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Miséricorde de Montreal es uno de los centros donde las Hermanas de la<br />
Misericordia ayudaron a nacer 159.000 bebés. Recientemente se ha descubierto<br />
que las monjas de este hospital engañaban a las madres solteras que acudían a<br />
dar a luz y les decían que su hijo había muerto durante el parto, pero en realidad<br />
el nuevo nacido era entregado a otra familia que pagaba una cuantiosa cantidad<br />
de dinero a cambio del bebé. Los niños se vendían a familias de Canadá y<br />
también de Estados Unidos, y los precios podían variar según la belleza del recién<br />
nacido y del <strong>poder</strong> adquisitivo de la familia que deseaba adoptarlo.<br />
Pero, además de realizar adopciones ilegales, los responsables de este hospital y<br />
otros del país también habrían datos médicos y diagnosticado a centenares de<br />
niños un falso retraso mental para enviarlos a hospitales psiquiátricos. Este es el<br />
caso de Paul St. Aubin, a quien le determinaron un falso retraso mental y lo<br />
encerraron durante 18 años en diferentes hospitales psiquiátricos de Quebec.<br />
Paul es un aborigen nativo de la reserva de Abenaki que nació en un hospital de<br />
las Hermanas de la Misericordia, pero las monjas del centro le dijeron a su madre<br />
Irene St. Aubin que el niño había fallecido durante el parto. Incrédula ante esta<br />
noticia, Irene nunca creyó que su hijo estaba muerto por lo que investigó hasta<br />
dar con él 35 años más tarde y bajo otro nombre, el de Josep Paul Forand.<br />
Durante el tiempo que Paul pasó en los hospitales psquiátricos le realizaron<br />
lobotomías, le encadenaron y azotaron, tuvo que llevar una camiseta de fuerza,<br />
fue encerrado en una celda e incluso le obligaron a tomar chlorpromazine y le<br />
dieron descargas eléctricas que le causaron daños irreparables.<br />
Ante el testimonio de Paul y el del resto de supervivientes que se han atrevido a<br />
contar lo que vivieron en manos de varias órdenes católicas y de las pruebas que<br />
se han conseguido reunir a lo largo de los años, Rod Vienneau espera que el<br />
Vaticano reconozca y condene los crímenes que se cometieron desde 1940 a 1960<br />
en los orfanatos y hospitales psquiátricos donde malvivieron los huérfanos de<br />
Quebec.