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Ficción

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—Negra, no dejes que los oídos se te cierren —le aconsejé—.<br />

Agárrate la nariz y sopla fuerte.<br />

—Así, así.<br />

Subimos a una destartalada camioneta con rumbo a<br />

Marcapomacocha, a la casa de mi abuelo Avelino. Atravesamos un<br />

puente. Remontamos una cumbre. Al frente, se levantaba el nevado<br />

Rajuntay. En sus faldas, se distinguían trochas y estancias de pastores.<br />

Viajábamos en la tolva con una familia de comuneros. A pesar del<br />

traqueteo del vehículo, Rita se durmió sobre mi hombro. Los niños cuchicheaban<br />

mirándola. De seguro nunca vieron a una zamba en su vida.<br />

Recuerdo que, por el contorno de los nevados de la cordillera<br />

de Pariacaca, emergía una luz colorida. Distinguí tonos naranjas,<br />

rojizos, violetas. Los rayos resplandecían como salidos de un espejo.<br />

Sin embargo, se sentía una tristeza.<br />

Llegamos a Marcapomacocha pasadas las siete de la noche.<br />

VIII<br />

Tocamos la puerta de tablas de mi abuelo y nadie salió. La vecina<br />

me reconoció y me dijo que Papá Avelino ahora estaba en su casita<br />

del anexo de Yántac.<br />

Imposible era continuar nuestro viaje esa noche por la granizada<br />

y el frío. Por suerte, la vecina nos dejó pasar la noche en su vivienda.<br />

Incluso nos calentó guiso de carnero y nos ofreció la cama de sus<br />

hijas ausentes. También nos dio unas chalinas, guantes, sombreros y<br />

escarpines. No aceptó el dinero que le ofrecí.<br />

En la mañana, Rita ya no sufría náuseas ni dolor de cabeza. Así<br />

que desayunamos caldo de cabeza con pan serrano y emprendimos el<br />

tramo a pie hacia Yántac. Bordeamos la laguna Marcapomacocha por<br />

un camino de tierra. Vimos venados, un arroyo. Más allá, ascendimos<br />

hacia otra laguna. En ese lugar, las montañas se dividían dejando a la<br />

vista una explanada de tierra.<br />

Yántac era un puñado de casas junto a una profunda y oscura laguna.<br />

Atravesamos la iglesia colonial, la escuelita primaria y el comedor,<br />

donde la cocinera acariciaba un gato negro. Le preguntamos por mi<br />

abuelo Avelino y nos señaló la última casa del poblado.<br />

IX<br />

TBC, TKCH, TDG y te maté. Así se expresaba Rita —ya pasados<br />

los días— sobre Anhuamán. Decía que, si nos detenían, contaría las<br />

cochinadas del profesor y sus colegas. Que las autoridades entenderían<br />

nuestro actuar.<br />

Un diario cubrió el hecho. Afirmaba que se contaba “con el<br />

identikit de dos jóvenes mujeres que habrían ‘pepeado’ a la víctima<br />

causándole la muerte”. Asustada, hablé con mi vieja. Ella se<br />

reunió con la madre de Rita y acordaron escondernos en la casa<br />

del abuelo Avelino.<br />

A las semanas, Rita ya estaba harta de Yántac. No soportaba el<br />

frío, ni los dolores de cabeza. Se aburría con las historias de Papá<br />

Avelino, de que le hablara tanto de su hijo asesinado por los terrucos,<br />

mi tío Alcides. Se le notaba incómoda, y hasta se la agarró conmigo.<br />

Una sola vez, me acompañó con los pastores a las estancias del<br />

Rajuntay. Y, cuando me ayudaba a cocinar, lo hacía a regañadientes.<br />

El abuelo le consiguió la Biblia Reina Valera, y revistas y periódicos<br />

pasados para que se entretuviera. Pero Rita no leyó nada, apenas rellenó<br />

los pupiletras y los laberintos. Después salió con que estaba cansada<br />

del carnero, la patasca y el charqui. Que extrañaba el turrón de Doña<br />

Pepa, la música salsa, a su vieja y a su tía Mashol. Que tenía miedo del<br />

terrorismo. Que estaba harta que se la quedaran mirando por zamba.<br />

Que los silos le daban asco. Que la policía ya no investigaría lo de<br />

Anhuamán porque era un pobre y triste huevón.<br />

Rita se marchó. Los pastores dijeron que se subió a la tolva de una<br />

camioneta que bajaba hacia Marcapomacocha. Yo no quise ir tras ella,<br />

pero con Papá Avelino arrojamos hojas de coca y chicha de jora a la laguna<br />

y le pedimos a la diosa que allí habita por el bienestar de mi amiga.<br />

VICE 33

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