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La Maquina de Ajedrez - Robert Lohr

Novela sobre ajedrez

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Con eso quedaban superados todos los obstáculos importantes. Ahora que ya no<br />

había que llegar a las varillas y a los cables en el interior <strong>de</strong>l androi<strong>de</strong>, Jakob pudo<br />

colocar la carne sobre las costillas y una cara en la cabeza <strong>de</strong>l autómata. El ayudante<br />

empezó su trabajo insertando en el cráneo los dos ojos <strong>de</strong> vidrio marrones que<br />

Kempelen había adquirido al sigñore. Coppola en Venecia, y los montó <strong>de</strong> manera<br />

que Tibor los pudiera hacer girar tirando <strong>de</strong> un cable. El efecto era espectacular. En<br />

cuanto Tibor movía los ojos <strong>de</strong> cristal, parecía realmente que el androi<strong>de</strong> fuera un ser<br />

vivo; como si el ajedrecista observara con atención los movimientos <strong>de</strong> su oponente.<br />

Tibor podía mover, a<strong>de</strong>más, la cabeza hacia <strong>de</strong>lante y <strong>de</strong> nuevo hacia atrás mediante<br />

un ingenioso mecanismo i<strong>de</strong>ado por Kempelen.<br />

<strong>La</strong> segunda tarea <strong>de</strong> Jakob fue fabricar dieciséis piezas rojas y dieciséis blancas, en<br />

cuyo interior <strong>de</strong>bería ir encajada una barrita imantada. El ayudante hizo varios<br />

esbozos <strong>de</strong>l aspecto que podían tener las piezas, pero, para <strong>de</strong>cepción <strong>de</strong> Jakob,<br />

Kempelen se <strong>de</strong>cidió por una forma clásica, un poco pesada, que ofrecía espacio<br />

suficiente para los imanes: «No queremos inventar <strong>de</strong> nuevo el juego <strong>de</strong>l ajedrez —le<br />

dijo a Jakob—, sino el ajedrecista». De modo que Jakob se puso manos a la obra y<br />

torneó, un poco malhumorado, las treinta y dos piezas.<br />

Mientras tanto Tibor aprendía, bajo la dirección <strong>de</strong> Kempelen, a manejar el<br />

autómata: sujetarlo, <strong>de</strong>splazar y soltar las piezas con el pantógrafo, reconocer los<br />

movimientos <strong>de</strong>l oponente, eliminar las piezas contrarias y, ocasionalmente, girar los<br />

ojos. <strong>La</strong> tarea exigía gran<strong>de</strong>s dosis <strong>de</strong> concentración y <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, y Tibor no se<br />

atrevía a imaginar qué ocurriría cuando tuviera que enfrentarse a un oponente real<br />

que, a<strong>de</strong>más, tuviera su mismo nivel. Aunque durante las pruebas las cinco puertas<br />

<strong>de</strong>l autómata estaban abiertas y el mes <strong>de</strong> enero seguía siendo frío, Tibor salía<br />

siempre <strong>de</strong> la máquina empapado en sudor.<br />

Al acabar el mes cerraron las puertas <strong>de</strong> la cómoda. En a<strong>de</strong>lante, Tibor tendría que<br />

arreglárselas con la luz <strong>de</strong> una vela. El interior estaba suficientemente iluminado,<br />

pero el humo llenaba rápidamente el pequeño espacio, y Tibor empezaba a toser.<br />

Necesitaban una salida para el humo. Solucionaron el problema <strong>de</strong> una forma poco<br />

convencional: como ya existía una abertura que iba <strong>de</strong> la mesa al cuerpo <strong>de</strong>l<br />

androi<strong>de</strong>, Jakob serró en su cráneo un agujero que serviría <strong>de</strong> salida <strong>de</strong> humos. El fez<br />

que <strong>de</strong> todos modos querían colocar al turco, no solo cubriría la abertura, sino que<br />

serviría para filtrar el humo <strong>de</strong> la vela y hacerlo invisible.<br />

Durante una <strong>de</strong> las pruebas —Anna Maria pasaba el día en casa <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong><br />

su cuñado, el hermano <strong>de</strong> Kempelen, Nepomuk— los tres hombres recibieron una<br />

visita inesperada: antes <strong>de</strong> que Branislav pudiera impedirlo, una mujer abrió <strong>de</strong> un<br />

empujón la puerta <strong>de</strong>l taller.<br />

—De modo que te ocultas aquí —dijo con acento húngaro.<br />

El cabello moreno caía en rizos sobre sus hombros; bajo el abrigo <strong>de</strong> pieles llevaba<br />

un vestido <strong>de</strong> color rojo guarnecido <strong>de</strong> brocados y el corpiño tan ajustado que el<br />

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