VE-29 ENERO 2017
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lejos. Solo se oía el silencio. Silencio denso, más cuanto más alejado<br />
de la fuente. Cuando sus ojos se acostumbraron a la escasa luz pudo<br />
comprobar que llevaba su traje de Armani. Le costó un poco darse<br />
cuenta de sus zapatos de cordones preferidos.<br />
Se palpó la mano izquierda. Le faltaba algo. Su alianza no<br />
estaba. Tampoco el reloj. Con temor se llevó la mano al pecho para<br />
comprobar que no tenía sus cadenas de oro, las cruces y el resto de los<br />
abalorios que colgaban de ellas. Reminiscencias de su pasado<br />
católico.<br />
Cada vez estaba más seguro de que lo habían dado por muerto.<br />
Muerto y enterrado. Pero no estaba muerto. Estaba fuera de lo que ya<br />
sabía que era su ataúd. En la cripta familiar. Le volvieron todos los<br />
sentidos con fuerza. Tomó conciencia de su situación. Localizó la luz.<br />
Extendió los brazos para intentar no tropezar con objetos que no veía.<br />
Andar a tientas le aterraba. Volvió a preguntarse si no estaría muerto.<br />
Si no sería un sueño dentro de la muerte. Alcanzó la luz. Era una<br />
puerta. La luz se colaba entre dos pequeñas grietas. Estiró de un<br />
saliente. Al principio con la esperanza de que cediera. Después con<br />
fuerza. Golpeó la puerta. Puñetazos y patadas. Le gritó. Le rogó con<br />
desesperación. Empezó a preocuparse por la situación: estaba<br />
encerrado vivo en la cripta familiar.<br />
Manuel Serrano (Valencia)<br />
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