que_pasa_conner
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SELECCIONES <br />
recámara, su madre imaginó <strong>que</strong> algún<br />
día ella y Jeff recordarían esos<br />
episodios como eventos <strong>pasa</strong>jeros.<br />
Un acertijo médico<br />
Dos meses después, a Conner le practicaron<br />
un electroencefalograma, estudio<br />
<strong>que</strong> mide la<br />
actividad cerebral a<br />
través de electrodos<br />
adheridos al cuero<br />
cabelludo. El estudio<br />
arrojó resultados<br />
anómalos: Conner<br />
había experimentado<br />
múltiples convulsiones<br />
durante el<br />
procedimiento; algunas<br />
habrían sido tan<br />
sutiles <strong>que</strong> no dieron<br />
pie a movimientos<br />
corporales perceptibles.<br />
Los internistas<br />
le recetaron anticonvulsivos<br />
al pe<strong>que</strong>ño.<br />
Para cuando regresó<br />
a su cita de seguimiento<br />
en febrero de 2016, habían<br />
transcurrido tres meses sin <strong>que</strong> hubiera<br />
tenido un solo ata<strong>que</strong>.<br />
Sin embargo, las buenas noticias<br />
duraron poco. Una resonancia magnética<br />
reveló <strong>que</strong> el cerebelo del paciente,<br />
la parte del cerebro encargada<br />
del equilibrio y la coordinación era<br />
más pe<strong>que</strong>ño de lo normal. Sería necesario<br />
llevar a cabo más estudios.<br />
Los médicos lograron establecer<br />
<strong>que</strong> el pe<strong>que</strong>ño no tenía parálisis<br />
La conmoción<br />
se transformó<br />
rápidamente<br />
en enojo.<br />
¿Por qué se<br />
habían<br />
tardado casi<br />
16 meses en<br />
dar con la<br />
respuesta<br />
correcta?<br />
cerebral, pero nada más. En mayo,<br />
las crisis habían vuelto. Y peor <strong>que</strong><br />
nunca. “Estaba parado junto a una<br />
base de madera en donde estaba su<br />
trenecito cuando se cayó y se golpeó<br />
la cara contra esta”, comentó su madre<br />
de uno de los incidentes. Los médicos<br />
elevaron la dosis<br />
de fármacos, pero<br />
no funcionó. Hollie y<br />
Jeff estaban exhaustos<br />
y frustrados. Un<br />
enigma médico había<br />
puesto su vida, y la de<br />
su hijo, de cabeza.<br />
Los Beish jamás<br />
relacionaron las crisis<br />
convulsivas con el<br />
retraso en el lenguaje<br />
de Conner. Manejaba<br />
un pe<strong>que</strong>ño vocabulario,<br />
si bien algunas<br />
de las palabras no<br />
eran del todo correctas:<br />
“mu” significaba<br />
vaca, por ejemplo, y<br />
“miau”, gato. También<br />
se sabía el nombre de los colores,<br />
en especial el rojo, el verde y el azul.<br />
Un día de agosto, semanas después<br />
de <strong>que</strong> cayera el rayo en la casa de<br />
los Beish, Hollie y Conner estaban armando<br />
un rompecabezas. “¿Qué color<br />
es este?”, preguntó ella mientras sostenía<br />
una pieza azul. Su vástago se le<br />
<strong>que</strong>dó viendo. “Me miraba como diciendo:<br />
‘¿qué quieres <strong>que</strong> haga?’”, recordó<br />
la madre. “Azul” fue la primera<br />
palabra <strong>que</strong> Conner olvidó.