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gente. Federico nos ha saludado a la romana y Paco ha dicho: Fin del viaje.<br />
Tras apearnos del coche, hemos estrechado la mano de Federico. Paco ha<br />
hecho las presentaciones: Andrés y Venancio, los dos camaradas que nos<br />
acompañaban en el coche, y Manuel y Alberto, que iban en el camión,<br />
“cuidando del ganado”, como ha explicado Paco con una sonrisita canalla.<br />
Luego hemos bajado a los otros, sucios, tiritando, con los labios grises y las<br />
manos enredadas en una soga de crin, algunos con la pechera manchada de<br />
sangre, evitando las miradas de los enemigos victoriosos. Paco ha gritado:<br />
¡Vais a pagar lo de Onésimo y Ruiz de Alda, rojos hijos de puta!, pero yo sabía<br />
que lo que le escocía de verdad era que el Carnicero lo hubiera hecho encerrar<br />
cuando éste todavía era concejal del Ayuntamiento. Eso y que el viejo hubiese<br />
tenido huevos suficientes para tragarse la lista en que teníamos los nombres<br />
de sus secuaces republicanos. La madre que lo parió. Federico, por su parte, se<br />
paseaba en torno de los nueve hombres maniatados como un general que<br />
pasase revista a sus tropas, como un pequeño Napoleón vallisoletano y chulo,<br />
he pensado para mí.<br />
Al final ha dicho: Bueno, vamos terminando, que se hace tarde.<br />
DLS