25.10.2017 Views

La Maquina de Ajedrez - Robert Lohr

Novela sobre ajedrez

Novela sobre ajedrez

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Os tacharía <strong>de</strong> loco, y por favor, no lo toméis a mal. Los autómatas pue<strong>de</strong>n<br />

hacer muchas cosas y aún apren<strong>de</strong>rán muchas más, pero nunca lograrán pensar.<br />

—Mi máquina os probará lo contrario. Este autómata, gracias a su perfecta<br />

mecánica, vencerá a cualquier hombre que lo rete, y lo hará en el más difícil <strong>de</strong> todos<br />

los juegos, en el juego <strong>de</strong> los reyes, el ajedrez. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> este experimento me vino<br />

con ocasión <strong>de</strong> una partida <strong>de</strong> ajedrez que vuestra alteza imperial tuvo a bien jugar<br />

conmigo un día.<br />

—¿De modo que jugué como un autómata? ¿O lo parecía? —preguntó la<br />

emperatriz para diversión <strong>de</strong> todos.<br />

—De ningún modo, alteza. Pero, incluso si así fuera, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hayáis visto<br />

jugar a mi autómata, este juicio solo os honraría. ¿Quién es, pues, bastante valiente<br />

para enfrentarse a mi turco mecánico y aceptar su reto?<br />

Kempelen paseó la mirada por la galería, pero ninguno <strong>de</strong> los invitados habló o<br />

dio un paso a<strong>de</strong>lante. Muchos <strong>de</strong> ellos habían acudido con la esperanza <strong>de</strong> ver cómo<br />

Kempelen fracasaba en esa velada y no podía hacer honor a su jactanciosa promesa<br />

<strong>de</strong> hacía medio año, y ahora ninguno quería contribuir a auparle. Jakob colocó una<br />

silla junto a la mesa <strong>de</strong> ajedrez frente al turco.<br />

—Knaus, ¿por qué no jugáis vos? —preguntó la emperatriz—. Sois un excelente<br />

jugador, por lo que sé, y a<strong>de</strong>más, un experto en autómatas.<br />

No solo Knaus, sino también Kempelen, se estremeció imperceptiblemente al ver<br />

que la elección <strong>de</strong> la emperatriz recaía en el mecánico <strong>de</strong> la corte. Knaus se inclinó<br />

ante ella y dijo:<br />

—Es <strong>de</strong>masiado honor para mí, majestad. Mi talento en el ajedrez es muy<br />

imperfecto, y no querría aburrir a los invitados con mis torpes movimientos.<br />

—No seáis tan mo<strong>de</strong>sto. <strong>La</strong> humanidad ha sido retada por este turco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Ahora está en vuestras manos <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla.<br />

Friedrich Knaus asintió y ocupó su lugar en la mesa <strong>de</strong> ajedrez, en la silla que<br />

Kempelen le acercó. Luego Kempelen fue hacia la manivela y la hizo girar con<br />

energía unas cuantas veces hasta que dio la sensación <strong>de</strong> que los muelles no podían<br />

tensarse más. Jakob apartó entretanto el cojín <strong>de</strong> terciopelo rojo y la pipa <strong>de</strong> la mano<br />

<strong>de</strong>l turco.<br />

—<strong>La</strong> máquina hará el primer movimiento —anunció Kempelen, y antes <strong>de</strong> que el<br />

autómata se moviera, se retiró un paso con Jakob para colocarse junto a la segunda<br />

mesa, don<strong>de</strong> se encontraba la cajita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cerezo, y allí se quedó hasta el<br />

final <strong>de</strong> la partida.<br />

El mecanismo <strong>de</strong> relojería empezó a rechinar, y ante las miradas sorprendidas <strong>de</strong><br />

los espectadores el brazo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l turco se levantó en el aire, se balanceó por<br />

encima <strong>de</strong>l tablero, bajó sobre el peón <strong>de</strong>l rey y lo colocó dos casillas más a<strong>de</strong>lante,<br />

en el centro <strong>de</strong>l tablero. El juego apenas había empezado, y Friedrich Knaus no<br />

observaba el tablero, sino al turco y sus movimientos. Luego opuso su peón rojo al<br />

peón blanco. Aunque aquel era un movimiento bastante habitual, la tensión <strong>de</strong> los<br />

espectadores se liberó en un corto aplauso por este primer movimiento realizado<br />

entre un hombre y una máquina.<br />

- 48 -

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!