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cuenta chismes políticos y sexuales, le confía asuntos de estado. <strong>El</strong>la se excita<br />
y entusiasma, él ríe de vez en cuando, se siente relajado, contento. Así durante<br />
horas, durante años. <strong>El</strong> contenido esencial de estas conversaciones, y de otras<br />
sostenidas en la intimidad total de la sobrecama, Clara lo anota en su diario,<br />
con la fidelidad de una misión histórica (durante años sus secretos han sido<br />
custodiados en alguna dependencia estatal, sólo recientemente han ido<br />
saliendo a la luz).<br />
En 1942, Benito y Claretta empiezan a vivir el final tortuoso de su relación<br />
apasionada. Pero Benito se va a comportar también como un villano siciliano,<br />
digno de la trilogía de Coppola sobre el Padrino Corleone, liquidando a los<br />
traidores, limpiando el establo fascista de viles y cobardes, como él los llama.<br />
Comportándose como un mafioso integral después de haber sido el único<br />
mandatario capaz de acabar con el <strong>poder</strong> de la mafia. Ejecutando él mismo a<br />
su yerno, el conde Ciano, casado con su hija…<br />
En 1945, todo está perdido, la situación se vuelve tumultuosa, incontrolable.<br />
La colaboracionista República Social Italiana se ha derrumbado como un<br />
soufflé mal elaborado. Benito y Clara tratan de huir de la debacle, refugiarse<br />
en la Suiza neutral, pero son detenidos por los partisanos. Benito le ofrece a<br />
Clara la oportunidad de salvar su vida, ella se abraza a su destino como una<br />
heroína melodramática. No entendería la vida sin él. Cuando van a ejecutarlo<br />
al borde de la carretera, ella interpone su cuerpo inútilmente en un último<br />
gesto de sumisión amorosa. <strong>El</strong> 29 de abril Benito Mussolini es colgado boca<br />
abajo de la fachada de una gasolinera Esso, en el Piazzale Loreto de Milán,<br />
con la cabeza abombada y la cara deforme por las pedradas y los golpes. Clara<br />
a su lado, también abatida, irreconocible. Descalzos ambos. Como dos reses<br />
desolladas en el matadero de la historia. La multitud ha descargado su odio<br />
cerval en esos cadáveres desfigurados, bañado en heces y orina. Los fotógrafos<br />
se ceban multiplicando el horror de las imágenes de la venganza anónima y<br />
popular.