REVISTA OCTUBRE 2018
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Mundo Plural<br />
MEMORIA CIRCULAR<br />
Falta poco para mi fin. Ya llegaron. Están bajando<br />
sus instrumentos. ¿Qué harán de mí?<br />
La civilización avanza y nosotros les estorbamos,<br />
no nos necesitan más, por lo menos<br />
en mi caso. Mis esfuerzos son infructuosos;<br />
la mudez de mis palabras y el vacío de mis<br />
ademanes no los detienen..<br />
En mi camino hacia la vejez acumulé mucha<br />
experiencia, entre otras cosas, vi cómo se modificaba<br />
el ambiente frente mis ojos. Antes este<br />
era un lugar de casonas con jardines, parques,<br />
canteros llenos de flores. Hoy son todos edificios<br />
con maceteros a medio pintar, con cañas<br />
secas, hojas de tela y flores artificiales. "Es lo<br />
que se usa", comentan.<br />
Desde este lugar privilegiado, veo gran parte<br />
del barrio y conozco muchas de sus historias.<br />
Como la de don Atilio, que está pasando justo<br />
en este instante por la vereda de enfrente en su<br />
silla de ruedas. El pobre viejo, después del derrame<br />
cerebral quedó paralítico. Ya no me reconoce;<br />
en cambio yo tengo mi memoria circular<br />
mejor que nunca. Recuerdo el día que su padre<br />
vino a vivir por la zona recién llegado de Italia,<br />
cuando más tarde formó una familia y tuvieron<br />
seis hijos. Los varones venían acá a jugar con<br />
sus amigos a la pelota y las niñas hacían sus<br />
rondas.<br />
No hay duda de que soy un sobreviviente<br />
que ha visto, también, cómo varió la moda a<br />
través del tiempo. De la pelota de trapo pasaron<br />
a la de cuero (juntando entre todos ellos unos<br />
pesitos). Yo les cuidé, en todas las generaciones,<br />
sus guardapolvos y los útiles escolares:<br />
desde que los ataban con una soga, o cuando<br />
los metían en bolsas de tela, o cuando usaron<br />
unas valijitas de cartón y después de cuero, y<br />
por último cuando compraron mochilas. También<br />
observé, en distintos momentos, lo que<br />
traían para escuchar música. Primero eran<br />
unos aparatos enormes que luego fueron disminuyendo<br />
de tamaño hasta casi desaparecer. Lo<br />
que no me gusta es que ahora los chicos hablan<br />
por medio de sus celulares y solo puedo<br />
escuchar la mitad de la conversación, antes me<br />
entretenía con sus largas charlas y sus risas.<br />
No me quejo, cada época tuvo su encanto. Lo<br />
que nunca cambió con los años fue que siempre<br />
se congregaron a mi alrededor: fui el centro<br />
de muchas reuniones. ¡Me sentía tan orgulloso!<br />
Organizaban bailes: traían la comida las chicas,<br />
la bebida los chicos y se quedaban hasta tarde.<br />
Se estrechaban lazos: unos prometieron amor<br />
eterno a mis pies, otros grabaron corazones<br />
con sus nombres y a algunos los oí llorar sus<br />
penas. En días primaverales se sentaban a repasar<br />
para los exámenes y en las vacaciones<br />
aprovechaban la sombra con juegos de salón.<br />
Aunque ahora menos por la inseguridad.<br />
¿Me extrañarán ellos, sus hijos o sus nietos<br />
cuando ya no esté? ¿Se acordarán como yo de<br />
las cosas vividas en mi parque? Las que sí me<br />
van a extrañar, estoy seguro, son las aves.<br />
¿Dónde harán sus nidos, criarán a sus pichones,<br />
les enseñarán a volar? ¿Dónde se protegerán<br />
de los temporales? ¿Dónde dormirán?<br />
Porque a pesar de mis achaques, todavía tengo<br />
lo mío, ¡y quién diga lo contrario se equivoca!<br />
Ya vienen por mí. No voy a negarlo, tengo<br />
un poco de miedo. Pero me iré tranquilo porque<br />
sé que he ayudado con alegría a todos los que<br />
buscaron mi refugio, mi paz, mi compañía, mi<br />
sombra para resguardarse del sol y un hombro<br />
donde lagrimear.<br />
Como nada ni nadie tienen la fórmula de la<br />
vida eterna, y sé que estoy condenado, quiero<br />
pensar que tal vez, alguna de mis semillas caerá<br />
en terreno fértil.<br />
En este burdo montaje empezaron a cortar<br />
mis brazos uno a uno: los secos y los llenos de<br />
verdes hojas, de brotes nuevos. Con cada sacudida<br />
siento un raro e incontenible estremecimiento<br />
que llega hasta las puntas más finas de<br />
mis raíces.