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Web_Quid68

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Entrevista<br />

tres<br />

–Salvo algunas excepciones, la mayor parte de los<br />

cuentos provienen de otros volúmenes. Lo novedoso<br />

del libro tal vez sea el orden, ¿qué propone este nuevo<br />

orden? Me gustó la idea de construir con todos los cuentos,<br />

publicados e inéditos, una nueva totalidad, agruparlos, no por<br />

orden cronológico sino por ciertas recurrencias o roces tangenciales,<br />

en secciones que, a su vez, son títulos de cuentos<br />

míos. La fiesta ajena, donde, de alguna manera, las historias<br />

tienen que ver con un sueño de perfección no cumplido o<br />

una dicha que siempre pertenece a otros; Vida de familia,<br />

con situaciones bastante frecuentes en mi narrativa: mundos<br />

familiares en apariencia normales pero en los cuales, por<br />

alguna grieta, se cuela el desorden, el disparate o el horror.<br />

Y Arte poética, donde los cuentos, por algún costado, tienen<br />

que ver con el acto creador.<br />

–Imagino que habrá habido otras opciones, ¿cuán<br />

difícil fue encontrar ese orden? Como base, recurrí a una<br />

división que ya había hecho en mi libro Los bordes de lo real,<br />

que reúne los cuentos de mis tres primeros libros. Si bien pasaron<br />

25 años y muchos cuentos entre aquel libro y este, me<br />

pareció que esos títulos seguían siendo aglutinantes de mis<br />

temas. De hecho, los cuentos inéditos que agregué también<br />

cabían bajo alguno de ellos. Fuera de estas tres secciones,<br />

separándolas entre sí, hay tres nouvelles.<br />

–En el prólogo aclara que son cuentos reunidos y no<br />

completos, ¿le tiene miedo a la idea de sentirse completa?<br />

Miedo no. Pero no tengo el más mínimo interés en<br />

completarme. Creo que uno, felizmente, vive en estado de<br />

incompletud. Siempre le quedan cosas que desearía hacer<br />

pero no ha hecho, búsquedas que encarar, torceduras que<br />

enderezar, huecos. Mientras existen esos huecos, y a una le<br />

quedan ganas –eso que Quiroga tan gráficamente llamó<br />

hambre–, una está viva. Por eso no dudé nunca: estos no son<br />

y mi cuerpo (y mi voluntad, ah, mi voluntad), voy a seguir<br />

teniendo ganas y energía. Pero quién puede saber esas cosas.<br />

Una parte hiperlúcida y cruel de mí misma intenta señalármelo<br />

pero yo la mato con la indiferencia.<br />

–¿Y el miedo de que ya no le quede nada para decir?<br />

Dicen que todos los escritores vienen con una cierta<br />

cantidad de tinta por derramar y cuando se acaba, se<br />

acaba… No creo haber venido destinada a una cantidad de<br />

tinta por derramar. Estoy segura de que, en mi cuna, ningún<br />

hada madrina me tocó con la varita mágica y me dijo vas a ser<br />

escritora. De hecho, hasta la adolescencia, ni se me ocurría<br />

esa posibilidad. Era una lectora ferviente y desordenada y me<br />

daba placer escribir, pero también me daba placer resolver<br />

problemas de matemática. Y lo que más me gustaba era leer.<br />

Pero los libros, para mí, los escribían otros. Volviendo a la<br />

tinta que me queda por derramar, cada novela, cada cuento<br />

que escribí vino de mi deseo de escribirlo y de mi voluntad<br />

de trabajar en eso. Mientras me queden alguna voluntad y<br />

ese deseo, voy a seguir escribiendo.<br />

–En el prólogo, Samantha Schweblin cuenta la anécdota<br />

de un cirujano que quería incorporarse a sus talleres<br />

y en una primera entrevista con usted le confiesa que<br />

“desde muy joven él había querido escribir una novela<br />

y que ahora que acababa de jubilarse y tenía tiempo, le<br />

parecía un buen momento para empezar”.<br />

A lo que usted le contestó: “Buenísimo. ¿Y qué te parece<br />

si yo, cuando me jubile como escritora, me dedico<br />

a la cirugía?”. ¿Por qué cree que para mucha gente<br />

la literatura ocupa ese lugar de hobby y no es tomada<br />

como una profesión como cualquier otra? Me parece<br />

que cierta gente piensa que escribir es algo aleatorio y fácil,<br />

y que cualquiera puede hacerlo sin el menor trabajo. Sucede<br />

que, a diferencia de la música o de las artes plásticas, que<br />

28 mis Cuentos completos.<br />

requieren estudios específicos, la herramienta de la escritura<br />

29<br />

“En la actualidad, el rol de los<br />

intelectuales ha perdido peso”<br />

LILIANA HEKER acaba de publicar sus Cuentos reunidos (Alfaguara), un libro que recorre desde sus<br />

primeros textos, algunos de ellos ya clásicos de la narrativa nacional, hasta los últimos, terminados<br />

poco antes del cierre de esta edición<br />

POR Nando Varela Pagliaro<br />

–¿Y mide su tiempo en relación a los cuentos que podría<br />

escribir? No mido de ningún modo el tiempo que me queda<br />

por delante; ni lo conozco ni me interesa. Subterráneamente<br />

sé que el plazo debe ser más corto de lo que era veinte años<br />

atrás, pero ese saber subliminal, si actúa sobre mí, actúa como<br />

un motor: hay que arrancar. Lo todavía no escrito o a mitad de<br />

camino me confiere una sensación de vida por delante.<br />

–En estos ejes temáticos en los que están agrupados los<br />

cuentos, se ve cómo van cambiando las preocupaciones<br />

con el correr de los años. En los primeros cuentos, por<br />

ejemplo, se nota cierto temor al fracaso. Ahora, ¿a qué<br />

le tiene miedo? Yo no hablaría de miedo –no soy miedosa–<br />

sino de angustia. La idea que hoy me provoca angustia es la<br />

de ya no tener ganas. De escribir, de reírme con Ernesto, de<br />

estar en movimiento, de charlar con mis amigos. Esa idea<br />

para mí es peor que la de la muerte. La resisto solo porque<br />

niego la posibilidad de que me vaya a pasar; de algún modo<br />

estoy convencida de que, mientras pueda manejar mi cabeza<br />

la tenemos todos desde primer grado. ¿Y quién no tiene algo<br />

para contar? ¿Quién no cree que su propia vida es única?<br />

Sin duda lo es, pero no por eso, así como así, va a resultar<br />

interesante para los otros. O sea que con el alfabeto y el mero<br />

hecho de estar vivo no alcanza. La escritura de ficciones<br />

implica un trabajo y una búsqueda. Crear es ir acercándose,<br />

cada vez con proximidad más peligrosa, a aquello que uno<br />

quiere escribir. Eso casi nunca sale de primera intención.<br />

Otra superstición: creer que el acto creador es aquello que<br />

uno vuelca de un tirón en primera instancia. No es así; esa<br />

primera versión suele estar muy lejos de provocar el impacto<br />

de horror, de desesperanza o de belleza que uno había<br />

vislumbrado en su historia antes de escribirla.<br />

–Hablábamos del cirujano. Cuando alguien viene a su<br />

taller, ¿qué es lo primero que ve? Nunca pido textos; no<br />

me importa cómo escribe la gente que quiere venir al taller.<br />

Considero que todos empezamos haciendo mal cualquier<br />

cosa que hacemos y eso no es un problema. Me importan, sí,

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