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VE-38 ENERO 2018

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Ya no sabía que hacer: me leyeron la borra de todos los brebajes.<br />

Recurrí a las constelaciones. Visité todos los consultorios que<br />

encontré en las páginas amarillas; todos los psicólogos coincidieron<br />

en lo obvio: olvidate de él, concentrate en ti. Más me concentraba y<br />

más se disparaba mi mente hacia esa expresión bobalicona que solía<br />

tener cuando yo me insinuaba.<br />

Al final me animé. Clarita me dijo que había una «Señora» que<br />

daba yuyos para el amor, y que confiara que seguramente en una o<br />

dos visitas a doña Eloísa, el caballero en cuestión caería rendido a mis<br />

pies.<br />

La visité cinco veces. No era cosa de escatimar esfuerzos. Al cabo<br />

del tiempo me fui sintiendo mejor. Había desaparecido aquella<br />

puñalada en mi costado derecho, a la altura de mi hígado y lograba<br />

concentrarme más en mi trabajo y aficiones. Eso sí, del fugitivo:<br />

¡nada!<br />

Un día le pregunté a doña Eloísa, qué yuyo estaba tomando.<br />

─Chal Chal —me dijo escueta, y con eso me conformé.<br />

Me informé en Google, como corresponde a toda persona bien<br />

instruida y descubrí que el Chal Chal es una maleza que mejora las<br />

afecciones hepáticas. En fin, que una maleza se cura con otra maleza,<br />

y el amor contrariado es un golpe bajo, exactamente a la altura<br />

hepática.<br />

¿Yo?<br />

Cambié de menú.<br />

Vivian Rodríguez Dorgia (Montevideo,Uruguay)<br />

https://lapiazzadellaluna.blogspot.com.uy/<br />

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