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Excodra XXI: El poder

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II<br />

Segundo asalto: Látigos versus jeringuillas<br />

Pero no sólo en esta controversia entre ideología y discurso, discurso e<br />

ideología, Foucault le plantó cara al marxismo. La desavenencia por la<br />

cuestión del <strong>poder</strong> tiene, de hecho, un sustrato aún más profundo. Mientras<br />

que para Marx el <strong>poder</strong> es abordado desde una perspectiva jurídica –ya que es<br />

percibido como aparato represor, que regula libertades–, para Foucault ya no<br />

es látigo, sino seducción, una seducción mucho más efectiva puesto que<br />

consigue perdurar en el tiempo. Y así es como los <strong>poder</strong>es configuran nuestra<br />

subjetividad: no con golpes de cilicio sobre la espalda, sino con vacunas de<br />

jeringuillas invisibles. Porque hoy el <strong>poder</strong> no somete sino que genera verdad,<br />

una verdad construida a partir de mecanismos productores de subjetividad<br />

que son –en realidad– estrategias de sujeción. En su tratado La arqueología del<br />

saber, Foucault desgrana el conocimiento –y, en particular, el papel de la<br />

información– para demostrar el modo en que ese conocimiento es utilizado en<br />

pos del dominio de unos sobre otros; en esas páginas demuestras que hoy los<br />

modos de informar reemplazan a los modos de producir, porque la actividad<br />

económica y la tecnología emplean su tiempo no tanto en la elaboración de<br />

bienes, sino en generar, transformar y desplazar los flujos de información.<br />

De entre los pilares más importantes que sostienen este mecanismo de<br />

seducción, Foucault destaca dos: las formas de saber y las técnicas<br />

disciplinarias. Para empezar a seducir, primero hay que a<strong>poder</strong>arse de los<br />

saberes, administrarlos como a uno le convenga y, así, condicionar la<br />

gestación de nuevos saberes. Una vez nos hemos adueñado de la sapiencia, la<br />

receta foucaultiana señala que el siguiente paso es limitar la conducta<br />

humana, tanto física como espiritual; es célebre la metáfora que propone en su

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