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Lo más impactante que he
escuchado sobre Italia fue
de una española, quien conocía
toda Europa. Ella dijo: “Cuando
yo entré a Venecia por el gran canal,
hasta lloré de lo bello del lugar”.
Se puede decir que Italia es, si no el
país más bello del mundo, uno de los
más bellos. No en vano todos los caminos
conducen a Roma, la cual fue
el centro del mundo y eje espiritual
de muchos habitantes de la tierra durante
siglos; de hecho, hasta hoy cruzando
una calle se encuentra el país
más chiquito del mundo: el Vaticano,
donde vive el papa Francisco.
Para empezar, Roma es hermosa, no
solo por su extremo estilo europeo, sino
por sus ruinas conservadas en excelente
estado, su historia y por la vía Veneto,
donde caminaban contorneándose
Sophia Loren y Gina Lollobrigida, inspiradoras
de los paparazzis, allá por
los años 40 y 50 del siglo pasado.
Atravesando este país, el cual tiene
proporciones parecidas a los de menor
tamaño de udamrica 3.33 km
cuadrados) encontrarás una trattoria
(pequeño restaurante italiano) con ese
particular estilo rústico y comida para
chuparte los dedos, con sabor a casa.
Avanzando por la Toscana, podrás
visitar el pueblo de Pinocho, Florencia,
donde está la escultura por antonomasia:
el David de Miguel Ángel.
Siena, donde las carreras de caballo
son lo que rige al pueblo, Montepulciano,
Volterra, Pienza. Y, así, podría
nombrar más de veinte lugares en los
que sentirás que el mundo no ha dado
vueltas en cientos de años, y en los
que te quieres perder y no regresar.
También podemos avanzar y llegar a
Asís, donde nació San Francisco o talvez
Pisa, donde está la torre inclinada,
y ¿qué tal ir a Padua?, donde yace
San Antonio y poner tu estampita de
cabeza, allí donde las papas queman.
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