estética y visible. El poema es entonces funcional, una herramienta para desencarcelar,<br />

un medio que se convierte, sin embargo, gracias a la genialidad de<br />

Sharon, en el propio fin.<br />

Salto <strong>del</strong> Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia<br />

La selección de la presente antología, gracias al criterio de los jóvenes traductores<br />

y poetas Foglia y Leiderman, muestra lo peor y lo mejor de Olds, que en<br />

su poesía es una sola cosa, un monstruo de dos cabezas. Siguiendo las huellas<br />

de su espíritu nunca manso y lo descarnado de sus imágenes, los curadores la<br />

presentan sin atenuantes, comenzando por el desgarro de los últimos años<br />

donde el decir poético alcanzó una expresión más sutil y a la vez madura,<br />

aunque igual de maledicente. Respecto <strong>del</strong> tiempo, lo mismo sucede en las<br />

pampas que en San Francisco: una diabla sabe por diabla, pero por vieja,<br />

cuánto más.<br />

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